Una de las pocas cosas en las que he acabado estando de acuerdo con el hispanista Ian Gibson, es que cuando “Lorca te atrapa en sus redes, ya no te deja escapar”. Es probablemente el único y mínimo común denominador entre Gibson, Luis María Ansón y yo. Por encima de los tres, la universalidad de Federico García Lorca, y su capacidad de seducir en obra y figura a estudiosos, lectores, y creadores de toda lengua, tiempo y condición.

Vuelvo de nuevo a este territorio lorquiano porque hace una semana, el académico Ansón me citaba en su artículo del Cultural, aunando dos de sus legítimas obsesiones. Lo que él sigue llamando el “ABC Verdadero”, y la atribución a Rafael Rodríguez Rapún de los “Sonetos del Amor Oscuro” que yo atribuyo a Juan Ramírez de Lucas, del que se cumple este año el centenario de su nacimiento. Ninguno de los tres estábamos bajo la cama de Federico, para saber si amó más a Rapún o a Ramírez de Lucas, ni en su cabeza, pues no hay testimonio directo de Lorca, para saber a ciencia cierta, cuál es su destinatario final. Todos aportamos los testimonios que tenemos para apuntar una hipótesis, tan válida o inválida como la del otro. Bien es cierto que Ansón y Gibson representan, a pesar de sus diferencias ideológicas, a una oficialidad intelectual, también existe oficialidad en la cultura, que se pone nerviosa cuando un liberto como yo, sin filiaciones de grupos ni clanes literarios, pone encima de la mesa otra posibilidad.

Vaya por delante mi respeto al trabajo de los dos, y mi legítima discrepancia, y mi agradecimiento al Académico Ansón por sus elogios sobre mis capacidades intelectuales y literarias: “hombre muy inteligente, excelente novelista, autor de Los amores oscuros”, dice. Ansón fue de los primeros en llamarme cuando saqué a la luz mi investigación, plasmada en la novela testimonio que cita, hoy una obra de teatro en gira, y algunas de las cosas que ahora argumenta en su artículo no son tan exactas a las que me preguntaba y dijo a mí, cuando compartimos un agradable almuerzo en el restaurante del teatro de la Ópera de Madrid.

Los documentos aportados que sostienen mi historia están publicados en la prensa nacional e internacional, entre otros una carta de tres folios enviada a Ramírez de Lucas por Federico el 18 de julio de 1936, y un poema inédito, el ya conocido como “romance del rubio de Albacete”, en el que hay versos prácticamente idénticos a algunos de los de los sonetos del amor oscuro. En aquel momento, como vuelve a hacer en este último artículo, Ansón apostaba por la versión oficial de “La Piedra Oscura”, de Alberto Conejero, un magnífico director, que con la actualidad de mi historia y el empuje de sus valedores Ansón y Gibson vio posibilitado estrenar su valiosa pieza, cuando llevaba mucho tiempo varada por la falta de capital empresarial. Yo celebré su estreno, fui a verla de propio, y disfruté del texto y la impecable dirección de actores.

Ninguno de los tres estábamos bajo la cama de Federico, para saber si amó más a Rapún o a Ramírez de Lucas, ni en su cabeza, pues no hay testimonio directo de Lorca

Uno puede sostener y discutir argumentos, documentaciones, intenciones, y manejar testimonios, pero no pretender hacer trampas en el solitario con los mismos sobre todo cuando son sólo parte de la información, sesgada y tamizada por otros, y más aún cuando, estando ya muertos, no pueden aportar más luz, ni desdecirnos. Inteligentemente, Ansón lleva el agua a su molino, cuando excusándose en las nuevas páginas de las memorias de Neruda, lo pone como figura de autoridad para, en sus pretensiones,  cerrar definitivamente el asunto. Escribe Ansón que Neruda “afirma en ellas que el autor de La casa de Bernarda Alba, estuvo siempre acompañado, en su tertulia madrileña, "de un muchacho muy recio, varonil y bien plantado. Poco a poco me fui dando cuenta de que era este muchacho el persistente amor de Federico... Se llamaba Rafael Rapín (está claro que se refería a Rafael Rodríguez Rapún). Era de origen obrero. Tímido, de pelo largo, rizado, no muy alto de cuerpo ni muy delgado, tenía esa sencillez popular española y una completa normalidad varonil". Más adelante Pablo vuelve a referirse a él como “protagonista de aquel extraño idilio”. Y escribe Neruda: “Me han dicho que el libro (Sonetos del amor oscuro) quedó intacto entre los papeles del poeta asesinado. Si esto es verdad y por un falso sentido de la normalidad la familia de Lorca ha impedido su publicación, esto será imperdonable” . Pregunto ¿Dónde dice Neruda que los sonetos estuvieran dedicados a Rapún? No es más que una interpretación que no cierra, en absoluto, el asunto. Lo cierto es que, si era su destinatario, ¿por qué no incluyó una dedicatoria cuando sí lo hizo explícitamente en una de las partes de “Poeta en Nueva York”, precisamente en “Calles y Sueños”? El propio Gibson apunta que esa relación tuvo muchos vaivenes, y Penón que está rota, aunque siguen viéndose, a principios de 1934, razón por la que Lorca va apartándose de la Barraca, de donde era secretario Rapún, y acercándose al Club Anfistora de Pura Maórtua de Ucelay.

Que Rapún fue, probablemente, el gran amor con Dalí de Lorca, hay documentación sobrada. Gibson aporta mucha y, antes que él, otro muy olvidado, anterior, también descartado por no pertenecer a la oficialidad: Agustín Penón. Él entrevista a Pura Ucelay en los años 50, entre otros muchos, y dice claramente que es Juan Ramírez de Lucas “su última ilusión amorosa”, bien lo sabía ella que los presentó en el Club Anfistora, y la razón por la que no se marchó a América. Sobre las opiniones, podemos debatir, y sobre las fuentes. Ansón reconoce ahora, no lo hizo al principio, que Juan fue el último amor de Lorca y la razón por la que no se marchó a América como yo sostuve desde el principio. Sobre las supuestas confidencias que le hizo Ramírez de Lucas y que ahora él rompe, tengo mis dudas. La única persona que sabía toda la historia en ABC era José Miguel Santiago Castelo, íntimo amigo mío y de Juan, y que fue quien me lo presentó en una entrega de premios de la casa, adelantándome, yo había publicado en el ABCD las Artes y las Letras las cartas entre Pilar Paz Pasamar y Juan Ramón Jiménez, que él conoció a Juan Ramón gracias a su relación con Federico, y que había una material que quería que viese.

De estas confidencias con Castelo sobre Ramírez de Lucas algo sabe mi amigo, y entonces director de ABC José Antonio Zarzalejos, pero no sé si es menos válido por no ser ya el “ABC Verdadero”. La muerte de Juan nos impidió esa entrevista pero los documentos me llegaron por un sobrino, por amigo médico interpuesto como he contado ya. Castelo me completó muchas piezas inconexas del puzle, pues él si conocía la historia por Juan, y en cuanto al día de la publicación de los sonetos en ABC, que los amantes de la obra de Lorca agradeceremos siempre al académico, lo que me contó Castelo dista bastante de lo que narra Ansón.

Me aseguró que, efectivamente, “se encerró en el despacho de Ansón, y que los gritos se oían en toda la casa y algunos de los argumentos del enfado”-Ramírez de Lucas era un hombre exquisito pero de fuerte carácter- y que ese mismo día, después de décadas trabajando como crítico de la mano de Luis Rosales, se despidió. Los gritos y razones que Castelo me contó distan bastante de las amables razones y confidencias que ahora desvela Luis María, pero no podemos contraponerlos ya. Tampoco casa lo que me narró a mí, en primera persona Margarita Ucelay, íntima de Federico y Juan, que me aseguró que los sonetos estaban destinados a Juan, y que él tenía una copia, algunos enviados, precisamente, en papel de hoteles, por Federico.

Margarita Ucelay, que salvó parte de los inéditos de Federico llevándoselos al exilio a NY, y que ayudó mucho a la familia García Lorca cuando emprende el mismo viaje del exilio, como sabe bien Laura García Lorca, fue la encargada de formar en la Universidad de  Columbia a todos los grandes hispanistas especialistas en Lorca. Margarita Ucelay, otra mujer fundamental y no puesta en valor como su propia madre, Pura Ucelay, me insinuó, incluso, que aquella versión no venal, en rojo, que apareció en los buzones de muchos críticos y escritores unos días antes de aparecer en ABC, fue cosa del propio Juan Ramírez de Lucas, asunto que luego me corroboraron personas muy cercanas y colaboradoras del círculo de Rosales. Hay grabaciones de Margarita Ucelay que, incluso en sus últimos y delicados momentos, recuerda, nítidamente a Federico y Juan, cuando casi no recordaba ya nada.

Yo sí voy a contar lo que me comprometí a contar, y no desvelaré lo que con buen criterio, como estas grabaciones, la familia Ucelay, por preservar la imagen de su pariente, no está dispuesta. Como digo, hay personas del círculo de Rosales, vivas, que pueden corroborar cuanto digo, pero no les pondré yo en ese brete si ellos no quieren dar el paso. En cualquier caso, por no hacerme las mismas trampas en el solitario que el señor Ansón, si diré que, al margen de los testimonios ya no contrastables por defunción, si tenemos uno muy reciente, vivo, que valida punto por punto mi investigación e historia. Se trata del hermano menor de Juan Ramírez de Lucas, Jesús Ramírez de Lucas, que en una entrevista impagable de hace unos meses del periodista Miguel Ángel Muñoz Rubio corrobora punto por punto mi argumentario y mi historia. Sólo tiene que leerlo.

“No, por supuesto que no. Mi relación con Federico fue una maravilla. Tranquila, apacible, sin problemas”

Como muestra apunto una frase, que transcribe de los diarios de Juan su hermano Jesús, y que desdice la presunta confesión de Ramírez de Lucas a Ansón. Asegura el académico en su artículo que Ramírez de Lucas le confiesa que él no es el destinatario de los sonetos: “No, por supuesto que no. Mi relación con Federico fue una maravilla. Tranquila, apacible, sin problemas”. Lo que se desprende de los diarios, y que en parte se transcriben en esta magnífica entrevista con su hermano, es que cuando al empezar Juan escribe por qué ahora cuenta su historia es “la principal razón por la que ahora me he decidido a fijar con la escritura el recuerdo de aquellos días venturosos, alegres, trágicos y tristísimos obsesivamente”. Porque estos amores, está en los diarios que esperemos se vean publicados, sin mutilaciones interesadas, pronto, es que fue una relación luminosa e intensa, pero también llena de celos y momentos tensos.

Marta Osorio me contó como Emilia Llanos narra un episodio en el que Ramírez de Lucas y Rapún despachan una cuestión de celos a puñetazos, anécdota que me ratificó también Margarita Ucelay. La relación pues tuvo sus momentos tormentosos y tensos, como se ven reflejados en los sonetos. Ni Ansón ni yo podemos dar por categóricas y absolutas, por tanto no por cerradas, unas cuestiones que aún han de dirimirse, si lo hacen.

No son fosas que, tristemente, puedan abrirse o cerrarse, o echarse al olvido, sin más. Comprendo que a Luis María Ansón, como a Gibson, les irrite que una historia como esta se les escapase. Más en el caso de Ansón que tuvo al protagonista frente a él años. Entiendo menos que les obsesione ser los Popes de Lorca bajo cuya aquiescencia todos debamos pedir permiso para acercarnos, pero nadie necesita licitación para eso.. . No creo que Lorca necesite Sumos sacerdotes sino lectores. Tal vez, ni siquiera importe. Lo que sí importa es que, tanto Rapún como Ramírez de Lucas, conformaron la vida de un genio llamado Federico García Lorca, e inspiraron obras que aún hoy nos conmueven e iluminan. Lo demás…vanidad, de vanidades.