Hasta ahora las administraciones y los servicios públicos eran neutrales e imparciales en sus actuaciones por respeto a la legislación vigente y a la ciudadanía, que les paga a través de los impuestos. Pero, desde que el trumpismo empapa las estrategias y los argumentarios de los partidos de derecha y extrema derecha, en España asistimos a una subversión absoluta de los principios de ética política.
Aznar abrió la veda para el todo vale con su invitación a que los suyos hicieran todo lo posible y hasta lo imposible para derrocar al Gobierno actual, el que preside Pedro Sánchez. Así, sin matices, ni el más mínimo pudor, en Andalucía, el presidente de su Parlamento autonómico, Jesús Aguirre, cerró el otro día una discusión en un pleno con un "Me da la gana."
La multitudinaria manifestación celebrada el domingo 26 en Sevilla ante la fachada de la Presidencia de la Junta de Andalucía contra la política sanitaria de Juan Manuel Moreno Bonilla, a quien se le pidió la dimisión, no contó con la neutralidad debida del transporte público urbano dependiente del ayuntamiento, gobernado por el PP. Tampoco el metro.
Los dos citados servicios públicos mantuvieron sus frecuencias dominicales sin ningún refuerzo, como ocurre cuando hay partidos de fútbol, procesiones u otros eventos festivos, sino que incurrieron en incidencias que sorprendieron a los usuarios, como no parar en algunas paradas pese a no ir completos o ralentizar las frecuencias de paso.
El malestar provocado entre los asistentes por estas anomalías en el transporte público fue uno de los temas dominantes en todos los corrillos, hasta el punto de ser abordado desde el escenario de los oradores que cerraron la concentración.
El globo de la marca Juanma ha pinchado en un tema vital para toda la población: la salud, que es lo más importante por encima de cualquier otra consideración política. Con la vida no se puede jugar, esta no es una cuestión como la condonación de la deuda a las autonomías, boicoteada también por las comunidades gobernadas por el PP, o la fantasiosa propaganda de que Andalucía lidera los mejores parámetros de España, cuando en realidad estamos a pie de página en casi todo.
La comunicación ha fallado estrepitosamente en esta crisis, quizás porque es imposible convencer al ciudadano de que es mentira la nefasta gestión sanitaria que padece en primera persona, con citas tardías, si las hay, aglomeraciones y caos. Además, el Partido Popular ha respondido tarde, mal y con opacidad, negándose a ser transparente en un asunto tan vital y trascendente.
Si desde la sede central de los populares se recordó hace unos días que mentir no es ilegal para defender a uno de los suyos, Miguel Ángel Rodríguez, el estratega en jefe de Isabel Díaz Ayuso, olvidar que también es un pecado, puede abrir aún más las puertas del infierno por el que apuestan cada día en sus discursos.