Cristina Pedroche vuelve a triunfar en el programa de Nochevieja. Arrasa entre quienes la aplauden no menos que entre quienes la denigran: en el negocio televisivo da igual que hablen de una bien o mal, lo importante es que hablen. Los artículos críticos con Pedroche, como este mismo, son parte del negocio, como lo son los tuits más viles e insultantes.  

Pedroche apareció en pantalla con un estrafalario atuendo confeccionado por un artista emergente con papel reciclado y tela de tiendas de campaña de los campos de refugiados que estaba pidiendo a gritos que su percha se deshiciera cuanto antes de él. Tardó algún tiempo en hacerlo, el suficiente para crear y mantener la expectación del público hasta después de las campanadas. Finalmente, Pedroche se deshizo del vestido para mostrar su desnudez, solo velada por una falda transparente sin nada debajo y una pieza inspirada en la paloma de paz cubriéndole apenas los pechos. Al aire quedó también la barriguita mostrando el incipiente embarazo de Santa Cristina de Kiev.

El vestido en cuestión fue publicitado como “un diálogo entre la moda y la reivindicación de los derechos humanos para dar visibilidad a la realidad de las personas refugiadas en todo el mundo”. En alianza con la Reina del Destape Solidario, la agencia de la ONU para los refugiados encabezaba así su campaña de promoción del programa: “Cristina Pedroche y ACNUR se unen en las campanadas”. 

Lo repugnante del 'show' de Pedroche no es que medio enseñara los pechotes en la noche de fin de año en Antena 3, sino que lo hiciera envolviendo entre fétidas proclamas de humanitarismo y solidaridad una desnudez cuyo principal propósito no era tanto combatir el hambre infantil o apoyar a ucranianos o afganas como reventar los índices de audiencia para así engordar su cuenta corriente y la de la cadena. Sin tetas no hay efectivo. El truco televisivo residía en la expectación, en el suspense, en esa pregunta que más o menos conscientemente ningún espectador podía dejar de hacerse: ¿cuándo se quitará esos trapos carísimos y nos enseñará las tetas?

En realidad, el mismo grupo mediático que enseña tetas por la noche en una de sus televisiones ensalza diariamente a los meapilas en uno de sus periódicos; el mismo que condena sin complejos la pederastia en un canal justifica en otro las maniobras de obispos y cardenales para exculpar a los curas que abusan de los niños. Es el signo de unos tiempos donde el único dios efectivo y verdadero es El Gran Dinero.

Pese a sus proclamas solidarias, el formato moral del programa de Pedrote no era distinto del de esas campañas publicitarias de grandes corporaciones arteramente locutadas por actrices con voz de buena persona cuyos mensajes de compromiso en defensa del medio ambiente son únicamente el bien estudiado camuflaje de una rapacidad sin límites. 

El mensaje de solidaridad de Pedroche con los refugiados recordaba también la coda de los anuncios radiofónicos de lotería, en los que, después de promover impúdicamente la ludopatía sin que la Fiscalía se dé por enterada, te recuerdan que juegues con responsabilidad, pero que no puedes hacerlo si no eres mayor de edad. Cada vez que escucha lo que de no puedes jugar si no eres mayor de edad, el resignado e indefenso oyente que ya está hasta la coronilla de que lo tomen por pánfilo imagina a un audaz saboteador que en el montaje final del anuncio insertara subrepticiamente, sobreimpresionada en pantalla, una leyenda que arrancara de cuajo la máscara a la Sociedad Nacional de Loterías y Apuestas del Estado: “Pero si eres menor y juegas, no te preocupes, chaval, nadie se enterará: ¡basta con que utilices el DNI de cualquier adulto para jugar 'on line' todo lo que te pase por los huevos!”.

La ambición, la hipocresía, el narcisismo o la codicia siempre fueron hábiles en el arte del camuflaje. Así lo adivinó, como tantas otras cosas, Rafael Sánchez Ferlosio en su pecio titulado ‘Premio Pulitzer o El deber de informar’: “Siempre hay un hijo de la gran puta capaz de esperar horas al suicida indeciso en la cornisa del rascacielos para poder fotografiarlo en el aire un instante antes de estrellarse contra el suelo”. Estrújese durante un momento la cabeza el ocioso lector, si tiene tiempo y ganas, intentando aplicar o más bien trasponer la observación de Ferlosio al programa de Nochevieja de Antena 3.