El camino que va a la ciudad y otros relatos, de Natalia Ginzburg

 

El camino que va a la ciudad es la primera novela de Natalia Ginzburg, publicada en 1942 bajo el pseudónimo de Alessandra Tonimparte y que recupera la editorial Acantilado junto a otros tres relatos: Una ausencia, Una casa en la playa y Mi marido, los tres con el nexo de unión de la infidelidad conyugal.

Ginzburg escribió El camino que va a la ciudad en un momento muy particular de su vida, cuando contaba con veinticinco años y estaba viviendo en el pueblo de Pizzoli junto a su marido, Leone Ginzburg, quien había llegado allí a modo de destierro debido a su actividad antifascista, debido a la cual sería encarcelado en 1944 en Roma, donde moriría. Ginzburg quedaría, entonces, viuda con menos de treinta años y tres hijos, situación que marcaría su vida y, por extensión, su obra posterior en muchos sentidos.

En la introducción que acompaña a esta edición de El camino que va a la ciudad, Ginzburg explica cómo fue el proceso de escritura de esta breve novela que empezó como un relato y fue tanto creciendo como disminuyendo en ambición. Pero lo interesante es cómo centra sus explicaciones en que fue el contexto en el que vivía, con relación al paisaje y a los habitantes de la localidad, el que dio forma a sus páginas. Es, pues, una historia que nace de su día a día, de una cotidianidad que agobia a la escritora, plasmando en la novela temas como el agobio y la opresión de la vida en un espacio reducido en el que lo íntimo es escaparate de comentarios; también el deseo y la necesidad de evadirse, de alejarse, tanto física como mentalmente de una realidad hostil; o esa maternidad que no puede desarrollarse con tranquilidad.

Delia es una joven de dieciséis años que vive en un pequeño pueblo junto a su familia. No es una joven demasiado inteligente, pero sí lo suficiente como para saber que se encuentra en un momento de inflexión de cara al futuro: las decisiones que tome en ese momento serán claves. El pueblo ahoga a Delia y tan solo encuentra algo de confort cuando recorre el camino que, como indica el título, va a la ciudad, a donde acude a ver su hermana Azalea. Junto a Dalia, su primo Nini y su hermano Giovanni, amplian el espectro familiar, mientras que Giulo se presenta como un futuro marido que podrá sacarla de esa realidad hostigadora.

El camino que va a la ciudad presenta ya en, un carácter inicial, algunas características, tanto estilísticas como temáticas, de la obra posterior de Ginzburg, si bien, se trata de una novela que se introduce perfectamente en el realismo italiano de la época, en este caso, desde un relato íntimo y personal confeccionado literariamente desde una sencillez narrativa que, sin embargo, esconde un elaborado trabajo de síntesis, de construcción de imágenes tan descriptivas de una realidad física y material como evocadoras del interior de los personajes y del momento que les ha tocado vivir. Ginzburg elabora, además, un severo retrato sobre las diferencias entre la vida urbana y la rural, representada la primera por una burguesía asentada en un dinero que conforma una máscara para su carácter ruin, mientras que la segunda es personificada por un proletariado estancado, que vive maltrecho y en una continua frustración producto de unos sueños que, en términos generales, no se cumplirán. Delia se enfrenta a esa situación, a esa escala social deseada pero que, cuando se intenta, encuentra el repudio tanto de quien ya la ha obtenido como de quienes no desean que lo haga por no poder ellos hacer lo mismo.

La mirada de Ginzburg muestra una profunda melancolía hacia una vida que intenta salir hacia delante y no encuentra el camino; o, peor aún, lo encuentra, pero transitarlo es casi imposible. El estilo conciso y preciso, exento de ornamentos, ayuda, como hará en la obra posterior de la escritora, a transmitir una emotividad que resulta seca, distante, pero que deja entrever el cariz tan personal que tenía para Ginzburg El camino que va a la ciudad. Una novela que, no obstante, muestra algunas carencias a la hora de hilvanar el conjunto, con voces que quedan dispersas en el conjunto, algo que después Ginzburg dominará ampliamente, lo cual denota el trabajo de refinamiento estilístico que llevaría a la escritora a dar luz a algunas obras tan excelentes como Querido Miguel, Nuestros ayeres, Léxico familiar o Valentino. Todas ellas ya presentes en El camino que va a la ciudad