Movernos por Internet nos obliga a familiarizarnos con términos cada vez más complejos y extraños. A dominar los conceptos y, sobre todo, lo que significan. Ya sea clickbait, phising, sexting o, en la más rabiosa actualidad, astroturf

Los aficionados al golf o al fútbol ya conocerán el término. Astroturf es un tipo de césped artificial que imita con más o menos fidelidad a la hierba natural. Por analogía, como suele ocurrir en Internet, se ha extendido a otra práctica. 

El astroturfing es esa técnica de propaganda por la que los partidos políticos se inventan perfiles sociales. Declaraciones de supuestos ciudadanos anónimos que apuntalan los aspectos más controvertidos o difíciles de explicar. Son perfiles falsos, evidentemente, gestionados por el personal de comunicación digital de los partidos políticos.

Y así empezamos a ver a progresistas que declaran votar a Donald Trump, homosexuales que aseguran que apoyarán a partidos de extrema derecha o mujeres que sostienen que ese partido que está en contra de las leyes contra la violencia de género o el machismo está en lo cierto.


El amigo gay

Vienen a ser, en términos de redes sociales, a esa persona que no es homófona porque tiene un amigo gay, ni racista porque tiene un amigo negro o que cómo va a ser machista si tiene una madre y dos hermanas. Argumentos de calado, qué duda cabe. 

También se ha empleado esta técnica fuera de las redes sociales. Celebrado ha sido el caso del presidente español, Pedro Sánchez, que contó la misma historia sobre una limpiadora en varios mítines. Todo podría haber sido normal si no fuera porque en unas localidades se llamaba Verónica y en otras Juana. Es decir, trataba de introducir un supuesto hecho real con todos los visos de ser falso. 

Sin duda los nuevos sistemas de comunicación e información ponen al alcance del ciudadanos más herramientas para controlar a los políticos. Lo malo es que también sirve para que los primeros mientan a los últimos.