Un nuevo estudio internacional liderado por la Universidad de Waterloo, en Canadá, plantea dudas sobre la relación entre soledad y mortalidad en adultos mayores que reciben atención domiciliaria. Publicado en el Journal of the American Medical Directors Association, el trabajo sugiere que, al menos en este grupo, sentirse solo no estaría vinculado con un mayor riesgo de muerte una vez considerados otros factores como la edad, el estado de salud o las condiciones de vida.

La epidemia de la soledad

La soledad fue reconocida como una epidemia de salud pública en Estados Unidos en 2023, cuando el entonces director general de Salud Pública, Vivek Murthy, alertó sobre sus posibles efectos en la salud física y mental. En ese momento, se citaban estudios que la relacionaban con mayor probabilidad de enfermedades cardíacas, depresión, demencia y muerte prematura.

La soledad podría no aumentar el riesgo de muerte

En la nueva investigación, los autores analizaron información de más de 380.000 personas mayores de 65 años atendidas en sus hogares en tres países: Canadá, Finlandia y Nueva Zelanda. Esta población, explican los investigadores, es especialmente relevante porque suele presentar problemas de movilidad, discapacidades sensoriales y necesidades médicas complejas, lo que puede aumentar su aislamiento social.

De forma inesperada, el análisis reveló que los adultos mayores que se identificaban como solitarios presentaban un riesgo ligeramente menor de morir en el plazo de un año que aquellos que no declaraban sentirse solos, una vez ajustados otros factores de riesgo. “Nuestros hallazgos sugieren que la soledad podría no aumentar de forma independiente el riesgo de muerte”, afirmó Bonaventure Egbujie, autor principal del estudio y profesor de la Facultad de Ciencias de la Salud Pública de Waterloo.

Sigue siendo una preocupación

Esto no significa, advierten los autores, que la soledad no siga siendo una preocupación importante. “La soledad es una grave amenaza para el bienestar psicológico”, señaló John Hirdes, también investigador del estudio. “Aunque no se traduzca directamente en una mayor mortalidad, sus consecuencias en la salud mental justifican que siga siendo una prioridad para la salud pública”.

La complejidad de la soledad

El estudio muestra además que la prevalencia de la soledad varía entre países. En Canadá, el 15,9 % de las personas en atención domiciliaria declararon sentirse solas, frente al 24,4 % en Nueva Zelanda. Llamativamente, quienes tenían mejor salud física y menos apoyo informal eran más propensos a experimentar soledad, lo que apunta a una relación compleja entre estado físico, necesidades de cuidado y conexión social.

Los autores concluyen que es necesario seguir investigando y que los servicios de atención domiciliaria deberían implicarse más en promover el contacto social, considerando la soledad como un asunto de calidad de vida.

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