El estado de naturaleza se gobierna por una ley natural que obliga a todos. En los humanos, siendo iguales e independientes, nadie debe dañar a otro en su vida, salud, libertad o posesiones. El estado natural es un estado de libertad. Todos participamos de una comunidad de Naturaleza, y no es posible la subordinación que lleve implícita la destrucción mutua, ya que ninguno de nosotros podemos someternos a ser de utilidad para otros, como ocurre con otros seres no humanos que cohabitan con nosotros este mundo conocido. Estamos obligados a la conservación y la de los demás y lo último que podemos aceptar es quitar o dañar la vida de otros, ni incidir en todo aquello necesario para la conservación de la vida, de la libertad, de la salud, de los bienes, a excepción de las iniciativas que la justicia pudiera tomar para restablecer daños infringidos indebidamente.
El concepto de libertad, merece la pena que apuntemos algo sobre él, porque el hombre en sociedad no puede estar sometido a poder legislativo alguno màs que el consentido dentro del Estado. Por tanto, no puede verse doblegado a ninguna otra voluntad fuera del poder legislativo que el Estado tiene depositado por acuerdo de sus ciudadanos. Nuestra libertad está confiada y sometida a un poder civil e implica acomodar la vida a la que la sociedad ha establecido como regla de convivencia y solamente se puede obrar con plena libertad en aquellos aspectos no reglados. Pero, lo último a aceptar es el sometimiento a la arbitraria voluntad de otros fuera de la ley pactada, al igual que no vivimos fuera de las normas de la ley natural.
Los colectivos humanos nos agrupamos en Estados y establecemos gobiernos con objeto de salvaguardar nuestros bienes, simplemente porque en la ley de Naturaleza están muy débilmente protegidos. La legislación pactada es la que destila lo que hemos dado en establecer como justo o injusto y en referencia a esto se dilucidan los conflictos, de forma que la norma consensuada se aplica a nuestros intereses.
La Tierra y los seres no humanos son comunes a toda la Humanidad, pero cada persona ostenta la propiedad de su propia persona. Su inteligencia, sus manos y el trabajo que desarrolla son propiedad exclusiva de cada persona. Por ello todo lo que proviene de la Naturaleza, agregado esfuerzo humano, pasa a ser su propiedad y lo excluye del derecho común de los demás, siempre y cuando en la Naturaleza reste para los demás en suficiente calidad y cantidad de lo detraído.
En este contexto, no podemos menos que sorprendernos por las aterradoras cifras de que diariamente hay mas de 200 españoles ( se han cifrado en 243 en enero de este año) que intentan suicidarse. Las patologías psicológicas están haciendo estragos. En casos, son personas con desequilibrios anteriores (con antecedentes psiquiátricos, 19.1%), ahora agudizados por las consecuencias de la crisis. En lo que llevamos de año, al menos hay 13 muertes directamente relacionadas con las consecuencias de la crisis: desahucios, parados de larga duración, deudas, pérdida de negocio por orden judicial. La cifra anual puede superar los 1000 suicidios en relación con la crisis. En todas las regiones se baten records. La crisis es la principal causa de suicidios, alcanzando globalmente el 32.5 % de ellos. Se tiene la impresión de que los medios de comunicación han abandonado la regla no escrita por la que soslayaban informar sobre suicidios, por aquello de evitar provocar el efecto dominó.
Grecia ha pasado de 2,8 muertes por cada 100.000 habitantes hasta 2010 a más de 5 en 2012, según el Ministerio de Salud griego. Se aprecia que además de los factores económicos directos, hay incidencia de que la sanidad pública haya dejado de recetar antidepresivos, al igual que haber limitado el acceso a psicólogos y psiquiatras por parte de unos ciudadanos, por contra cada vez más necesitados de atención.
La reflexión es simple. El individuo es libre, tiene derechos naturales, entre ellos el de auto-conservación, que resultan ser inviolables por terceros, como el Estado. No es admisible una coacción del Estado contra el individuo. Como diría Locke, las leyes se hicieron para los hombres y no los hombres para las leyes. Estamos pasando vergüenza ajena con la dinámica en la que se ha entrado con la trasnochada legislación española sobre hipotecas. No se puede ser más torpe por no entender las consecuencias de un desatino como éste. Europa nos ha sacado los colores. Pero lo peor es que las consecuencias medidas en muertes humanas, tienen que recaer sobre las cabezas de los que torpemente no son capaces de entrever la calamidad de sus actuaciones. Sirva de atención esta llamada. Hay gente muriendo por la crisis y, en especial, por los desahucios, ¿hasta cuándo?
Alberto Requena es Presidente del Partido Socialista de la Región de Murcia