Seguimos explorando el espacio. El muy lejano y el más o menos cercano. Y descubriendo cosas que el sentido común nos dice que deben existir aunque lo dude la física. Lo último son las lunaslunas

Con ese nombre tan descriptivo es cómo se han denominado, hasta el momento, a los satélites de los satélites. A los cuerpos celestes que giran alrededor de otro cuerpo celeste que a su vez gira entorno a otro cuerpo celeste que gira alrededor de una estrella. 

De momento no hemos visto ninguno, pero un estudio científico asegura que ahí están. O que ahí pueden estar. Sobre todo girando alrededor de los satélites de los planetas gigantes del sistema Solar, Saturno y Júpiter. Los satélite de planeta anillado Titán y Iapeto y el del gigante, Calisto son los principales candidatos a albergar estas lunaslunas.


Sublunas, minilunas, abuelunas

El problema para estos cuerpos es el incómodo lugar en el que se encuentran. Entre la atracción gravitacional del planeta y del satélite entre los que se mueven. Han de tener el tamaño justo, la velocidad justa y estar en la órbita justa para que no acaben siendo atraídos por un cuerpo u otro y acaben estrellándose ruidosamente contra cualquiera de ellos.

Estas observaciones están realizadas por nuestros viejos conocidos del Instituto Carnegie esta vez en colaboración con miembros de la Universidad de Burdeos, en Francia. 

Otro debate paralelo a parte del de su existencia o no es el del nombre, para que luego digamos que los científicos no se divierte. En principio se llamaron sublunas. Más tarde lunaslunas. Aunque se han barajado otros nombres como lunetas, minilunas, moonitos o abuelunas. Sin duda, para ser un cuerpo que no es seguro que exista ya tiene un buen número de denominaciones.