Se cumple un año desde aquella DANA que arrasó la Comunidad Valenciana y se cobró la vida de 229 personas. Un año desde que miles de familias vieron cómo el agua se llevaba a sus seres queridos, sus casas y su vida. Y un año también desde que Carlos Mazón, presidente de la Generalitat, decidió no estar donde debía. Su negligencia causó una auténtica tragedia.
Doce manifestaciones después, con un pueblo clamando por su dimisión, Mazón sigue aferrado al poder. Sigue cobrando su sueldo, rodeado de silencio y de cómplices. Nada parece importarle más que él mismo. Pero que siga al frente de la Generalitat valenciana tiene dos responsables: Feijóo y Abascal.
El pasado sábado, 50.000 valencianos volvieron a llenar las calles gritando “Mazón culpable” y “ni olvido ni perdón”. Lo hicieron con velas, con lágrimas y con dignidad. Mientras tanto, À Punt, la televisión pública valenciana, emitía una corrida de toros antigua, de los años 90, con el exvicepresidente de Vox, Vicente Barrera, como protagonista. Dolor y sangre en la pantalla, silencio y vergüenza en el poder.
Esa imagen lo dice todo: mientras el pueblo lloraba, el poder miraba para otro lado. No hubo ni un gesto de empatía, ni una palabra sincera, ni una disculpa. Solo frialdad, cálculo y propaganda. Un año después, la herida no se cierra porque nadie en el gobierno valenciano ha querido asumir su responsabilidad.
A día de hoy, nadie sabe dónde estaba Carlos Mazón el 29 de octubre de 2024. Ni su gabinete, ni su partido, ni él mismo lo han aclarado. Se sabe, eso sí, que no estaba al frente del dispositivo de emergencias pese a la alerta roja de la AEMET; que mantuvo su agenda, comió y bebió en un restaurante de lujo con una periodista y no acudió al Cecopi (Centro de Coordinación de Emergencias) hasta bien entrada la noche, cuando el desastre ya era irreversible. También se sabe que la alerta masiva a los teléfonos móviles se envió a las 20:11, cuando la mayoría de las víctimas ya habían muerto.
¿Dónde estaba Mazón mientras todo eso ocurría? ¿Por qué lo oculta? ¿Por qué el Partido Popular protege esa mentira? Un año después, la sociedad valenciana sigue esperando respuestas. Las víctimas merecen saber la verdad. Porque cuando mueren 229 personas, el silencio es también una forma de culpabilidad.
No se trata solo de Mazón. Se trata del PP, que vuelve a demostrar que nunca está cuando se le necesita. ¿Dónde estaba Feijóo cuando se cumplían seis meses de la tragedia? Aplaudiendo a Mazón, sonriendo, dándole palmaditas en la espalda. Con 229 muertos, ¿qué es lo que aplaude Feijóo? Ese aplauso no es apoyo: es un insulto a las víctimas y una humillación al pueblo valenciano.
El PP actúa igual en todas las tragedias: se ausenta, niega, manipula y, cuando todo pasa, intenta borrar la memoria colectiva. Ocurrió en Madrid con Ayuso y las residencias, en Andalucía con Moreno Bonilla y el colapso sanitario, en Castilla y León con los incendios y en Valencia con Mazón y la DANA. La misma falta de humanidad, el mismo desprecio por la vida, el mismo empeño en proteger al poder antes que a la gente.
Si al PP le importara realmente la vida de las personas, Mazón habría dimitido al día siguiente. Pero no: Feijóo lo ha protegido, Abascal lo ha defendido y entre ambos lo mantienen como si nada hubiera pasado. Para ellos, el poder vale más que la decencia. Y la muerte, cuando es ajena, apenas merece unas líneas de condolencia vacía.
Desde noviembre de 2024, los valencianos han salido doce veces a la calle. Doce manifestaciones multitudinarias convocadas por la Plataforma Mazón Dimissió, que agrupa a asociaciones de víctimas, sindicatos y colectivos ciudadanos. El lema no ha cambiado: “Mazón dimisión”. Tampoco el clamor: “Queremos verdad, justicia y memoria”. Un año después, el pueblo sigue exigiendo respuestas que el poder no da.
En la última protesta, los bomberos —los verdaderos héroes de aquella jornada trágica— acompañaron a las víctimas en silencio. En la plaza de la Virgen sonó de nuevo el EsAlert, ese pitido que un año antes llegó demasiado tarde. Fue un estremecimiento colectivo. Porque, al final, todo se reduce a eso: al tiempo que no se usó, a las decisiones que no se tomaron, a las vidas que no se salvaron.
Mariló Gradolí, presidenta de la Asociación de Víctimas de la DANA, lo resumió con una claridad dolorosa: “Un año después seguimos sin saber qué estaba haciendo Mazón aquella tarde. Necesitamos verdad, justicia y memoria para que las víctimas puedan descansar en paz.” Esa frase encierra todo lo que este gobierno ha destruido: la confianza, la verdad y la esperanza.
Mazón no se fue. Desde el primer día repitió: “No voy a dimitir”. Y no lo ha hecho. Ni siquiera cuando algunos dentro de su partido se lo pidieron. Ni siquiera cuando el 71% de los valencianos cree que debe irse. Ni siquiera cuando las familias de las víctimas le han rogado que no acuda al funeral de Estado.
Sigue ahí, aferrado al poder como un náufrago al madero de la impunidad. Y no está solo. A su lado, Feijóo calla por miedo a perder su liderazgo frente a Ayuso. Y Abascal calla porque prefiere ver arder a Mazón si eso le da más votos. Tres hombres, un mismo destino: seguir mandando, aunque el pueblo los rechace. El poder se ha convertido en su miserable única brújula moral.
Mientras las víctimas lloraban frente al Palau, Mazón sonreía ante las cámaras. Mientras el pueblo reclamaba dimisiones, Feijóo y Abascal hablaban de conspiraciones y de “ataques de la izquierda”. Y mientras tanto, miles de valencianos seguían sin casa, sin ayuda, sin consuelo.
¿Por qué al PP le importa tan poco la vida de la gente? Porque hace años que dejó de ver personas y solo ve votos. Porque para ellos la política no es un servicio público, sino una empresa privada al servicio del poder. Y porque creen, equivocadamente, que el tiempo borra el dolor. Pero no. El dolor de 229 familias no se borra. La memoria no se entierra. Y la dignidad no se rinde.
Mazón podrá esconderse detrás de informes, comunicados y silencios, pero la historia no olvida. No olvidará que mientras su pueblo se ahogaba, él se fue a comer. No olvidará que la alerta llegó tarde. Y no olvidará que la televisión pública enmudeció mientras el pueblo gritaba.
Hoy, un año después, la Comunidad Valenciana sigue esperando algo tan simple como humano: responsabilidad. Mazón debe dimitir. No como castigo, sino como acto de justicia. No por presión política, sino por respeto a la memoria de los 229 valencianos que murieron aquel día. Y si no lo hace, será el pueblo, una vez más, quien le recuerde que la democracia no se construye con excusas, sino con verdad y decencia. Su no dimisión ya no es responsabilidad de Mazón. Lo es del PP y de Feijóo.
Cada 29 de octubre, cuando vuelva a sonar el pitido del EsAlert en los móviles de toda la Comunidad, muchos se estremecerán. Porque ese sonido ya no avisa solo de lluvias torrenciales: avisa de una herida que sigue abierta, de un pueblo que no olvida, de una verdad que aún busca justicia.
Y aunque Mazón calle, aunque el poder oculte, aunque el PP mire para otro lado, siempre habrá alguien que recuerde que 229 valencianos murieron esperando una alerta que no llegó a tiempo. Su memoria, como el trueno que anuncia la lluvia, seguirá sonando mientras haya quienes se nieguen a olvidar.
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