Cuando el PSOE obtenía consecutivamente mayorías absolutas o suficientes para gobernar en Andalucía los mantras de la derecha política y mediática para justificar esas victorias electorales eran el "voto cautivo," "las estructuras clientelares" y la utilización del PER o los EREs. Pero, si las mayorías las obtiene el PP en Galicia (durante los mismos años que los socialistas en Andalucía) no es por el caciquismo que, como en el caso de las meigas, haylo en demasía, o por el clientelismo reiterado de sagas como la de Baltar en la Diputación de Ourense, o las narco-conexiones de la cúpula popular con las "estructuras mafiosas."

Lo que en el caso andaluz eran vicios políticos consolidados, en Galicia son virtudes "populares" como la transversalidad y la práctica de un "nacionalismo abierto y bueno" como todo lo que hace la derecha, según los tertulianos y columnistas de los medios conservadores y de los ultras más desorejados.

Quemar contenedores, bloquear calles y carreteras y enfrentarse a las fuerzas de seguridad es terrorismo si ocurre en Cataluña y los manifestantes son independentistas. Si lo mismo sucede en Madrid en las inmediaciones de Ferraz, por ejemplo, es libertad de expresión y ejercicio del derecho de manifestación, aunque no se haya siquiera solicitado la preceptiva autorización gubernativa.

Los jueces instalados en la guerra jurídica permanente aceptan que investigados y acusados en los casos de corrupción de la derecha no sepan quién es "M. Rajoy" o como se machacan ordenadores a martillazos en la sede del Partido Popular, pero esos mismos magistrados sentenciaron en base a conjeturas como "deberían conocer" cuando se trata de casos que afectan a políticos de la izquierda o de partidos nacionalistas.

Las adjudicaciones de contratos de mascarillas en plena pandemia al hermano de la presidenta madrileña, o el sonrojante caso de Almería, eran "perfectamente legales" y los contratos mediados por Koldo García una "organización criminal liderada por Pedro Sánchez" (Bendodo dixit).

Sí, estos son los hechos alternativos estrenados por Donald Trump y que la derecha española utiliza para alimentar su realidad paralela y la polarización en todos los ámbitos y circunstancias posibles. 

Podría seguir con muchos más ejemplos de lo que ocurre a diario en esta España nuestra, en la que el debate sereno y equilibrado se hace cada vez más imposible por la insistencia de muchos en negar las evidencias más palpables. 

La realidad es tan esperpéntica que cuesta mucho encontrar un adjetivo para calificar el escenario descrito en estas líneas porque es incalificable.