Lo reflejaba con lucidez el vicedirector de La Vanguardia Jordi Juan, en una breve nota titulada La frivolidad de una elección. Aparecían identificados, uno tras otro, los nada más y nada menos que los trece apellidos de las personas sobre las que la mayoría parlamentaria independentista viene barajando, desde las elecciones autonómicas celebradas hace ya casi cinco meses, el pasado día 21 de diciembre, para proceder a la investidura del nuevo presidente de la Generalitat de Cataluña.

Trece, y esto sin contar, claro está, el nombre de Carles Puigdemont, que algunos mantienen todavía como el único candidato posible. Escribía Jordi Juan: “Turull, Rull, Artadi, Sànchez, Pujol, Costa, Mascarell, Madrenas, Torra, Dalmases, Borràs, Font, Morral”, y añadía una reflexión que debería inquietar y preocupar no solo a la actual dirigencia del movimiento independentista catalán sino al conjunto del catalanismo político, a toda la catalanidad democrática. “Nunca -escribía Jordi Juan- la presidencia de la Generalitat había llegado a ese nivel de banalidad en la que prácticamente cualquiera podría ser escogido para un honor tan grande como gobernar Catalunya”. Y concluía con una advertencia a tener muy en cuenta: “La frivolidad con la que se ha tratado este tema debería avergonzar a más de uno”.

Aunque la Generalitat contemporánea, tanto la republicana como la actual, poco o nada tiene que ver con la Generalitat originaria, esto es medieval, nunca esta institución de autogobierno catalán había llegado a un nivel tan grave de deterioro. La ciudadanía catalana asiste con perplejidad y escándalo creciente a esta sucesión interminable de despropósitos y desatinos, de intentos constantes de hacerse trampas al solitario, de supuestas astucias y evidentes engaños. Nunca, ni en los tiempos tan convulsos y agitados de los presidentes Francesc Macià y Lluís Companys, ni en las tan difíciles presidencias en el exilio de Josep Irla y Josep Tarradellas, y mucho menos aún con el retorno de Tarradellas ni después con las presidencias de Jordi Pujol, Pasqual Maragall, José Montilla y Artur Mas, se había llegado a convertir la necesaria investidura de un nuevo presidente de la Generalitat en una especie de extraña tómbola de barraca de feria.

¿Recuerdan ustedes aquella famosa canción de Marisol, llamada Tómbola, aquello de “la vida es una tómbola tom tom tómbola”? Pues resulta que, hoy por hoy y al parecer sin ánimo ninguno de rectificación, las tres formaciones independentistas están convirtiendo en esto la investidura del presidente de la Generalitat, en una tómbola. Con el añadido de que se trata de una tómbola en la que el dueño de la barraca de feria -que no es otro que Carles Puigdemont- decide en solitario a quién le concede el premio, o incluso puede optar por negarse a dar ningún premio, porque resulta que todos los jugadores confían ciegamente en él, haga lo que haga, por más desatinado y absurdo que sea lo que haga.

Frente a tanto “tom tom tómbola”, los que no creemos que la vida sea una tómbola solo podemos recurrir a otra canción también muy antigua, pero que es aun plenamente vigente. Al menos para aquellos que nos empeñamos aún en resistir. Es Resistiré, de los hoy muy veteranos Ramón Arcusa y Manuel de la Calva, el todavía muy activo Dúo Dinámico.

“Cuando pierda todas las partidas

Cuando duerma con la soledad

Cuando se me cierren las salidas

Y la noche no me deje en paz

Cuando sienta miedo del silencio

Cuando cueste mantenerse en pie

Cuando se rebelen los recuerdos

Y me pongan contra la pared

Resistiré, erguido frente a todo.

Me volveré de hierro para endurecer la piel

Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte.

Soy como el junco que se dobla

Pero siempre sigue en pie.

Resistiré, para seguir viviendo

Soportaré los golpes y jamás me rendiré

Y aunque los sueños se me rompan en pedazos

Resistiré, resistiré

Cuando el mundo pierda toda magia

Cuando mi enemigo sea yo

Cuando me apuñale la nostalgia

Y no reconozca ni mi voz.

Cuando me amenace la locura

Cuando en mi moneda salga cruz

Cuando el diablo pase factura

O si alguna vez me faltas tú

Resistiré

Resistiré erguido frente a todo”.

No, la vida no es ni puede ser una tómbola. La Generalitat no puede convertirse en una tómbola. Y quienes la consideramos desde siempre la máxima institución del autogobierno de Catalunya solo podemos resistir y resistir.