Y el caso es que  los escenarios donde se están ejerciendo  estos efugios no pueden ser más serios y respetables: en el Congreso de los Diputados, corazón de nuestra  democracia, y en la sala del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana.

En Valencia, el juicio al ex presidente Camps por un delito de cohecho impropio, está deparándonos escenas que al mismísimo Berlanga –tan conocedor del espíritu y el talante de sus paisanos- le habrían  resultado difíciles de  imaginar.

Testigos que parecían de cargo pero que sufren, de pronto, extraños ataques de desmemoria,  de arrepentimiento,  de un miedo insoportable –que todo podría ser- o de un sobrevenido instinto de conservación.

Hay quienes, tras haberse declarado culpables,  proclaman ahora su inocencia, invocando pasadas angustias que prefirieron cortar por lo sano.

Y  hay también quienes deciden –y están en su derecho- no contestar a ninguna pregunta. Alguno después de haber hecho un manifiesto previo para el que, como testigo que era, debería habérsele tomado juramento.

Yendo por delante la presunción de inocencia de los dos acusados  -faltaría más- , la sensación de tomadura de pelo a que se está sometiendo a la ciudadanía a costa de las esperpénticas explicaciones de unos  y de otros,  sobrepasa con creces  la capacidad de aguante de cualquier sociedad civilizada. Escuchar como El Bigotes asegura ante el tribunal que no se regaló ningún traje a los inculpados, cuando hay dos condenados que, digan hoy lo que digan, reconocieron en su día haber recibido los trajes.

En cuanto al Congreso de los Diputados, resulta que los abertzales han ido a pedirle árnica al Rey, y casualmente, por insólito que parezca, coinciden con la Monarquía en que el grupo mixto es demasiado numeroso y que ellos sobran. Por eso es mejor que tengan grupo propio y cobren una jugosa aportación económica.

Y que decir de Rosa Diez, tanto afán tiene por salir del mixto, (seguro que no es por los ingresos que supone) que ha llegado a una componenda con el único diputado que consiguió Francisco Álvarez Cascos.  Como iban a imaginar  los votantes de izquierda que le otorgaron su confianza que la líder de UPyD iba a tener tan pocos remilgos para aceptar compañeros de viaje tan de derechas.  Y es que París bien vale una misa.

Victoria Lafora es periodista y analista política