Cuando una relación sentimental llega a su fin, no solo se interrumpe una convivencia o se cancelan planes a futuro. También queda algo mucho más físico que emocional: los objetos compartidos. El psicólogo Luis Miguel Real ha querido poner el foco en este detalle poco comentado, pero que forma parte del proceso de duelo tras una separación.
Objetos que pesan más de lo que parecen
Según explica el terapeuta en una publicación reciente en X (antes Twitter), una de las partes más difíciles tras una ruptura es decidir qué hacer con las cosas que recuerdan a la otra persona: “Después de una ruptura, una de las cosas más jodidas y menos habladas es qué hacer con los objetos compartidos. Las fotos, los regalos, las cartas, esa sudadera que aún huele a él o a ella. Las entradas al concierto, los mensajes guardados, ese peluche ridículo que os hacía gracia”.
Real considera que estos elementos tienen una carga emocional que muchas veces se pasa por alto, pero que puede afectar el estado anímico durante el proceso de duelo: “Todo eso que, aunque parezca insignificante, se convierte en una bomba emocional cada vez que lo ves"
Después de una ruptura, una de las cosas más jodidas y menos habladas es qué hacer con los objetos compartidos. Las fotos, los regalos, las cartas, esa sudadera que aún huele a él o a ella.
— Luis Miguel Real 🧠 Psicólogo (@LuisMiguelReal4) July 22, 2025
El peso emocional de lo cotidiano
Para el experto, mantener estos objetos a la vista puede dificultar el avance emocional tras la ruptura. “No se trata de quemarlo todo en un ritual dramático (aunque si te ayuda, adelante). Se trata de reconocer que esos objetos no son neutros. Que los ves y te remueven.Que activan recuerdos, idealizaciones, culpas, deseos. Y que si sigues rodeado de todo eso, tu cerebro lo interpreta como que aún hay algo pendiente", señala.
El problema, explica, es que rodearse de estas cosas puede hacer que el cerebro interprete que la relación aún no ha terminado del todo. “Y así no puedes avanzar”.

Alejar para poder sanar
Luis Miguel Real propone una medida sencilla pero eficaz: apartar del día a día los objetos que conectan con la relación pasada. No hace falta tirarlos si tienen valor emocional, pero sí sacarlos de la vista para evitar pensamientos intrusivos o malestar recurrente.
“Puedes guardar lo que aún tenga valor real en una caja, lejos del día a día. O puedes regalar, tirar o devolver lo que solo te conecta con el dolor. No por odio, sino por higiene emocional”, explica. Lo importante es entender que conservarlo a la vista puede alargar el proceso de duelo.
Dejar ir también es ordenar
El psicólogo concluye que aferrarse a esos recuerdos materiales no solo prolonga el dolor, sino que lo complica: “Aferrarse a los objetos es muchas veces una forma de no soltar del todo. De seguir teniendo un pedazo del otro cerca. Pero eso solo estira el duelo, lo emborrona, lo hace más largo de lo que debería. Porque no estás haciendo espacio para lo nuevo”.
En un momento en que se habla cada vez más de salud mental, este tipo de reflexiones ayudan a visibilizar aspectos cotidianos de los procesos emocionales que, aunque parezcan pequeños, también cuentan. Y mucho.