Sucedía hace días aunque, en realidad, está sucediendo siempre. Especialmente desde que existe ese enorme escaparate que son las redes sociales. Una famosa publicaba una imagen suya con un cuerpo estupendo cuando no había transcurrido ni un mes desde que diera a luz. Y lo hacía, además, con un texto en el que presumía de haberlo trabajado con ejercicio físico, alimentación sana y meditación. Y las redes, cómo no, estallaban.

Yo, que soy muy rarita, en lo primero que me fijé es en eso de la meditación. Tal vez ahí esté la calve de que siempre hay medido más de lo que me gustaría a lo ancho y menos a lo alto, a pesar de hacer ejercicio. Pero mi gozo en un pozo. Por más que me he puesto a decir “om” en la posición del loto, mis caderas siguen del mismo tamaño y mis lorzas continúan en su sitio. Y eso que ya hace muchos años que di a luz.

Pero, bromas -o no- aparte, hay algo en esa publicación que me preocupa. Y no es, precisamente, que la famosa en cuestión haya recuperado el mismo tipo estupendo que lucía antes del embarazo, por lo que la felicito sinceramente. Se trata del imperio de la imagen, de la imposición de esos estereotipos de belleza que tanto daño pueden llegar a hacer.

Hay que asumirlo. La mayoría de mujeres jamás llegaremos a tener un cuerpo como ese por más que meditemos, nos matemos a hacer ejercicio y comamos poco más que hojas de lechuga. Y el problema no es que no lo tengamos, sino que nos sintamos mal por no tenerlo.

El mundo está lleno de mujeres con una gran inteligencia, que hacen cosas increíbles y que mejoran nuestra vida de las que poco o nada se conoce. Nadie presume de haber ejercitado su cerebro leyendo libros cuando la crianza nos haya dejado más tiempo para hacerlo. No hay cánones de inteligencia ni medidas en las que haya que caber, aunque la genética no haya sido lo suficientemente generosa para regalárnoslas. Y no puede comparase el número de “likes” que pueda tener una científica o una escritora que se haya animado a usar las redes sociales, que cualquier influencer con medidas teóricamente perfectas. Y de ahí a pensar los modelos que quieren copiar las niñas, solo hay un paso. Aunque ese paso pueda acabar conduciendo al precipicio.

No pretendo unirme al ejército de haters que han puesto de vuelta y media a la famosa de marras. Simplemente quiero hacer una llamada a la reflexión. Es cuestión de prioridades

SUSANA GISBERT

Fiscal (twitter @gisb_sus)