Uno de los recuerdos más vívidos de mi infancia fue la impresión que a mis mayores les causó un anuncio de televisión de un gel de baño. Recién comenzada la Transición, veían por primera vez en la tele unos pechos femeninos desnudos, o al menos parte de ellos, en el momento en que la modelo se colocaba estratégicamente la toalla. Todo el mundo hablaba de ello, aunque confieso que hoy he vuelto a ver ese anuncio y me he llevado una enorme decepción, porque mi memoria guardaba una imagen mucho más explícita de la que en realidad era.

Eran otros tiempos. Aunque yo entonces no era consciente, la sociedad llevaba tanto tiempo de pacatería y puritanismo que aquella mera insinuación les parecía extraordinaria. Y la cosa no quedó ahí. Comenzaron los tiempos del cine del destape donde parecía que cualquier guion exigía quitarse la ropa, y donde la alegría de liberarse de la censura impidió ver la enorme carga de machismo de aquellas películas. Pero no podían superarse cuarenta años de un plumazo.

Y, cuando parecía que esto era prehistoria, algo refrescó mis recuerdos. Saltaba en todos los informativos la noticia de un concierto suspendido porque la cantante, en un momento dado, se quitaba la camiseta y enseñaba los pechos. Algo que, además, no era la primera vez que hacía sin que nunca hubiera supuesto el más mínimo problema. Faltaría más.

No pretendo entrar en los detalles del caso concreto ni buscar culpables. Me quedo con la idea de que alguien con un cargo público se sintió legitimado para semejante cosa, lo que dice mucho del cambio de los tiempos. Y no a mejor, precisamente. Porque guste o no, enseñar el pecho es algo que hoy en día no debería tener ninguna trascendencia.

Lamentablemente, no es un caso aislado. Parece que los adalides de la tijera censuradora están de regreso. Y por eso alguien se ha atrevido a suspender la representación de una obra de Virginia Woolf por “razones ideológicas” basadas, según parece, en su temática homosexual, como si eso pudiera hacer daño a alguien. La obra, como todo el mundo -o casi todo- sabe, tiene más de cincuenta años y se ha representado miles de veces sin problema alguno.

A eso se suman otros hechos que han tenido gran repercusión estos días, como la prohibición de colgar banderas LGTBI en algunos edificios públicos y la retirada de otras. Y mucho me temo que no serán los únicos, ni los últimos.

Tendremos que estar alerta. No vaya a llegar el día el que los limones salvajes del Caribe vuelvan a impactarnos por su atrevimiento.

SUSANA GISBERT
Fiscal (twitter @gisb_sus)