Antes de nada, esto es una interpretación. Lo que tiene Ben Yart en la cabeza es solo suyo. Desgraciadamente. Ojalá colarse por unos segundos en el hemisferio derecho de su cerebro. Un mañaneo podría permitir tal experiencia onírica. Pero qué ha querido decir en Ceros, su nuevo tema presentado en Gallery Session, requiere un análisis político y social. Una perspectiva diferente. Un juego de palabras entre lo surrealista y lo material. Entre Alicia en el País de las Maravillas y el Acorazado Potemkin. Y aquí va el mío.

Lo primero, el piquete. Un homenaje a Rosalía. El mono y las botas de motorista, el maquillaje, las trenzas y esa camiseta ajustada con la cara de la artista catalana y la suya. Un motopapi a lomos de una zipi con el puente. De campaneo con las rodillas flexionadas y tocando asfalto en las curvas. Ben Yart es un trapero teatral. Un mandibuleo digno del Zul y las manos, poseídas por sevillanas ahogadas en MDMA. 

Al comienzo de la canción, Ben Yart cuenta cómo su perra le pide un paseo por un barrio diferente al suyo: "Donde la madera no ponga pegas, no ponga multas. Ponga el culo y recoja las mierdas. De las vecinas, que son sus jefas, cero a la derecha". Un lugar en el que los otros perros son chihuahuas y ladran para hacerse "los fieras". Donde las dueñas no lo son solo de los chihuahuas. También de la policía. La clase alta es un cero a la derecha. La clase baja, un cero a la izquierda. El cero a la izquierda no tiene valor; a la derecha aumenta tu cuenta bancaria. Y el cero a la izquierda nunca será bien visto en la acera de los ceros a la derecha: "Mea en su acera, ladra en su puerta. Yo te cuido a ti, al chihuahua una jueza. Mi perra es un perro, la suya es marquesa. Mi perra una okupa, allanando su verja. Su chihuahua es comprada y no tiene ni idea". 

"Y no se imagina, mamá para ir presa. Tu chihuahua no sabe que existen perreras. Chihuahua de mierda, cero a la derecha. Cero a la derecha, cero a la derecha. Mi perra es un cero, un cero a la izquierda". En esta última frase, recalca la idea de que la burguesía no vive la realidad de las cárceles (perreras) y ni siquiera es consciente de su existencia. Los ceros a la izquierda van a la cárcel y no están protegidos. Los ceros a la derecha, sí. Los chihuahuas se libran porque les cuida una jueza. Las cárceles están llenas de personas que, ante las pésimas condiciones materiales de la precariedad, se ven condenados a delinquir. A drogarse, y, por consiguiente, delinquir para drogarse. Porque no delinquen los malos, delinquen los pobres. "No tiene derechos, yo no sé Derecho. En el la'o derecho, donde hacen las reglas. Porque en el izquierdo, seguimos los ceros. Aquí con un ciego, no más que paseo. Así que pasé, así que pasé". Quizás en estas estrofas haya más conciencia de clase que en la discografía de muchos artistas. En el lado derecho se ha hacen las reglas. Ahí saben derecho. En el lado izquierdo, los ceros no tienen derecho. Los ricos hacen y saben derecho. Los pobres, ni conocen el derecho ni tienen derechos. 

Al final, Ben Yart identifica que la realidad es una lucha entre ricos y pobres: "A la izquierda somos cero, a la derecha son cero. Vengo de cruzar la mar, me voy y vuelvo hecho un cero. Más calle, más miedo de mayores sin huevos. Con la nevera sin huevos y aceleran el tiempo. Valgo lo que tengo, soy "X" más cero". Otro aspecto que comenta es el hecho de que siempre será un cero a la izquierda. No importa qué. Los ceros a la izquierda están condenados a serlo siempre: "Y que en el banco haya más ceros. No puede cambiarlo. Aunque me haga facha, como Sabina. Aunque me haga viejo, como los viejos". Por mucho que crezca, se haga viejo, cambie las ideas, Ben Yart sabe que siempre será un cero a la izquierda. Como dice Celine Dion, on ne change pas.

Ben Yart, en tres minutos, hace un análisis ejemplar sobre la vida. El arte. La calle. Y lo adereza con una actuación que engancha. Resulta imposible despegar los ojos de la pantalla y una fuerza incontrolable te obliga a darle a repeat. Repeat y repeat. Hasta que vas asimilando la profundidad de sus palabras. También en Mañaneo o Drogolegas pasa algo similar. En realidad, en toda creación de Ben Yart hay una profundidad que pocos artistas consiguen representar. Sus quejíos, su modo de expresarse, sus metáforas. Ben Yart necesita un análisis de texto en cada cosa que lanza. Ir con lupa. Fijándote en cada punto. Cada referencia. Cada letra está puesta ahí por algo. Nada es casual. Un trovador espitado que se está convirtiendo en uno de los mejores letristas del arte urbano. Poético.

La canción termina con un análisis sobre una visión del margen izquierda de la sociedad. Delincuencia, precariedad, protesta:  "A la izquierda hecho un cero. Te fríe un cajero. Madruga cajera, me han roba'o la cartera. Roba una bicicleta. Ey, roba una bicicleta. Para ir a buscar a mi perra. Para ir a buscar a mi perra".

La obra comienza tranquila y el público se deja llevar por el sentimiento expresado. La pena y la rebeldía. Hasta una traca final en la que incluye un golpe de trenzas, una cazadora al vació y un golpe al micro. Emoción. Trance. "Mi perra es tan buena. Mi perra es tan buena. Mi perra es tan buena. Me mira con pena. Me mira con pena".