Basta con hacerse con los medios de comunicación y crear una especie de monopolio mediático en el que lo habitual sea la manipulación permanente, la burda mentira, la interpelación constante a los instintos más primarios: crear mierda y acostumbrarnos a comer mierda. Se arrasa cualquier principio ético de la vida social y política llenando las listas electorales y los cargos públicos de delincuentes, demostrando que si eres delincuente es fácil que acabes de diputado. Después se saltan todas las barreras respecto a la verdad y la mentira y se aprovechan las mayorías para aprobar leyes que simplemente condonen cualquier delito que cometan los tuyos. Después de eso cualquier inmoralidad da igual porque ya nadie se extraña ni se escandaliza. Todo vale.

Lo único que puede servir de barrera de contención a estas actuaciones es la separación de poderes; la existencia de una judicatura independiente y razonablemente prestigiada. Por eso hay que hacerse con el poder judicial, vaciar de contenido la noción de independencia judicial. Se trata de montar tal griterio que parezca que ser de izquierdas o tratar de defender valores de izquierdas en la vida pública es raro o sospechoso. Para eso es imprescindible utilizar una extremada y sistemática violencia verbal e institucional contra cualquiera que ose defender estos principios públicamente, especialmente si son jueces. Se trata de que todo el mundo: periodistas, jueces, cargos públicos, ciudadanía, nos sintamos intimidados. Ahora mismo tengo la sensación de que se me puede denunciar por cualquier cosa que escribo.

Que un grupo fascista siente en el banquillo y pueda inhabilitar a un juez demócrata sólo por haberse atrevido a utilizar la justicia de manera que finalmente podía perjudicar a la derecha; el hecho de que Leo Bassi haga frente a múltiples querellas (mientras que a él le pusieron una bomba) por cosas como decir que la fiesta de navidad cristiana fue una mutación de las fiestas antiguas de Apolo o por hacer bromas del papa; que las chicas que leyeron un manifiesto en una capilla en la Universidad fueran detenidas inmediatamente y se enfrenten a cargos penales sin que se cuestione la existencia de dichas capillas en recintos públicos; que los convocantes de una “procesión” atea sufran una querella por múltiples delitos entre ellos el de genocidio; que se prohíba la procesión atea. Y por el contrario que Fabra lleve al banquillo a todo el que le llama corrupto (lo que es, por cierto, que me denuncie) mientras que él mismo sigue siendo un cargo público; que el PP pueda pretender denunciar a las televisiones por informar de que en sus listas van imputados, es decir, por informar…todo esto da idea de la situación de cerco insoportable a la libertad de expresión, de atentado a la separación de poderes, de violencia contra las instituciones y, en definitiva, de violencia contra los valores y las personas de izquierda en particular y la democracia en general que padecemos.

Pero no podemos olvidarnos de que lo que está pasando es también consecuencia de la inacción del PSOE en este punto. Más allá de las políticas económicas aun quedaba un campo muy amplio en el que se podía haber actuado. Se podía haber abordado con decisión la separación Iglesia-Estado. Se debía haber sido más valiente a la hora de defender la libertad de expresión con todas sus consecuencias; se debería haber tratado de garantizar cierta pluralidad informativa en los medios de comunicación, se debería haber abordado la reforma de la judicatura; se debería haber salido en tromba en defensa de las instituciones; se debería haber tomado partido de manera mucho más clara en los casos en los que la extrema derecha está persiguiendo a ciudadanos y ciudadanas que sólo han ejercido sus derechos: Leo Bassi, los ateos, el rector Berzosa, Garzón… Se debería haber sido mucho más radical en la defensa de los valores y los principios que nos son propios y que garantizan una democracia sana y no enferma. Se debería haber acallado su griterío como fuera, el talante no sirve con ellos. A ver si lo aprendemos.

Beatriz Gimeno es escritora y expresidenta de la FELGT (Federación Española de Lesbianas, Gays y Transexuales)