Cuarenta años ya desde que se diagnosticó el primer caso de una enfermedad vírica, infectocontagiosa, que produjo tanto temor como estigmas sociales. Este uno de diciembre, un año más se conmemora el Día Mundial de la lucha contra el VIH/Sida.  Mucho se ha avanzado desde que en los ochenta y noventa, alentado por el miedo y los grupos de extrema derecha y ultrarreligiosos se le llamaba a esta enfermedad “el cáncer gay”, y se pretendía vender como una especie de maldición bíblica. Una vez más, estos señores, garantes de las esenciales constitucionales, y espirituales, hacían gala de su falta de humanidad y su repugnante convicción excluyente. El tiempo acabó demostrando que no era una cuestión de orientación sexual, aunque hubiera prácticas de riesgo en contagio más acentuadas y que, desde luego, los credos no hacían más que demostrar, una vez más, su falta de humanidad, de conocimiento científico y de respeto. Figuras muy destacadas ayudaron a visibilizar esta enfermedad, en especial la del cantante Freddie Mercury, vocalista del grupo Queen, que declaró públicamente que padecía esta infección vírica de la que moriría pocos días después. Hace treinta años que la estrella de la música encaraba a la opinión pública y a los medios de comunicación con una entereza y compromiso no justamente ponderado todavía.  Hoy, afortunadamente, la medicina ha conseguido importantes avances en tratamientos, con los antirretrovirales, que la han convertido en una afección crónica y no mortal como entonces.  Se abren nuevas e importantes vías de investigación en una enfermedad que se suponía incurable, y que hoy sabemos, gracias al caso del llamado “Paciente Berlín”, que es posible curar, con una mezcla de quimioterapia y trasplante de médula, según se ha constatado en los enfermos que necesitaron por una afección añadida de leucemia, esta intervención. También que hay un grupo de población de un 5% que resulta inmune a dicha infección por la inexistencia en su código genético y en sus células de una proteína que necesita el virus para entrar e infectar las células humanas. Todo esto, aún en investigación, abre la puerta a la posibilidad de una cura, y no es la única vía abierta, como se debatirá en un encuentro internacional sobre la enfermedad en la ciudad andaluza de Málaga en estos días.  

Hoy, sin embargo, hay otras cuestiones que necesitan ser inmediatamente abordadas para hacer dignas, respetadas y constitucionalmente protegidas las vidas de los seropositivos. La discriminación laboral a la que han sido sometidos, no pudiendo desempeñar ninguna labor pública, ni como militares, ni como docentes, funcionarios públicos, ni siquiera administrativos, han llevado a muchos de estos enfermos a la exclusión laboral y social, a la marginación, e incluso al chantaje o la mentira en según qué ámbitos laborales. Aunque las nuevas leyes se supone que protegen a los enfermos de la discriminación por esta cuestión, de facto son muchas empresas, aseguradoras y ámbitos en los que se sigue ejerciendo como razón de eliminación para optar a según qué puestos de trabajos o servicios. Llama la atención, por ejemplo, que los seropositivos no sean contemplados como un colectivo especialmente vulnerable ante la infección del covid, ni en su prioridad en ser vacunados; ni con las primeras dosis, ni con la tercera que ahora se plantea. Por otra parte, gobiernos autonómicos, como el presuntamente libertario de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, han recortado tanto el tratamiento preventivo conocido como PREP, fundamental para evitar contagios, que ya sólo dos centro en toda la Comunidad de Madrid lo dispensan, siendo claramente insuficiente para su población de más de seis millones y medio de habitantes, cuando no una premeditada política de discriminación contra un colectivo del que ya sabemos lo que piensa la derecha y la ultraderecha de este país.  

Por su parte, el ministro del Interior ya apuntó que la lucha contra los prejuicios y el estigma "es una cuestión de carácter transversal en la que todas las Administraciones e instituciones tenemos un papel que desarrollar". “Soy consciente de lo que nos corresponde para garantizar un ámbito social donde la igualdad de trato sea algo efectivo”, añadió  Fernando Grande-Marlaska hace tan sólo un año, por estas mismas fechas. "Desde suscribir una hipoteca, un seguro o en el ámbito laboral donde el VIH sigue siendo discriminatorio". Un gran avance, sin duda, en el que no debe temblar la mano a la hora de regular y legislar algo que, incluso constitucionalmente, pertenece al ámbito de la intimidad, y no debiera incumbirle ni constarle, ni debiera servirle de arma de exclusión a ninguna entidad bancaria, aseguradora, empresa, o administración pública.  Conmemoremos pues con lazos rojos esta pequeña victoria y sigamos vigilantes de su cumplimiento. Así que pasen treinta años, y con la esperanza de que las terapias acaben curando esta enfermedad, entretanto, exigir dignidad, respeto, intimidad, y que cada uno viva como desee, con quien desee, y que muera, como escribió el poeta Jaime Gil de Biedma, víctima del mismo mal y de la misma incomprensión “como dicen que mueren los que han amado mucho”.