Carlos Mazón ha dimitido. Tras una mañana de sí, tal vez, quién sabe, el ya expresident ha hecho caso a su facultativo a las 15.15 horas, firmando su renuncia oficial y deslizando la idea de una baja laboral en diferido que le aleje de la primera línea unas semanas. Tras jugar a la ruleta rusa con los nombres de su sucesión, dependiente de sus garantías de mantener el aforamiento, el otrora líder del Consell ha comparecido este lunes a las 9.00 horas, haciendo coincidir su entrada al Palau con la de Maribel Vilaplana a los juzgados de Catarroja.
La caprichosa coincidencia terminaba media hora después, cuando Mazón, tras soltar una retahíla de burdas mentiras atajadas hace meses por la jueza de la DANA, hacía una curiosa petición a la ciudadanía: “Que sepan diferenciar a quien comete un error y a una mala persona”. Mismo mensaje que el pronunciado pasado el mediodía por Feijóo: “Mazón ha dado una lección al Gobierno (…) Hace mucho más tiempo que debería haberse ido Sánchez, y se irá”.
El “error” de Mazón o la “lección” de Feijóo se ha calculado milimétricamente durante todo el fin de semana. El primero estudiaba su respuesta junto a su equipo cercano en Alicante. El segundo pedía clemencia, no para los valencianos sino para sí mismo, desde Madrid. En medio, cruces de llamadas y quinielas para una interinidad que permita al verdugo mantener acta, sueldo y aforamiento.
Juan Francisco Pérez Llorca, escogido por el mazonismo, o María José Catalá, predilecta de la dirección nacional, se pondrán al frente de la presidencia interina. Esta guerra civil dentro del PP, un pulso revestido de unidad entre “compañeros”, ha dado el pistoletazo de salida con la firma de la dimisión, momento en el que se ha permitido que los plazos legales avancen y la reconstrucción moral permita un suspiro entrecortado de las víctimas: “No ha dimitido. Lo hemos dimitido”, sentenciaba este mismo lunes la presidenta de la Asociación Víctimas Mortales DANA 29-O, Rosa María Álvarez.
Las lágrimas de los suyos, las de las víctimas, las que dan forma con certificados de defunción y denuncias de desaparición a los tomos judiciales que se leen en Catarroja, opacan a las de Maribel Vilaplana, la periodista con la que Mazón disfrutó de una copiosa sobremesa mientras centenares de personas se ahogaban a escasos kilómetros.
Entre sollozos, Vilaplana, protagonista involuntaria, deslizaba compungida en sede judicial que no tiene el ticket del parking, que Mazón no se mostró nervioso en ningún momento, que le llamaron en reiteradas ocasiones, que se cambió de ropa antes de salir del restaurante, que firmó un misterioso documento durante la comida, que, en definitiva, como dijo la persona de su máxima confianza que la ha acompañado en este año de silencio, que “comer con Mazón fue lo peor que le ha pasado en la vida”. La mejor respuesta a su llanto, tan recurrente que ha amagado con la suspensión de la declaración en más de un momento, la ha dado la propia jueza: “Usted no es responsable de nada. En todo caso lo es la persona con la que estaba”, trataba de tranquilizarla Nuria Ruiz Tobarra.
Un responsable que sabe que lo es, y precisamente es en esta condición no asumida en la que se ha cimentado su huida hacia adelante: como diputado autonómico o incluso como senador en un futuro, pero protegido de la más que previsible imputación que ostentaría si no fuese por las curiosas salvedades de la democracia.
"Ya no puedo más", ha dicho Mazón. El resto tampoco.
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