Hace mucho tiempo que sabemos que la economía no puede seguir creciendo a costa de los recursos naturales, primero porque se están agotando a un ritmo cada vez más acelerado y segundo porque con ello estamos poniendo en riesgo nuestra propia existencia al alterar las condiciones que hacen posible nuestra existencia en el planeta.

Por eso resulta tan acertada la idea de avanzar hacia un desarrollo más sostenible en el que logremos disociar el crecimiento económico del agotamiento de la naturaleza. La economía circular propone exactamente eso: dejar de crecer a costa de la naturaleza y darles una nueva oportunidad a los residuos para conseguir lo mismo, o incluso más, con menos. 

El reciclaje es uno de los mejores ejemplos prácticos de ese concepto circular de la economía, en el que los residuos pasan a ser recursos. En lugar de acudir a la naturaleza para seguir extrayendo materias primas hasta agotarlas, vamos a recuperar esos mismos materiales cuando los productos lleguen al final de su vida útil.

El reciclaje juega ese importante papel, el de ser a la vez reto y oportunidad. El reto de acabar con el amontonamiento de nuestras basuras en el entorno, desparramadas por todo el planeta, y la posibilidad de convertir esa basura en uno de los principales motores de la economía circular gracias a la recuperación y el reciclaje de los diferentes residuos que la componen.

Separar los residuos en casa y llevar cada cosa a su contendor, es una de las contribuciones más importantes que podemos hacer como ciudadanos en favor del medio ambiente. Los datos que lo demuestran son de sobra conocidos, pero no está de más recordarlos de vez en cuando para no olvidar su transcendencia.

El reciclaje juega ese importante papel, el de ser a la vez reto y oportunidad

El reciclaje de una sola botella de vidrio permite ahorrar la energía que consumiría una bombilla de 100 vatios encendida durante cuatro horas. En un contenedor verde caben unas tres mil botellas. En una calle de una gran ciudad ese contenedor puede llegar a llenarse dos veces por semana. Saquen sus propias cuentas.

Con el reciclado de una tonelada de papel usado se logran salvar de la tala una docena de árboles maduros. Una tonelada es aproximadamente lo que recogen cuatro contenedores azules llenos. Por eso reciclar el papel y cartón que se genera como residuo en el hogar, el trabajo o la escuela equivale a plantar árboles.

El aluminio del que están elaboradas las latas de bebida se recicla infinitas veces. El aluminio reciclado consume un 95% menos de energía que el que se obtiene de la bauxita y evita la emisión de 10 toneladas de CO2, uno de los principales gases con efecto invernadero cuya acumulación en la atmosfera está provocando el actual cambio climático.

Podríamos seguir con muchos más datos como estos. Unos datos que demuestran la necesidad de reciclar nuestros residuos para dejar de exprimir los recursos naturales del planeta y dejarles algo a las generaciones futuras. Por ecología, pero sobre todo por responsabilidad: recicla.