Para los que nacimos en los setenta, la poeta Gloria Fuertes empezó siendo ese personaje televisivo, pintoresco, autora de la canción infantil “un globo, dos globos, tres globos”, que cantábamos desde el parque enrejado de nuestra infancia frente a la primera cadena de RTVE. Con el tiempo, en mi caso, supe que, además, era una mujer brava, refugiada en la literatura infantil, probablemente el más difícil de todos los géneros literarios, y la única autora española en recibir la mención de honor del prestigiosísimo premio Hans Christian Andersen, considerado el Nobel de la literatura infantil y juvenil.  La vida y mi propia curiosidad hizo que, una de mis mentoras, Pilar Paz Pasamar, me contase las andanzas de esta intelectual, en los 50, en una España gris y hostil contra la inteligencia y los derechos civiles. Gloria Fuertes, junto con otras grandes escritoras muy olvidadas y minusvaloradas como Ángela Figuera Aymerich, o Concha Lagos, reivindicaban desde los 40, recién terminada la guerra, su derecho a ser mujeres independientes, libres e intelectuales, trabajo aún hoy ímprobo, imaginémonos en ese país destruido, atemorizado, y bajo la bota de la dictadura que era el nuestro. Pilar Paz Pasamar hablaba con extraordinaria admiración de todas ellas, una joven que empezaba a publicar, también con contestación y desconfianza por la cultura oficial del régimen, pero especialmente de Gloria Fuertes. Las llamaban “las poetas tremendistas”, movimiento de los cuarenta apenas estudiado en narrativa y prácticamente nada en poesía, y mucho menos en el caso de las mujeres, que no tuvieron prácticamente cabida en las tertulias del momento, ni en la publicación contra la oficialidad que representaba la revista “Espadaña”. Cómo no iban a ser tremendas, y tremendistas, en un país que negaba lo más inherente al ser humano, que era el derecho a ser libres, a decidir quien se era…Por eso, de todas ellas, Gloria Fuertes fue la más represaliada. En ella se reunían cuatro factores imperdonables para el momento: mujer, lesbiana, escritora y pobre. Además, no era Gloria Fuertes de las que se callaban o miraban para otro lado ante las injusticias, por caro que pudiera costarle, y su afilado sentido del humor, disfrazado de inocencia, era una afrenta que los censores no pasaban por alto, lo que le costó cárcel, palizas y represalias. Esta dimensión cívica de la poeta, banalizada por su época final y su dedicación a la literatura infantil, es muy desconocida y no puesta en valor, y ahora que recordamos su pérdida, se hace más necesaria que nunca ponerla en primer lugar.

Hace algunos años, desde los estudios académicos, se empezó a destacar que Gloria había participado en el Postismo de Carlos Edmundo de Ory, y continuó haciendo vanguardia cuando los demás consideraron que había pasado de moda. Incluso en esto, se frivolizó la importancia de su participación en este movimiento frente a Ory.  Otra de mis maestras, Francisca Aguirre, que tuvo gran amistad con Gloria Fuertes, decía algo que me parece de relevancia: “Gloria Fuertes es una vanguardia en sí misma al margen del Postismo, que ayudó a crear con Ory. Si a Ory se le atribuye la creación del “los aerolitos”, a Fuertes hay que atribuirle la creación vanguardista de “los glorismos”, forma única y de su autoría de aunar literatura, ingenio y sentido del humor”.   Gloria Fuertes había publicado ya títulos tan significativos como Aconsejo beber hilo (1954) o Todo asusta (1958), del que hace un guiño su admiradora Pilar Paz Pasamar en un bellísimo poema de homenaje en el que dice: “y todo me asusta menos la muerte”. Fuertes demostraba su voz más personal en libros como Ni tiro, ni veneno ni navaja (1965), Poeta de guardia (1968) o Cómo atar los bigotes al tigre (1969); y otros tan insólitos, vanguardistas y transgresores como Sola en la sala o Cuando amas aprendes geografía, ambos libros de 1973. Fuertes fue una poeta radical, que disfrazaba el dolor y el desengaño de una ingenuidad infantil, tan certera e incontestable como el mundo de la infancia perdida. Su poesía amorosa, como las baladas de los viejos roqueros, era de una desnudez y ternura brutal, como aquellos que pasan de la voz más desgarrada a las declaraciones de amor más sinceras: “Tengo miedo de morir sin haber / amado bastante” confiesa en uno de sus poemas. Para escribir también poemas de rabiosa modernidad y ninguna complacencia con el sentimiento amoroso como: “Gracias, amor,/ por tu imbécil comportamiento / me hiciste saber que no era verdad eso de / “Poesía eres tú”. / Poesía soy yo”. Comprometida, única, transgresora, libre, y sin embargo desamparada, su verdadero amor fueron los amigos y la literatura. Todavía la recuerdo, recién llegado yo a Madrid, cansada de la vida y sin embargo sonriendo, junto a algunos de sus más fieles discípulos, como el joven poeta entonces, extremeño, Julio Santiago. Rememoro ahora su poema “Autobiografía”, en el que se ríe de sí misma y del tiempo que le tocó. Gloria Fuertes hizo patria del sentido del humor, es decir, de la inteligencia, que es un compromiso hondo de los que ríen por no llorar. Sus versos la retratan mejor que nadie: “Gloria Fuertes nació en Madrid/a los dos días de edad,/pues fue muy laborioso el parto de mi madre/que si se descuida muere por vivirme./A los tres años ya sabía leer/y a los seis ya sabía mis labores./Yo era buena y delgada,/alta y algo enferma./A los nueve años me pilló un carro/y a los catorce me pilló la guerra;/A los quince se murió mi madre, se fue cuando más falta me hacía./Aprendí a regatear en las tiendas/y a ir a los pueblos por zanahorias./Por entonces empecé con los amores,/-no digo nombres-,/gracias a eso, pude sobrellevar/mi juventud de barrio./Quise ir a la guerra, para pararla,/pero me detuvieron a mitad del camino./Luego me salió una oficina,/donde trabajo como si fuera tonta,/-pero Dios y el botones saben que no lo soy-./Escribo por las noches/y voy al campo mucho./Todos los míos han muerto hace años/y estoy más sola que yo misma./He publicado versos en todos los calendarios,/escribo en un periódico de niños,/y quiero comprarme a plazos una flor natural/como las que le dan a Pemán algunas veces.” Gloria a la poeta Fuertes.