Recuerdo que el poeta y diputado por Cádiz en Cortes de las Constituyentes, Rafael Alberti, repetía, entre otras perlas de sabiduría, que “los titulares de los periódicos de hoy eran con los que mañana se envolvería el pescado en la plaza”. Lo decía para quitarle gravedad a las cosas que, a menudo, nos herían o exaltaban de las noticias cotidianas. Hoy la inmediatez de las redes sociales, verdadero vehículo de información y desinformación contemporáneo, han multiplicado el vértigo informativo. Nada se sopesa, se decanta, se reflexiona. Todo es inmediato, atropellado y más intrascendente. En una de sus últimas comparecencias antes de su fallecimiento, el escritor y pensador italiano Umberto Eco, afirmaba ante la concurrencia que fue a oírlo en la Universidad de Turín: “el drama de internet es que ha promovido al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad”. Ahora cualquier lerdo, incluso cualquier lerdo con cargo electo, se convierte en “influencer”, “youtuber”, o cualquiera de los términos “trendy”, todo siempre en inglés que es más “cool”, claro, y el nivel intelectual de la sociedad, el pensamiento político y la opinión pública está a niveles subterráneos. Sin embargo, el papel de la información y su compromiso debe seguir siendo garante histórico de lo que sucede, y denunciar la deslegitimación que están sufriendo las instituciones democráticas que tanto esfuerzo costaron, para hacernos gravitar de la dictadura a la democracia, perfectible o no. 

Pasadas ya las escenografías, las sobreactuaciones y los histrionismos de la conmemoración de la Constitución española, en las escalinatas del Congreso de los Diputados por las medidas COVID, sí me parece pertinente detenerme a reflexionar sobre un par de asuntos. Declaró Jaume Asens, uno de los diputados del grupo parlamentario Podemos, socio de gobierno en la coalición actual que preside el presidente Pedro Sánchez, que la Carta Magna Española era “un traje viejo que debe renovarse con la mirada puesta en transformar el país en un Estado Federal y republicano”. Estoy de acuerdo con el señor Asens en que nuestra Carta Magna no tiene por que ser las tablas de la alianza con Dios que bajó Moisés del Monte Sinaí. Ni siquiera estas aguantaron el primer embate y Moisés las rompió al ver que el pueblo adoraba en su ausencia al becerro de oro. Eso sí, hay algunos detalles, que al culto y formado Asens parecen pasársele por alto. La Constitución de 1978 se consiguió, con mucho esfuerzo, porque aquellos que hasta el día anterior habían sido enemigos históricos se sentaron en una mesa y llegaron, con generosidad, renuncias y acuerdos a consensos. Sea repetido muchas veces, pero como otras medias verdades, cuando no mentiras, se siguen repitiendo y calando, no está mal que se vuelvan a decir y que queden por escrito. Que personas tan dispares en lo ideológico como Gregorio Peces Barba, Manuel Fraga, Santiago Carrilo, Gabriel Cisneros, o Jordi Solé Tura, entre otros, se sentasen a confeccionar el armazón de la democracia, legalizando a los partidos proscritos, los sindicatos, y elaborando el difícil texto del 78, es un logro que no se les puede negar. Fotos impagables como la de Dolores Ibárruri “La Pasionaria” y Rafael Alberti, bajando las escalinatas del hemiciclo para tomar posesión de su escaño, eran entonces tan imposibles de creer como las misiones orbitadas al espacio. Es probable, y tiene razón Asens, en que 43 años después, haya cosas que las nuevas generaciones, y las anteriores aún vigentes y vivas, afortunadamente, deban decidir. Puedo compartir con él el espíritu republicano, pero antes que republicano soy demócrata, y habría que recordarle a él y a otros, que el pueblo soberano debe ser quien decida el modelo a seguir de ser consultado: si Monarquía Parlamentaria, como ahora, o República. Confundir el propio deseo con la voluntad democrática de la ciudadanía son tentaciones que hay que embridar para no caer en mesianismos. Y hablando de eso. ¿Alguien cree que hoy en día sería posible unos consensos para reformar la Constitución con la mitad de la generosidad y sentido del deber del 78? Lastimosamente me temo que no hace falta que responda... la incomparecencia de los líderes independentistas y nacionalistas escenifican lo mal que han entendido que su discurso, aspiraciones y conquistas, serían imposibles sin el marco democrático y constitucional que tenemos. La mima incomparecencia del líder de la extrema derecha, Santiago Abascal, de VOX, que nunca debieron ser legalizados porque no respetan la democracia aunque vayan de salvadores de la patria y de la misma, como los golpistas del 36, evidencia que han llegado para destruir desde dentro las instituciones, como un cáncer hace con un organismo sano, y no para construir nada.  El seguidismo que hace de la extrema derecha el señor Pablo Casado y su PP, convierten en la comparativa a la Alianza Popular de Manuel Fraga, que fuera ministro del dictador Franco, en un sensato y moderado partido liberal de centro, como la desaparecida UCD de Adolfo Suárez; y sobre el Ciudadanos de Inés Arrimadas, alguien debería decirles que están muertos y no se han dado cuenta porque,  entre los tránsfugas al PP, como en la Comunidad de Madrid y de Murcia, y que se han empeñado en demostrar que para ser de centro cada vez que han podido han dejado claro que son de derecha, les queda el telediario de las próximas elecciones. A la nueva líder de Podemos y vicepresidenta segunda del gobierno, Yolanda Díaz, cosa que no está claro porque amaga con nueva plataforma de izquierdas, decirle que no se puede estar dentro y fuera del gobierno, como le pasó a su predecesor Pablo Iglesias, y darle armas al adversario con las que seguir atacando y erosionando al gobierno de coalición y las instituciones. Paciencia, y ya habrá tiempo de hacer campaña. Con estos mimbres, parece bastante imposible una reforma y actualización de la Constitución española, porque falta altura de miras, generosidad, compromiso, y ganas de servir, en serio, a la sociedad española. A pesar de ser un agnóstico metódico, recuerdo las palabras de Ignacio de Loyola cuando decía que “en tiempos de zozobra, mejor no hacer mudanza”. Esperemos que pasen estos tiempos de zozobra, y que encontremos nuevos padres de una nueva constitución, dignos nietos o biznietos de los anteriores. Aunque la verdad, no me queda en eso, como en otras muchas cosas, ni fe, ni esperanza, ni casi caridad…