Ucrania demanda con urgencia tanques, cazas F-16, sistemas de defensa antimisiles y demás armamento para hacer frente a la agresión rusa. Pero estas son las peticiones del Gobierno de Kiev a sus aliados de la OTAN, la lista de lo que necesitan los civiles ucranianos pasa por productos mucho más domésticos como los generadores diesel para combatir las consecuencias de los apagones, equipos autónomos de calefacción como las estufas de leña o carbón y un largo etcétera de bienes encarecidos por la escasez.

A esta lista habría que añadir paneles solares fotovoltaicos y generadores eólicos pequeños y medianos, los molinos de viento que antes se veían en casi todas las granjas, que servirán para una autonomía energética distribuida. Los dispositivos de autoconsumo no dependen de las grandes infraestructuras, como las centrales térmicas o las nucleares o las refinerías de petróleo, que han sido los primeros objetivos del ejército invasor.

La crisis energética derivada de la guerra de Ucrania nos ha hecho ver cómo todos los países han elaborado sus políticas energéticas al dictado de los intereses de petroleras y eléctricas, a las que convenía concentrar la producción en grandes centrales y asegurarse el negocio de las redes de distribución.

Con las energías renovables ha ocurrido lo mismo que con las fósiles: apuesta por los macroproyectos de centrales solares en suelos agrícolas y parques eólicos con aerogeneradores gigantes que son la regla y la excepción del autoconsumo en viviendas, naves, fábricas e infraestructuras públicas o privadas.

Ahora las élites económicas de eléctricas y petroleras nos venden las virtudes futuras del hidrógeno verde fabricado en países como España con mucho potencial de renovables y llevado hacia el Norte por hidro gasoductos como el BarMar, impulsado hace unos días en la cumbre entre Macron y Sánchez. El futuro conducto entre Barcelona y Marsella transportará gas a corto plazo e hidrógeno verde a medio y largo, y aspira al 21% de los fondos energéticos de la Unión Europea.

Falta voluntad política para llevar la transición energética justa a esos barrios hartos de apagones diarios que, como en Sevilla, claman contra la falta de energía que sufren, en parte, por la poca inversión en sus redes eléctricas. 

Las administraciones públicas deben invertir en proyectos de autoconsumo para paliar la pobreza energética de los barrios más vulnerables y no dejarlos al libre albedrío de los empresarios y particulares que tengan dinero para abordarlos en sus negocios o en sus viviendas o segundas residencias.

Como hemos repasado, hay una brecha enorme entre las estrategias corporativas de las élites económicas, políticas o militares y las necesidades de la sociedad civil, de las clases populares, que son la inmensa mayoría.