Un 5 de junio más desde 1974 celebramos el Día Mundial del Medio Ambiente. Es la fecha más importante en el calendario oficial de las Naciones Unidas para fomentar la acción ambiental, y este año tiene a Colombia como país anfitrión y la biodiversidad como tema: los incendios forestales que, en los últimos meses, han calcinado extensiones de Brasil, California y Australia, así como la invasión de langostas que se ha producido en el Cuerno de África y, por supuesto, la pandemia de COVID-19, se han destacado desde la organización internacional como muestras de la relación inextricable que existe entre el hombre y su entorno.

Según la ONU, “se entiende por biodiversidad la amplia variedad de plantas, animales y microorganismos existentes, pero también incluye las diferencias genéticas dentro de cada especie -por ejemplo, entre las variedades de cultivos y las razas de ganado-“, así como “la variedad de ecosistemas (lagos, bosques, desiertos, campos agrarios,...) que albergan múltiples interacciones entre sus miembros (humanos, plantas, animales) y su entorno (agua, aire, suelo...)”.

La organización destaca que “los recursos biológicos son los pilares que sustentan las civilizaciones”. Así, los peces proporcionan el 20% de las proteínas animales a unos 3.000 millones de personas. Más del 80% de la dieta humana está compuesta por las plantas. Y, aproximadamente, el 80% de las personas que viven en las zonas rurales de los países en desarrollo “dependen de medicamentos tradicionales basados en plantas para la atención básica de la salud”.

Pero la pérdida de esta diversidad amenaza todos estos ámbitos, lo que afecta a nuestra salud. Existen pruebas de que mermar la biodiversidad podría aumentar los casos de zoonosis - enfermedades transmitidas de los animales a los humanos, como el coronavirus-. La ONU señala que “alrededor de 60% de todas las enfermedades infecciosas en los humanos y 75% de las enfermedades infecciosas emergentes son zoonóticas, es decir que son transmitidas por los animales”. Recuerda que “las zoonosis que surgieron o reaparecieron recientemente son el ébola, la gripe aviar, el síndrome respiratorio del Oriente Medio (MERS), el virus Nipah, la fiebre del Valle del Rift, el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS), el virus del Nilo Occidental, el virus del Zika y, ahora, el coronavirus que causa el COVID-19”. Y todos, concreta la ONU, están vinculadas “a la actividad humana”.

El brote de ébola en África occidental “derivó de la pérdida de bosques que condujo a contactos más cercanos entre la vida silvestre y los asentamientos humanos”; la gripe aviar “estuvo vinculada a la avicultura intensiva”; y el virus Nipah “se relacionó con la intensificación de la cría de cerdos y la producción de frutas en Malasia”, explica la organización internacional.

Los científicos y especialistas que trabajan en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) han estado reuniendo los últimos datos científicos sobre el coronavirus, y han indicado que, “si bien el origen preciso del brote y su vía de transmisión aún no se han confirmado”, se pueden destacar seis puntos importantes que relacionan su expansión con la falta de biodiversidad:

  1. La interacción de los humanos o el ganado con la vida silvestre los expone al riesgo de propagación de patógenos potenciales. “Para muchas zoonosis, el ganado sirve como un puente epidemiológico entre la vida silvestre y las infecciones humanas”, expresa la ONU.
  2. Los impulsores de la aparición de enfermedades zoonóticas “son los cambios en el medio ambiente, usualmente como resultado de actividades humanas que provocan alteraciones en el uso del suelo, en el clima, en los animales o huéspedes humanos y en los patógenos, que siempre evolucionan para explotar nuevos huéspedes”.
  3. Así, “los virus asociados con los murciélagos surgieron debido a la pérdida de sus hábitats a causa de la deforestación y la expansión agrícola”. Los murciélagos juegan un papel importante en los ecosistemas al ser polinizadores nocturnos y depredadores de insectos.
  4. La integridad de los ecosistemas sustenta la salud y el desarrollo humanos, y los “cambios ambientales inducidos por el hombre modifican la estructura de la población de vida silvestre y reducen la biodiversidad, lo que resulta en nuevas condiciones ambientales que favorecen a los huéspedes, vectores y / o patógenos particulares”.
  5. La integridad de los ecosistemas “puede ayudar a regular las enfermedades al promover la diversidad de especies para que sea más difícil que un patógeno se extienda, amplifique o domine”.
  6. Es imposible predecir de dónde vendrá el próximo brote o cuándo será. “La evidencia creciente sugiere que los brotes o enfermedades epidémicas pueden volverse más frecuentes a medida que el clima continúa cambiando”.