¿Cómo entendemos nuestro autocontrol? Muchos pensarán que independientemente del qué dirán, o de lo que es legal o no, escogen un estilo de vida y prescinden de determinados hábitos por convicción, pero: ¿Somos plenamente conscientes de qué consumimos y por qué lo hacemos? ¿Tenemos la seguridad de que si estuviera bien visto, o si fuera legal,  o si fuera relativamente saludable, no consumiríamos drogas o dejaríamos de hacer deporte o comeríamos helados cada día?

Según la Encuesta sobre Alcohol y Drogas en la población General en España (EDADES) el consumo de sedantes y tranquilizantes ha superado por primera vez al del cannabis. En un país como España, en el que es legal cultivar semillas de marihuana feminizadas, sigue existiendo una línea invisible que la mayoría de los ciudadanos no se atreven a cruzar: la estigmatización de las “drogas ilegales” lastra el consumo de sustancias más naturales en favor de preparados farmacológicos expendidos con receta médica. De hecho, los hipnosedantes como el lexatin o el trankimazin son las únicas sustancias cuyo consumo ha aumentado respecto al consumo de alcohol, tabaco, cocaína o cannabis.

Quizás, como señalan algunos expertos, esto tenga que ver con la crisis económica que atraviesa el país, y que ha provocado que las personas busquen en ellos un alivio a su ansiedad. Otro dato a tener en cuenta es que es la única sustancia en la que el consumo en las mujeres supera al de los hombres casi duplicándolo, aunque es un dato conocido que la prevalencia de depresión y ansiedad en mujeres es superior.

Los médicos recetan benzodiacepinas y los pacientes las consumen durante años, en vez de acortar los tratamientos y valorar su efecto adictivo. Es decir, que su regulación no evita la dependencia y su legalidad no reduce su consumo. De hecho, sólo el 1,2 del 11,4 que ha consumido hipnosedantes en los últimos 12 meses lo ha hecho sin receta médica, por lo tanto, la inmensa mayoría de su consumo pasa por las consultas médicas. Ahora, con un solo click podemos acceder a todo un mundo de variedades de cannabis, pastillas energizantes, hongos mágicos y otras sustancias estimulantes, pero nada da más confianza que un médico que nos receta, una farmacéutica que nos orienta, y una sociedad que comprende y alienta el uso de “pastillas para dormir”. Esta reciente encuesta nos muestra algo de nosotros mismos, y de lo relativas (y a veces cínicas) que son las fronteras entre lo legal y lo ilegal.

María Olivar es estudiante de periodismo