De las películas del género thriller, y otras hierbas, hemos aprendido que los malos, por lo general dotados de escasa lucidez, se lían a tiros con el mensajero cuando las cosas les van mal.

Sin ánimo de comparar, y que me perdone el fiscal anticorrupción, señor Moix, pero me ha venido a la memoria esta reflexión a raíz de sus declaraciones a Onda Cero, hablando de reducir la filtración de sumarios que están declarados secretos, con el argumento de que en otros países, como Alemania, se sanciona a los medios de comunicación que los publican. Por si fuera poco, ha añadido: “A lo mejor si nos planteamos esa posibilidad habría menos filtraciones y eso perjudicaría menos al Estado de Derecho”.

Ante mí, he visto un futuro de mensajeros muertos –entre periodistas y medios informativos- sembrando de cadáveres un sendero triunfal para el Estado de Derecho (versión Moix.) Su jefe máximo, el ministro de Justicia Rafael Catalá, ha tenido que salir de inmediato al ruedo rechazando que se pueda sancionar a los medios de comunicación por publicar filtraciones de sumarios judiciales. Pero, por si acaso, el ministro ha insistido en “la necesidad de equilibrar el derecho fundamental a la información, con el derecho a la intimidad y la propia imagen”.

Hay margen para la esperanza porque un sector de la Justicia tiene sentimientos que coinciden con los de la ciudadanía

Tal afirmación suena tenebrosa viniendo de Catalá que, en los últimos años, ha tenido a bien judicializar, en algunos casos, lo que son opiniones de mal gusto o exabruptos, transformándolas nada menos que en enaltecimiento del terrorismo.

Todo ello, en un día en que el Consejo Fiscal se ha reunido en plena crisis con una declaración escasamente comprometedora, en la que se apoya a los miembros de la Fiscalía Especial Anticorrupción en general pero, eso sí, incluyendo al jefe Moix en particular, obviando la petición de amparo expreso de tres fiscales tras la denuncia de un empresario que ha declarado contra la familia Pujol. Surrealista ¿no? Pues en esa reunión, tres vocales electos han planteado sin éxito que sería conveniente cesar a Moix.

Alegaban esos tres vocales: “No podemos permanecer ajenos a lo que ocurre a nuestro alrededor. No podemos ignorar que las conversaciones (telefónicas) que recientemente se han hecho públicas dañan la credibilidad del Fiscal Jefe y ponen en cuestión la necesaria e imprescindible apariencia de imparcialidad que ha de revestir a quien ostenta ese alto cargo. Se refieren al expresidente madrileño, hoy en prisión, Ignacio González, quien se alegró en sus indiscretas charlas del nombramiento de Moix asegurando que “es un tío bueno”.

Pero, hay margen para la esperanza porque un sector de la Justicia, de la Fiscalía en este caso, tiene sentimientos que coinciden con los de la ciudadanía. Pero que tengan cuidado esos juristas. Pueden confundirles con mensajeros.