Me quedo y aferro, por tanto, con el alegato del ex presidente Felipe González, que intenta conducirse en todo momento y ocasión, como lo que es, un estadista, pidiendo, casi implorando, retomar el espíritu de la Transición.

Sensatez frente a desvarío
Ha sido, francamente, lo único sensato que he leído en estos días de Pascua de Resurrección, precisamente en este diario digital y bajo el rótulo de “Por consiguiente”.

“Lo que me angustia de la situación es que no se tiene la sensación de emergencia, como la que yo tengo, y por lo tanto no se actúa en consecuencia…Es decir, no se actúa intentando llegar acuerdos fundamentales para sacar el país adelante…Porque haya el cambio de gobierno que haya, tendrá que recurrir a políticas de consenso en problemas estructurales fundamentales y en desafíos estructurales fundamentales que tiene nuestro país y Europa…”

Para añadir: Esto es lo que me lleva a una especie de feedback del espíritu de la Transición… Ahora lo necesitamos más que entonces porque aunque hubo que vencer resistencias difíciles, el libreto estaba descrito de antemano por Europa…Ahora, en cambio, el camino es de una enorme incertidumbre en medio de un cambio global que está lleno de expectativas, pero también de incertidumbres…”

Lo que quiere el pueblo
González, que acostumbra a conducirse con total libertad, acierta desde su enorme experiencia y desde su conocimiento del poder. No en vano lo ejerció durante 14 años y se constituyó como uno de los referentes europeos e iberoamericanos.

Lo que ha escrito el ex mandatario es lo que el pueblo viene exigiendo desde antaño a su clase política: acuerdo en lo fundamental, discrepancia en lo accesorio.
Porque el horno de Santa Teresa no está precisamente para buñuelos ni monas de Pascua.

Paro
Y si en algo el pueblo soberano, especialmente el que no tiene nada que llevarse a la boca y chapotea en la desesperanza, exige a sus políticos un mínimo de sentido común y grandeza de miras es en el definitivo tema del desempleo. Porque las cifras son ya y desde hace mucho tiempo escalofríantes.

Lo viene diciendo hace años Felipe González: sólo con un gran acuerdo nacional, real, fáctico, tangible, será posible plantar cara a las grave y principal problemas de España.

Terrorismo
Este es otro capítulo inentendible para los ciudadanos. El enemigo es ETA y no puede ser de otra manera. El pueblo se hace cruces de que para combatir a unos asesinos las dos fuerzas nacionales tengan que sacarse la piel a tiras cuando el objetivo es el mismo.

Los terroristas, que son asesinos pero no tontos, perciben claramente cuando el Estado está en almoneda, precisamente por la estulticia de sus dirigentes.

Defensa de los intereses en el exterior
Otro punto esencial de un acuerdo por el que se clama. Ya hemos visto y comprobado cómo se las gastan los “mercados” que buscan únicamente la debilidad del país para chuparle la sangre. El peligro de un rescate no ha pasado en modo alguno.

Pero si aquel que tuvo responsabilidades va a Washington a decir que no se podrá pagar la deuda…Y encima se lleva una morterada de ese dinero público…¿Cómo se podría calificar esa actitud?

Diferencia con Aznar
Yo, en cualquier caso, creo que el alegato de Felipe es lo que enlaza directamente con el corazón del pueblo y, muy especialmente, de sus intereses en el actual marco de dificultad extrema. La coyuntura nacional e internacional está tan mal que ningún partido político, ni líder podrá sacarnos del atolladero en solitario. Sin una aquiescencia básica al más alto nivel.

La diferencia entre González y José María Aznar es más que evidente. Aquel quiere, reclama, implora, el consenso que permitió otrora el milagro de la Transición. Este proclama la ira, el aniquilamiento del adversario, la superioridad moral de sus ideas y sus políticas frente a las del resto.

¡Lástima que al fin le resulten a él mismo tan difícil ponerlas en práctica!