Escritor nacido en Madrid, doctor en Historia Moderna, crítico literario y profesor. Cinéfilo confeso y amante de la ficción como modelo creativo. Su nueva novela, Y entonces volaron (Huso, 2020), opera como una celebración a la memoria. En este libro, como ocurre con toda gran obra, el lector verá reflejado su recorrido vital en coherencia con la historia de todos.

 

Pregunta: - ¿Su novela nace de la imaginación o más de la memoria?

Respuesta: - Lo cierto es que no existe la una sin la otra. El acto de volver al pasado está teñido inevitablemente de la emoción, el tono o el color con el que entremos en la memoria. Nuestros recuerdos, a pesar de ser una pura gramola del capricho, suponen, en definitiva, una construcción, un artefacto que cobra vida propia cada vez que los visitamos. He evitado conscientemente rendirme ante el literalismo. En mi novela hay, por tanto, dosis parejas de ficción y de ese anhelo inalcanzable por capturar lo vivido.

P: - ¿Necesitamos imaginar para recordar?

R: - Sin duda. La vida nos lleva a construir un relato una vez que los acontecimientos nos han dejado huella. El acto de abstracción de recordar es una muestra, en realidad, de inventiva. Nada de lo que hemos pasado existe sin la capacidad humana de generar un relato. Al recordar, narramos nuestro pasado y lo hacemos de un modo siempre fértil en cargas emocionales. Las cosas no son como son, sino como las recordamos.

Foto 1 Juan Laborda Barceló.

P: - ¿Definiría la suya como una novela de auto ficción?

R: - La catalogación abunda en nuestra literatura. Es comprensible, pues nos habita un deseo incontenible de taxonomizar que es muy humano, pero la verdad es que siempre me ha costado ubicarme en un género o estilo. Las etiquetas sirven más bien para que los libreros puedan colocar en un estante u otro las obras. Lo que resulta innegable en Y entonces volaron es que entronca, aunque con mimbres propios, con esa tradición que quiere hacer literatura partiendo, en teoría, de las experiencias propias. Es decir, no es tanto narrar una historia, como ocurre en mis otras novelas, como que la historia sea la manera en la que aflora lo literario de uno mismo.

P: - ¿Hay que volar para encontrar salidas?

R: - Se puede volar, bucear, mirar el filo, retroceder o analizar, cualquier forma es válida para descubrir la herida. Decía Joan Derrida que no hay poema sin herida, por lo tanto, tampoco puede haber creación sin un modo concreto de mirar el mundo, sin el afilado deseo de buscar elementos estéticos y narrativos que emocionen. Volar, perderse de manera consciente o navegar sobre las vivencias es una manera de destilar la herida, de intentar hacer universal algo que en su origen es íntimo y complejo.

P: - ¿Hay mucho realismo en la literatura actual?

R: - No podría decir si hay mucho o poco realismo de manera objetiva en nuestra literatura, pero sí puedo afirmar que, a mí, más allá de los hechos, los engranajes perfectos o las intrigas trepidantes que pueblan nuestras triunfantes apuestas editoriales, me interesan las búsquedas, los cuestionamientos y los significados. Aquellas obras en las que lo factual es un camino, un modo de trascender, un peldaño que conduce a un elemento superior son las que, en mi opinión, le dan sentido a la literatura.

P: - Decía Juan Marsé que se le presta más atención a la lengua que a lo que se dice, ¿está usted de acuerdo?

R: - Totalmente. El modo en el que decimos las cosas, y por extensión la manera en la que utilizamos el lenguaje, nos define. Es lo primero que nos llega y nuestra carta de presentación frente a la alteridad. Es más, hay novelas, como Las tierras del ocaso, de Julien Gracq, que se sostienen fundamentalmente por la potencia del estilo. Lo mismo ocurre con algunos textos de autores tan variados como Jules Renard, Chaves Nogales o Alejo Carpentier, por citar algunos ejemplos. Eso no quiere decir que haya que descuidar el fondo de lo que se dice. Es más, el ideal sería que hubiera una relación enriquecedora entre la acción narrativa y cómo se usa la lengua. En esa búsqueda y equilibrio es dónde se encuentra, creo yo, el hecho netamente literario.