España recibirá del banco europeo 100.000.000.000 de euros para “rescatar” a uno de los sectores que impulsaron la crisis, un sector que no ha dejado de tener beneficios millonarios, la banca; y los intereses de ese préstamo engordarán el déficit público entre 1.500 y 3.000 millones de euros anuales. Es decir, los intereses no los pagarán los beneficiarios de ese rescate, sino los propios ciudadanos. Y, para más inri, los ciudadanos verán recortados hasta límites vergonzosos sus prestaciones, sus servicios públicos, sus derechos democráticos, porque, entre otras cosas, el propio prestamista lo exige para supuestamente “saldar” las cuentas españolas con las de Bruselas. En resumen, aunque según Rajoy el rescate es como quien gana una lotería, la realidad es que nos deja a España y a los españoles al filo de la navaja.

Y el asunto es de locos, es como premiar al asesino con un regalo cuyo valor tendrá que devolver el asesinado, a quien se deberá asesinar un poco más, y además tendrá que pagar, después de muy muerto, los intereses. Es como condecorar al ladrón y hacer pagar el precio de la condecoración, más intereses, a la víctima del robo ¿Alguien, en su sano juicio, lo entiende? La única explicación para tamaño disparate es que el neoliberalismo continúa campeando a sus anchas en los despachos europeos, es que los que toman las decisiones en Europa están al servicio de la banca y del capital, y desprecian descaradamente los valores democráticos que solían ser un faro de guía del devenir europeo.

Ni el Banco Central Europeo ni el gobierno Rajoy se mueven por la democracia ni por las personas, sólo se mueven por el dinero, y por encumbrar, como tótem emblemático de la Europa que construyen a su medida, a esos intereses macroeconómicos y esos mercados financieros, que engrosarán sus beneficios en la misma medida en que la ciudadanía vaya perdiendo autonomía económica, autoestima y dignidad. Y, como dice Krugman, “…hará falta una catástrofe sin paliativos para que haya alguna acción política real que vaya más allá de los rescates bancarios”. Porque, efectivamente, los políticos que nos gobiernan carecen de disposición alguna por defender o proteger al ciudadano, porque su cometido no es protegerles, sino explotarles.

En palabras más coloquiales, los ciudadanos estamos teniendo consciencia de estar siendo manipulados, manejados y estafados al servicio del interés indecente de unos pocos. Estamos dándonos cuenta de que se está socavando gravemente la democracia que nos ha amparado. Nos queda lo que somos, no lo que tenemos. Nos quedan nuestras ganas de mejorar el mundo, de escapar de las garras de este poder abusivo y tirano, y nos queda la consciencia de que los fondos públicos no emergen de la banca, ni de las primas de riesgo, ni de los políticos, ni del poder, sino de los ciudadanos, de millones de personas que, con su trabajo diario, nutren al Estado de esos fondos que algunos se reparten como buitres.

Y me permito plasmar aquí una frase que está circulando por las redes sociales, de autor anónimo, que refleja muy bien el sentir que tenemos muchos ante la obscenidad de que estamos, sin duda, siendo objeto: “Si creen que no podemos hacer nada para cambiar el mundo, se equivocan, ya lo estamos haciendo. Cada uno de nosotros, que tenemos el firme propósito de cambiar la realidad, que deseamos una vida de dignidad para todo ser humano, que queremos respeto hacia la naturaleza y hacia todo ser vivo, somos como pequeñas semillas que el viento dispersa; y cada semilla hará florecer, en algún lugar del mundo, nuevas esperanzas y nuevos aires de democracia, respeto y libertad”. Porque la democracia, el respeto y la libertad son las únicas vías que hacen posible el avance y el desarrollo sostenido y solidario de las sociedades, y son las únicas vías posibles para que pueda tener futuro la humanidad. En ello tenemos todos que comprometernos.

Coral Bravo es Doctora en Filología