El pasado 12 de octubre, día del Pilar, un grupito de franquistas se concentró ante la verja de la finca de Cuelgamuros, cerrada por orden del Gobierno mientras se prepara la exhumación de Francisco Franco. La intención era hacer ruido. El pretexto argüido, que deseaban ir a misa con los frailes. La Guardia Civil ni les dejó pasar, ni permitió que un monje saliera a celebrar la ceremonia ante la puerta. Un vídeo grabado por los propios concentrados muestra un mitin desaforado de un señor vestido de legionario, que acusa de cobardía a su antiguo capitán, el general de brigada Marcos Llago Navarro, y de haber olvidado las soflamas que les dedicaba en favor del generalísimo. A la Guardia Civil no le dispensa mejor trato. En el incidente, patético, destacó una señora fuera de sí gritando que quiere ir a misa.

La Iglesia es mucho más que esta señora. Bien haría ese grupo en informarse de quién fue el abad benedictino Aureli María Escarré, porque él también fue Iglesia. Pero una Iglesia valiente, que se opuso a régimen dictatorial. Era abad de Montserrat cuando en una entrevista en Le Monde, en 1963, denunció que no tenían tras de ellos 25 años de paz, sino 25 años de victoria. No ahorró críticas a un régimen que se decía católico, pero que no obedecía a los “principios básicos el cristianismo”. El apoyo al abad por parte de sacerdotes y frailes, que también eran Iglesia, acabó con un centenar de ellos en la cárcel de Zamora.

La paciencia y serenidad de la Guardia Civil controlando la situación en Cuelgamuros fueron notables. Pero su actitud profesional ha molestado sobremanera a los representantes de esa derecha heredera de lo peor que trajo el franquismo. El ultraderechista medio Alerta Digital, titulaba así el incidente: “La Guardia Civil, cada día más lejos de la Benemérita y más cerca de la Guardia de Asalto: impide que se celebre una Misa al pie de la verja del Valle”.

El facherío se siente traicionado. Muestra a las claras qué espíritu les anima y cómo han pretendido mantener viva la llama del franquismo. No entienden que la sociedad ha avanzado y con ella las fuerzas de Seguridad del Estado, constitucionales y democráticas. Ellos se han estancado en épocas de nefasto recuerdo. Uno de sus representantes, el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, arengaba este domingo en Navarra -400 personas-, echando más leña al fuego: “algunos han entregado este pedazo de España a los amigos de los terroristas”, dijo. En su habitual tono chulesco, el ultradechista señaló al periodista Antonio García Ferreras de laSexta: "el 10N, a más de un periodista que se le atragante el micrófono y se quede mudo (…) Sin acritud, señor Ferreras". Ese es el concepto de libertad de expresión de Vox..

Entre tanto, en el desfile de la Fiesta Nacional en Madrid, otro grupito abucheaba al socialista Pedro Sánchez. El presidente del Gobierno en funciones analizó así la protesta: España "es de todos, no solo de la ultraderecha". Así es. La patria es de los españoles sin excepción, mal que le pese a Los Ortega Smith de turno y a los que vivieron muy bien con Franco.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com