Aunque 'La regeneración de Dios' (Editorial Gusanillo, 2025) sea la primera novela de Ricardo Guadalupe, lo cierto es que este escritor madrileño cuenta con muchos años a sus espaldas en el mundo de la escritura. De hecho, podría decirse que todo el trabajo anterior es lo que le ha permitido escribir esta novela que nos lleva al Madrid de los años 90 con una historia que mezcla acción, reflexión filosófica y elementos sobrenaturales con los que los lectores y lectoras, sin duda, se harán muchas preguntas y en la que también tendrán respuestas. Una historia en la que, además, su protagonista se enfrentará su propio lado oscuro y, a través de sus vivencias, aprenderá que la verdadera fuerza está en creer en uno mismo. 

La novela presenta a Abel Soca, un joven de veinte años. ¿Qué hay en él del Ricardo Guadalupe de 20 años que soñaba con publicar esta novela?

Abel tiene mucho de mi yo con veinte años, al menos de las dudas que tenía sobre mí mismo y sobre tantos temas que no hablaba con nadie. También me identifico con él en la sombra que le atormenta, en ese lado oscuro que no sabe gestionar porque todavía no tiene las herramientas para saber hacerlo. Además, he volcado en él buena parte de mi proceso terapéutico personal, para que fuera capaz de ayudarse más rápidamente de lo que yo lo hice. Por eso me encantaría que jóvenes de esa edad leyeran la novela, porque igual que yo encontré muchas respuestas en los libros, he procurado que mi novela también pueda ser reveladora en esos momentos de intensa incertidumbre.

Fuiste redactor de textos políticos, ¿hay algo que hayas aprendido de la política en tu conversión en novelista?

Más que de la política en sí, aprendí de aquella experiencia, puesto que teníamos varios actos al día y todo lo que escribía no se quedaba en un cajón sino que veía la luz enseguida, a veces incluso en la televisión, lo cual me dio mucha confianza en mi escritura. Fue justo después de aquellos años en el gabinete cuando me cogí una excedencia para ponerme manos a la obra con la novela.

El escritor Ricardo Guadalupe en el museo ABC

¿Por qué empezaste escribiendo otros géneros distintos a la novela?

En realidad mis anteriores libros fueron de preparación para la novela. Escribí primero uno de recursos literarios porque me estaba formando para escribir de manera literaria, después publiqué uno de aforismos porque había acumulado muchas frases pensadas para los diferentes personajes de la novela y el tercer libro fue de relatos cortos porque el oficio de escribir se aprende escribiendo, y también leyendo, por cierto. Así que, en definitiva, la novela fue el motor de todos ellos.

“El arte de amar”, de Erich Fromm es una referencia importante en este trabajo, ¿en qué sentido te ha influido?

Hay que saber escribir sobre el amor, que es uno de los grandes temas, aunque a menudo se trate con superficialidad. Yo de joven no fue hasta leer “El arte de amar” cuando fui consciente de que el amor de verdad exige responsabilidad, generosidad, respeto y no dar nada por hecho, porque hay que cuidarlo día a día y otorgarle el lugar que se merece, que es un lugar primordial en la vida. De modo que he querido mostrar el amor de pareja en toda su complejidad. No se acaba con el primer beso, sino que ahí es cuando empieza. En la novela, Abel y Sara se van conociendo mejor a partir de sus diferencias, porque de los conflictos también se aprende, si no se mira para otro lado y los afrontas.

La regeneración de Diosde Ricardo Guadalupe

También hablas de que en esta novela has querido abordar el tema del sexo “para que la pornografía no sea lo único a lo que puedan recurrir los jóvenes”. ¿Cómo valoras la influencia que tiene la pornografía en los jóvenes y cómo lo has abordado en la novela?

Sobre este tema me viene a la cabeza un fragmento de la novela, de cuando Abel convive con personas en situación de calle. Entre ellas hay una especie de sabio vagabundo que habla de ello: «La mayor esclavitud del hombre está localizada en los genitales», sentenciaba Simón. «El cetro del hombre: su verga», continuaba Simón. «Ríete, pero muchos hombres respiran por ahí, por su venerado miembro. Sin embargo, no te creas que luego saben del todo cómo manejarlo. Su escuela es la pornografía de consumo, que banaliza el sexo. Dime tú qué sensualidad y erotismo irradian en una peli porno un fulano y una fulana practicando sexo de usar y tirar…».

¿Por qué tardaste tantos años en escribirla? En el sentido de que se te ocurrió la idea a los 20, y luego cuando ya efectivamente comenzaste a escribirla creo que también fue mucho tiempo.

Bueno, ya lo decía Kaváfis, “Cuando salgas hacia Ítaca ruega por que el camino sea largo, lleno de peripecias y descubrimientos”. Esta novela siempre fue mi Ítaca. Y para alcanzarla recorrí un largo camino que incluyó los tres libros mencionados, así como la experiencia como redactor de discursos políticos, también mencionada. Pero además fui narrador oral como persona-libro, colaborador en un programa de radio, profesor de escritura creativa y hasta patafísico. Y a ello hay que sumar que tuve dos hijos con mi mujer, a quien conocí gracias a dicho camino. Mi Ítaca me regaló un hermoso viaje.

Como en el título hablamos de Dios, ¿qué importancia tiene la espiritualidad para ti y en qué te ha influido en la novela?

Fue con la muerte de mi abuela, siendo yo pequeño, cuando empecé a dudar de las respuestas teológicas que recibía a las preguntas “¿a dónde vamos, de dónde venimos?”. Tampoco me convencía ese Dios jerárquico al que había que rezar y pedir perdón. Así que comencé a darme mis propias explicaciones y concebí un Dios más horizontal, de ideales panteístas. Un Dios del que el cosmos, la naturaleza y todos nosotros formaríamos parte. Un ser gigantesco cuyos diferentes elementos estarían interconectados. A ese ser en la novela lo llamo Dios y va cambiando, como todo lo que existe. Pero para que pueda regenerarse debemos también aquí evolucionar. Esa es una de las tramas principales de la historia. Todo está conectado.

Ilustración Nepentes de 'La regeneración de Dios' de Ricardo Gudalupe

¿Siempre tuviste claro que querías escribir una historia dirigida al público juvenil?

Yo creo que la ciencia ficción es un género para un público muy amplio, al menos yo he tratado de que la novela tuviera varias capas, de manera que un lector, cualquiera que sea su edad, pueda quedarse si así lo desea en la capa de entretenimiento.  Además, la historia la he escrito con un lenguaje accesible, nada enrevesado, para que pueda llegar tanto a una persona de dieciséis años como de cien.

La novela es de ciencia-ficción, pero en el Madrid de los 90: ¿siempre tuviste estos pilares de tu novela claros?

El género literario de la novela me lo marcó su fuente de inspiración, que fue una pesadilla recurrente que tuve en la que nada más y nada menos que un guerrero tribal me perseguía entre la multitud en pleno Rastro de Madrid. Aquella pesadilla se acabaría convirtiendo en el primer capítulo de la novela. Y claro, con semejante inicio, sobre todo con semejante personaje, la historia no podía ser sino de ciencia ficción. Y se desarrolla en los años 90 porque es una década que conozco bien, fue cuando empecé a salir, y porque todavía entonces no se había generalizado el uso de los teléfonos móviles y esa circunstancia me parecía muy atractiva para que mis personajes pudieran desaparecer y estar de alguna manera incomunicados.

¿Qué próximos proyectos literarios tienes?

Pues yo creo que a mucha gente le gustaría escribir esas historias que nos contaron nuestros abuelos sobre cómo vivieron la guerra y la posguerra y a mí también me gustaría hacerlo, y además con aportaciones de la ciencia ficción, mi género. Actualmente está triunfando una novela que mezcla el género histórico con el realismo mágico, de modo que por qué no escribir una novela histórica de ciencia ficción. ¿Verdad?