“Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera que se diría todo de algodón; que no lleva huesos”. Es el extracto más famoso de Platero y yo, la obra con la que Juan Ramón Jiménez sintetizó en uno (Platero, seguramente el burro más famoso de España además del que tenía Sancho Panza) a todos los burros que pasaron por su casa cuando era niño. Y eso es mucho decir porque, por aquel entonces, esta especie era muy común en la parte rural de Andalucía, incluida la Moguer natal del poeta. Pero ya no lo es.

El Burro (Equus asinus), originario de África y Asia, sedujo al hombre hace unos siete milenios, por su fuerza -puede cargar el 30% de su peso-, su austeridad -come mucho menos que un caballo- y lo dócil que es. Así comenzamos a domesticarlo, cruzarlo con mulas y ponerlo a trabajar en labores agrícolas, sobre todo en países del Sur de Europa como España: aquí llegó hace unos 3.000 años, y se dieron tres razas autóctonas: Zamorano, Cordobés y Catalán. También desde aquí partió a Irlanda durante las guerras napoleónicas, cuando se canjeaban burros por caballos. Hoy, este animal, que es Patrimonio de la Humanidad tal como recuerda Burrolandia (una protectora animal sin ánimo de lucro fundada como Asociación Amigos de Burro en 1996),  se encuentra en extinción en varios países.

En España, si en los años 30 del siglo XX había censados cerca de un millón de burros, hoy suman menos de 30.000 ejemplares, y están en peligro de extinción el burro catalán, mallorquín, zamorano leonés, el burro de encartaciones (norte de España) y el andaluz. Y es que, con la industrialización de la agricultura, el burro se ha ido quedando en el paro, lo que ha llevado a sacrificar muchos ejemplares en los últimos años. Además, varias ONG han denunciado maltratos contra este animal, y últimamente incluso se viene denunciando que es víctima del tráfico de especies para satisfacer la demanda China, donde cada año se sacrifican cinco millones de animales para obtener una gelatina (ejiao) muy apreciada en la medicina tradicional.

A la vista de este panorama, el pasado enero un grupo de asociaciones de defensa del burro, entre las que se encontraban Adebo, Aszal, Hermano Asno o The Donkey Sanctuary, se reunieron con la Reina Sofía, a petición de su Fundación, para abordar la crítica situación de la especie, y "onstituir una plataforma que ponga freno a su declive. Por su parte, la asocación Burrolandia se aplica en la protección, preservación y estudio del animal en un espacio ubicado en Tres Cantos (Madrid) que, desde su apertura, ha acogido actividades y se ha podido visitar en fin de semana. En abril de 2018 se incendió, y ahora sufre otro parón derivado de la crisis de la COVID-19. Admiten donaciones y colaboraciones.

Otra de las organizaciones más importantes entre las que protegen al burro en España es El Refugio del Burrito, que se estableció en 2003 en nuestro país y es subsidiaria de The Donkey Sanctuary, una mítica entidad en el Reino Unido fundado en 1969 por la Dra. Elisabeth Svendsen, y que también tiene sedes en Italia y Chipre, así como bases operativas en Rumanía, Grecia, Francia o Portugal. Trabaja para intentar garantizar que los más de 50 millones de burros y mulos que hay en el mundo pasen por esta vida con dignidad; se implica en causas de abuso contra el animal y organizando santuarios para el burro. “Desde 2003, más de 300 burros han conseguido una segunda oportunidad y están viviendo en casas adoptivas repartidas por toda España” señala en su web. También ofrece la oportunidad de amadrinar o apoyarlos con financiación.