Todo comenzó cuando se estrenó Castillos en el aire, un texto de Fermín Cabal. Era la primera obra del teatro español dedicada la corrupción política. Estábamos en los albores de los años noventa, y a diario nos desayunábamos titulares de prensa sobre cohechos, contabilidad en negro, saqueos de las arcas públicas... La triste realidad política subía al escenario para no bajar, pues a este texto lo siguieron otros, en general con un tono más reflexivo que de denuncia, y en muchos casos, humorístico.

Un hito en esta línea argumental fue la absolutamente genial Alejandro y Ana: lo que España no pudo ver del banquete de la boda de la hija del presidente, un montaje de 2003 que les granjeó un Max a sus autores, Juan Mayorga y Juan Cavestany, e interpretaba la compañía Animalario. En los últimos años, las preferentes, las tarjetas opacas o los sobres han sembrado munición para los dramaturgos, que, en el último año, han llenado las salas de sátiras contra las corruptelas, como Poder absoluto, de Roger Peña; Ruz-Bárcenas, de Jordi Casanovas; o Marca España, de Alberto San Juan.

El Teatro Lara de Madrid abre ahora las puertas de su sala off –bonita y con buena programación, pero incómoda y con poca visibilidad en algunos asientos- a otro montaje que carga contra los corruptos: El Tesorero, inspirado en el caso Bárcenas. Una comedia de José Ignacio Tofé, ágil, muy bien interpretada por dos actores con mucha fuerza y vis cómica (Mario Tardón y Juan Carlos Vellido) que nos abre las trastienda de los despachos de unos ministerios. Hablamos con Mario Tardón.

El Tesorero trata de un ministro de Cultura que, a su llegada al ministerio, cree que todo funciona como en la Comunidad Autónoma de la que procede. ¿Es más ingenuo o más ladrón? Buena pregunta. Él pasa de ser cabeza de ratón a cola de león, y en su ADN se mantiene esas “ganas de pillar cacho” pero claro, ahora entra en el gobierno de España, y ahí las cosas son diferentes. Todo está organizado, centralizado, así que peca de ingenuo desde el primer día.

¿Podemos identificarnos con él? Obvio, y ahí radica para mí lo más bonito de mi trabajo como actor. Dotar a todas las personas que encarne de humanidad, de sentimientos encontrados, de sensibilidad... Creo que en esta vida no hay maniqueísmos, todos tenemos varias caras, y lo que nos describe es cual mostramos en público, pero no voy a obviar las otras. Para hacer un trabajo honesto has de llenar todas las capas y así, al final, es normal que la gente acabe empatizando con cualquier tipo de personaje.

Si tú fueras –de verdad- ministro de Cultura, ¿qué harías? Puf, la verdad, aceptar un curro así sería lo último que haría, me daría pánico tomar cualquier decisión. Pero vamos, así de primeras, intentaría rodearme de gente más lista que yo, con más experiencia y a la que admirase, culturalmente hablando, y tener con ellos una reunión semanal, así a primera hora del lunes, para hablar de cosas. Me parece que la gente que está en el Congreso se olvida un poco de todo lo que pasa en la calle, y hablando se entiende a la gente. Y sobre todo, cuidaría a los grandes damnificados, como la gente de la danza, que me dan una pena que no puedo expresar. Son unos artistas que sacrifican su propio cuerpo y las instituciones les dan la espalda sistemáticamente. Son héroes.

La corrupción y la crisis que están cayendo han devuelto la política a las preocupaciones prioritarias de los españoles. ¿Y también de la gente del teatro, o de ahí nunca salió? Sí, efectivamente el teatro político nunca ha dejado de existir. Es quizás, inherente al arte teatral en sí. El teatro habla de la vida, de las relaciones de las personas, y obviamente la política o las estructuras sociales siempre han sido y serán grandes inspiradoras para los dramaturgos. Nosotros hacemos sátira política, y hablamos desde la perspectiva de los ministros en un ministerio. Y eso me parece que es lo que hace diferente a nuestra obra. Tienes la sensación de colarte en un sitio donde nunca has estado y ver cómo esta gente afronta los problemas, ver lo que de verdad les preocupa, lo que de verdad les interesa, lo que les hace reír. Cuando leí el texto de Tofé por primera vez, fue lo que más me gustó y sorprendió, parece que haya sido político.

La corrupción es un tema muy serio, aquí tratado entre risas. ¿Se puede hacer humor de cualquier cosa? A esto te voy a responder rápido, alto y claro: SÍ. Y quién diga lo contrario, no tiene sensibilidad. La risa siempre es limpia y siempre nos ayuda a encontrar un lugar entre la gente que nos rodea. El límite no existe. El límite lo pone el otro, pero no necesariamente el “afectado”. Irene Villa ha manifestado en numerables ocasiones lo mucho que le gustan los chistes sobre ella. Normalmente los que se quejan sobre los límites del humor son gente con inseguridades que temen no saber reaccionar ante esto. Cuando uno se da cuenta de que para reírse de todo hay que empezar con uno mismo la gente se asusta, normal. Pero no sabes la libertad que supone ser consciente de las debilidades personales. Si nadie te puede hacer daño, eres invencible. Y la vida mola bastante más así. En serio.

El Tesorero salta de La Casa de la Portera al Lara. De una sala de las llamadas “alternativas” a un teatro de los de siempre, aunque en su sala off. ¿Dónde se está mejor? Pues la verdad, cada lugar es diferente y los dos tienen un encanto maravilloso. A los que nos gusta hacer teatro la cercanía del público es un extra maravilloso. En “La pensión” y en “La casa” la cercanía es tal que se produce un rara avis teatral: como actor tienes que interpretar cinematográficamente pero del tirón te marcas una hora y media de espectáculo. Y esto lo aprecian por igual el actor y el espectador, se produce una relación increíble. Y estar en la sala off del Lara pues es una bendición, con una capacidad de unas cien personas el espectáculo toma otra dimensión y lo bueno de este teatro es que tiene público, tiene espectadores que de otra manera no accederían a tus creaciones, y claro, eso es fantástico. Ayuda mucho a dar a conocer a dramaturgos, directores y actores por parte del público más comercial. Así que, bien-bien, se está en los dos sitios.

¿La proliferación de esas salas alternativas es un síntoma de buena o mala salud del teatro? Buena, buenísima. La parte buena de la malísima situación en la que vivimos es que nos moviliza mucho a todos, nos hace tomarnos menos en serio y nos ayuda a ponernos el mono de trabajo y crear como locos. Si no tengo teatro, me lo fabrico; si no tengo obra, me la escribo; si no tengo público, lo busco. No sé, me gusta esta ebullición. Me siento cómodo cuanto más en el borde del precipicio estoy.

No es la primera vez que te enfrentas a un papel más humorístico. ¿Temes encasillarte? Ay, hija… Ojalá me encasillase (risas). Eso significaría que no paro de trabajar. La verdad es que no tengo la suerte de otra gente que puede escoger. Yo estoy en fase “sí a todo”. Así te lo digo. Lamentablemente, la parte mala de esa ebullición cultural es que al haber más oferta los beneficios bajan, pero te vuelvo a repetir que me encuentro cómodo en estas aguas. Prefiero hacer tres obras de teatro en vez de una y conseguir el mismo beneficio económico final. Ahora estoy en esta situación, hablemos dentro de un par de años a ver qué pienso.

Recientemente has grabado para Hollywood, ¿cómo fue la experiencia? ¿Qué imagen tienen allí de los actores y el cine español? Tuve la suerte de formar parte de dos producciones internacionales que se rodaron el año pasado aquí en España. En junio rodé una escena con Howard Hesseman y Demi Moore; así, como suena. Formaba parte de la película Wild Oats, que protagonizan Shirley Maclaine y Jessica Lange. Y no les decía simplemente “te traigo un café”, teníamos ahí nuestra cháchara. Fue mágico. Y justo después, el señor Kevin Reynolds (director de Waterworld, Robin Hood, Rapa Nui,..) me dio un personaje más extenso para su película Clavius, en la que interpreto al apóstol Andrés. Y ahí tuve la oportunidad de pasar un mes y medio en una producción americana junto a Joseph Fiennes, Cliff Curtis, Tom Felton… Y, qué quieres que te diga. No sólo es una cuestión de dinero. A la gente que dice que ellos hacen lo mismo que nosotros sólo que con más dinero, les daría un tironcillo de orejas. Hacen lo mismo que nosotros, en esencia, pero lo hacen MUCHÍSIMO mejor que nosotros. Son unos profesionales increíbles. Desde el primero al último. Y no sabemos lo mucho que adoran a España y a sus actores. Sienten verdadera devoción por nosotros. Y no es coña, nos admiran muchísimo. Saben lo devotos a este trabajo que somos con tan pocos réditos o beneficios. Para ellos, es una heroicidad.

Además de teatro, has trabajado en cine y en televisión. ¿Qué te gusta más? Todo, lo que más me gusta es trabajar. Donde sea.

¿Qué miembros del gobierno te gustaría que fueran a ver la obra y qué te gustaría que aprendieran? Pues me gustaría hacer una función en la cárcel con todos los que están, y los que falta que entren, y luego compartir unas cañas con ellos y que se sincerasen de verdad, ya a toro pasado. Me encantaría ver enzarzarse en una conversación carcelaria a Bárcenas con Granados. Imagínate: “Jo, macho, es que te lo montaste muy bien”. “No te creas, mi mujer, que siempre ha sido muy recatada, no me dejó, pero, si por mi fuese, habría pillado el doble”. “Bah, total te quedas con la pensión de 2.500, ¿no?”. “Y con lo de Suiza”, “¡Y con lo de Suiza! qué jefe eres…”.

El Tesorero. Teatro Lara de Madrid. En enero, los martes a las 22h. En febrero y marzo, los domingos a las 13h. www.teatrolara.com