Según la últimas encuestas publicadas, algunas esta misma semana, la posible secesión de Catalunya no es uno de los tres problemas que más preocupe a los españoles (salvo en Catalunya, por supuesto). Pero aunque no sea la principal causa de nuestros desvelos es, con mucho, el principal riesgo para la convivencia al que nos enfrentamos. Un riesgo que el nuevo gobierno de Pedro Sánchez puede rebajar en gran medida a poco que deje de actuar como lo había hecho hasta ahora Mariano Rajoy.

Desde Catalunya, una de las principales trabas con las que se encontraban los defensores de un cambio no radical en las relaciones con el resto de España, era lo indefendible de la imagen autoritaria, carca y rancia que muestra el Partido Popular y que muchos identifican con todo el país. Ministros cantando "Soy el novio de la muerte", poniendo medallas de la policía a vírgenes, exculpando en el Congreso a torturadores como "Billy el Niño", mofándose de los descendientes de los desaparecidos durante la dictadura franquista, o concediendo subvenciones a directores de medios de comunicación que proponen el bombardeo de Barcelona, no ayudaban en absoluto a quienes sostienen la idea de que juntos se puede estar mejor.

Pero han bastado cuatro días para que la imagen de esa España que apesta a alcanfor, haya cambiando. Quizá le quede aún mucho para que huela a rosas, pero se nota el aire fresco de una ventana abierta al amanecer. Baste como ejemplo el simple acto en la promesa del cargo de ministras y ministros. Una justa mayoría de mujeres ministras, sin ningún símbolo de atavismo religioso, y con la única preocupación de si los hombres merecían el cargo y no habían sido escogidos simplemente para cubrir el cupo. 

El camino para el entendimiento nunca ha sido ni será sencillo, pero esta semana el gobierno del estado ha viajado del siglo XX al XXI. Cierto es que en el Govern hay algunos que viven añorando el XIX, pero tengamos confianza en unas sociedades que siempre han vivido muy por delante de sus gobernantes. Otra España es posible, otra Catalunya en una España progresista también.