Tal día como hoy, un 14 de marzo de 2020, todo se paró cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, decretó el estado de alarma. Los tambores de guerra, en este caso contra un virus, llevaban semanas sonando, aunque se podría decir que no fue hasta días anteriores cuando el mundo entero fue realmente testigo de la magnitud de los hechos. Ni siquiera entonces, pues en un principio el anuncio del Ejecutivo iba para 15 días en los que nadie debería salir de casa, tampoco para acudir a clase o al trabajo. La medida encuentra su único precedente en 2010, con el equipo de José Luis Rodríguez Zapatero y la huelga de los controladores aéreos, aunque el motivo y, por ende, las derivadas de aquella decisión no se parecieron en nada a las más recientes, que sí fueron más extremas y supusieron, en su caso, el encierro total.
“Como saben, España se enfrenta a una pandemia que es global y a la que vamos a dar respuesta. Con todos los recursos sanitarios. Nuestra preocupación es la de salvar a los españoles. Activamos el estado de alarma y no nos va a temblar la mano conta el virus”, señalaba contundente, el máximo responsable de Moncloa. El resto de la rueda de prensa fue dirigida principalmente a explicar las medidas adoptadas.

Calles vacías y unos pocos contra Sánchez

Con esta situación, siempre fueron más los que cumplieron con lo estipulado, y es que la situación bien lo merecía, pues solo en el momento del decreto del primer estado de alarma, España había notificado 4.200 contagios y un centenar de fallecidos, pero había días en los que el número ascendía a miles. Por ello, lo habitual era ver imágenes hasta entonces impensables como la de las grandes capitales (Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, A Coruña…) completamente vacías. Luego llegarían los toques de queda, por lo que la imagen seguiría siendo icónica, pues la gente salía a hacer deporte o a verse con sus seres queridos -normalmente con distancia- en el tramo requerido.

Las tardes con Fernando Simón
Con todo, si hoy preguntas por la calle cuál es la primera persona que a uno se le viene a la cabeza cuando se habla del Covid, esa es Fernando Simón. Director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) salía cada tarde, normalmente en compañía de Salvador Illa, entonces ministro de Sanidad, para informar de la situación y la famosa ola de contagios. Su cercanía y algún que otro episodio divertido, como el que propició tras haberse comida una almendra, le hicieron ganar simpatía de cara a la opinión pública -hasta se hicieron camisetas con su rostro- aunque también tuvo como detractores a los sectores más reaccionarios.

Lugares icónicos
Lo más duro de la pandemia desde el decreto del estado de alarma se vivió, sin embargo, en los hospitales, residencias de mayores y centros sanitarios. De hecho, se habilitaron lugares para poder dar un sitio a los cuerpos sin vida que llegaban cada día, siendo el más recordado, seguramente, la morgue improvisada en el Palacio de Hielo de Madrid.

Los lugares, no obstante, no siempre son recuerdos de algo negativo durante la pandemia, pues si hay que sacar algo en positivo de aquellos meses es que la ciencia volvió a exhibir músculo y a recordar por qué es necesaria la investigación. A finales de diciembre de 2020 se vacunó Araceli en Guadalajara, todos la recordarán por ser la primera española en vacunarse contra el Covid. Después la normalidad se iría recuperando de manera muy paulatina, precisamente, gracias a los fármacos. La respuesta de la población fue, frente al negacionismo de unos pocos, unánime y el clamor popular acudió a sus hospitales y, al principio, a sitios habilitados exclusivamente para ello. Teatros, estadios de fútbol, hospitales de pandemia. Como nombres propios se pueden destacar el entonces Wanda Metropolitanos, estadio del Atlético de Madrid o el Enfermera Isabel Zendal, al que después le han ido creciendo las polémicas.

¿Qué nos queda?
De aquellas tardes de gimnasia en casa, días de videollamada con amigos y noches por whatsapp entre las parejas que vivían en diferentes comunidades y tardaron más en verse, queda una experiencia que ojalá nunca se repita, pero haya servido -aunque a veces parece no haber sido así- para valorar lo que se tiene al lado; y es que la histeria colectiva daba de vez en cuando un tregua y sacaba lo mejor de nosotros, proyectado en una ola de solidaridad entre la población y un ejemplo más de lo que la sanidad y la ciencia son capaces.
Sanitatios aplauden desde los balcones a sus compañeros.
También los cuerpos militares, cuyo trabajo a veces no aprueba en las encuestas pero que en aquel entonces demostró su capacidad humanitaria, encarnada en la UME. Los aplausos desde la ventana hoy quedan reducidos, seguramente y con especial fuerza por el ala política, al abandono. No está de más recordar de que los fueron capaces todos los sectores profesionales, máxime en una carrera electoral como la que nos encontramos.

En cuanto a datos, en el momento de publicación de estas líneas, la pandemia se ha cobrado la vida de 119.618 personas en nuestro país, aunque el reciente fin de las mascarillas en el transporte público nos ha despertado, ya casi definitivamente, de la pesadilla.