Tras los resultados de la primera vuelta ya comentábamos aquí que la papeleta de Sarkozy no era nada fácil. Si se limitaba a hacer la cuenta de la vieja la decisión estaba clara: giro a la ultraderecha y llamamiento, a gritos, para que los votantes de Marie Le Pen evitasen la llegada de la izquierda. El primer problema apareció cuando Le Pen se hizo la sueca, y no dio ninguna indicación a sus votantes para que apoyasen a Sarkozy estando éste ya embarcado en su particular viaje. Abandonó el centro, y el centrista Bayrou volvió la espalda al todavía presidente afirmando que votaría, a título personal, a Hollande. Bayrou acumuló algo más del 9% de los sufragios en la primera vuelta, lo que unido al 11% de Jean Luc Mélenchon y su Frente de la Izquierda volcado en no permitir cinco años más de un conservador en el Palacio del Eliseo, hacía de la marcha de Sarkozy un camino sin retorno. Sería con los votantes de extrema derecha, o no sería, y la máxima se aplicó con un discurso duro, casi desesperado, que terminó por espantar a los más moderados, reafirmó y movilizó al electorado de Hollande y no captó los votos que necesitaba entre los fieles de Le Pen.

Sarkozy, con su estrategia, optó por la vía que su equipo creyó sencilla, pero que a la luz de los resultados tenía más sombras que luces. Le Pen quiere todo el pastel y no se conforma con ser la llave que dé triunfos al centro-derecha de la UMP. Por eso dijo que votaría en blanco en la segunda vuelta, y dejó a Sarkozy tocado y prácticamente hundido. Ella se ve dentro de cinco años disputando presidencia a Hollande, y para eso precisa de la pérdida de personalidad de Sarkozy y su partido. Porque, si alguien quiere votar a la extrema derecha en Francia, ya existe una papeleta, la de Le Pen, que siempre ha defendido esos postulados. Con su doble tirabuzón en el discurso, Sarkozy sólo le ha dado protagonismo a peligrosas ideas y convencido a muchos de los suyos de que quizás ha llegado la hora de ponerse un poco más duros y girar también, pero con el voto a Le Pen en las próximas legislativas. Si el candidato Sarkozy hubiese optado por un discurso más suave, cercano al centro y sin grandes aspavientos, quizás hubiese pescado algo más entre los que apoyaron a Bayrou en la primera vuelta, y desmovilizado a muchos potenciales votantes de Hollande. Se decidió por asegurar un voto que ya tenía, y que sólo le apartó de los caladeros en los que el socialista construyó su victoria. Ahora sólo queda ver si el daño está acotado a estas elecciones presidenciales, o la UMP se resiente también en las próximas legislativas de una estrategia equivocada que ha terminado por dar todo el protagonismo a quien le puede pasar por la derecha.

Ion Antolín Llorente es periodista y blogger
En Twitter @ionantolin