Desde hace mucho tiempo, sobre todo, desde que los derechos de las mujeres empezaron a ser protagonistas de las leyes y la vida, hemos visto campañas instando a las mujeres que denuncien. Que denunciemos aquellos delitos de los que seamos víctimas, esos que se comenten contra nosotras por el hecho de ser mujeres, como la violencia de género o los delitos sexuales.

Era necesario. Pero había que dar un paso más, y está costando. No solo tenían que denunciar las víctimas, sino también quienes conozcan de la existencia de uno de estos delitos. Aunque no siempre este testimonio tiene valor.

Me explico. Nos llenamos la boca diciendo que denunciemos la violencia machista porque es un delito que afecta a toda la sociedad, pero es una verdad a medias. Los golpes, las amenazas, hasta las vejaciones leves son un delito público, pero las agresiones sexuales no lo son. Siguen necesitando denuncia de la víctima, salvo que se trate de menores o personas especialmente vulnerables, en que puede denunciar el Ministerio Fiscal. Y eso significa que, si una violación se cometiera delante de muchos testigos y estos denunciaran, si la víctima no quisiera hacerlo, el hecho quedaría impune. Y, lo que es casi peor, el violador podría seguir cometiendo sus tropelías.

Los delitos contra la libertad sexual siguen siendo semipúblicos, y ese es un cascabel que nadie quiere poner al gato. Aunque haya testigos o una grabación, no hay nada que hacer si la víctima no quiere dar el paso. Y no siempre es fácil. Porque aun no hemos dado con la fórmula ni los medios para evitar que el proceso judicial que sigue a la denuncia se convierta en una nueva tortura.

¿Por qué esta materia sigue sometida al régimen de denuncia previa cuando otros bienes como el patrimonio gozan de la total protección que supone que sus vulneraciones no necesiten denuncia? Aunque la respuesta no es fácil, arrastramos inercias de otra época, una época donde el bien jurídico protegido no era la libertad sexual sino la honestidad y los trapos sucios se lavaban en casa.

Hay quien sostiene que se trata de algo tan íntimo que hay que dar a la mujer la oportunidad de elegir callar, pero eso no casa con nuestra sociedad actual. También afectan a la intimidad los malos tratos en la pareja, y seguimos adelante aunque la víctima no denuncie. Porque, decimos, la violencia de género afecta a la sociedad y no solo a quien directamente la padece.

Entonces, ¿es que la libertad sexual no afecta a la sociedad? ¿podemos dejar en manos de una víctima, devastada y temerosa, la llave para que el delincuente quede libre? Es algo que me sigo planteando cada día. Y este día de la mujer era un buen momento para recordarlo.