Aprovechando la visita que la princesa Leonor y la infanta Sofía protagonizaron el pasado sábado 16 al partido que enfrentaba a España y Dinamarca en el marco de la EURO Femenina de la UEFA 2022, Pilar Eyre ha rescatado una anécdota protagonizada por Felipe VI cuando conocía a la familia de su entonces novia, Letizia Ortiz.

Y es que cuando acudió a Asturias a conocer a la abuela de la reina, la periodista Menchu Álvarez del Valle, preguntó a su prometida si podía ir él personalmente a coger las bebidas del frigorífico. En aquel momento, la nieta tuvo que aclarar el por qué de esta acción: "No ha abierto una nevera en su vida y le hace ilusión". "Desde el salón en completo silencio oyeron el clic clic de la puerta del frigorífico al abrirse y cerrarse. Varias veces", indica la periodista en su blog de la revista Lecturas.

Como origen de esta anécdota, la periodista experta en Casa Real sitúa la sobreprotección del entonces príncipe de Asturias por parte de su madre, que consiguió controlar la educación del futuro monarca a cambio de aguantar las constantes infidelidades de Juan Carlos I.

Tal era la admiración que tenía sobre Felipe VI que era normal escuchar a la reina emérita frases como "¡Estoy enamorada de él!". Tachándolo de "niño indolente, mimado, caprichoso, incapaz de esforzarse, que faltaba a sus clases con facilidad porque se le pegaban las sábanas y vivía rodeado de una endogamia de amigos pijos que no hacían más que separarlo de la realidad", Eyre cuenta que era habitual ver al monarca cabreado en el colegio de Los Rosales cuando no conseguía aquello que quería.

Por ello, cuenta que hubo un día en el que Sabino Ferández Campo, jefe de la Casa del Rey expuso a Juan Carlos I que la educación del heredero no podía estar en manos de su madre debido a que la reina Sofía estaba "alejada de la cotidianidad del país sobre el que tendría que reinar en el futuro".

Y es que Sofía le hablaba en inglés y tenía nula experiencia en la educación de príncipes "por mucho que en su juventud hubiera estudiado un curso de puericultura". Así, Juan Carlos decidió nombrar a un instructor militar, el teniente coronel Juan Antonio Alcina, que se llevó las manos a la cabeza ante la deficiente educación de ilustre alumno. “Tenemos que empezar de cero”, cuentan que llegó a decir al conocer a Felipe VI.

Además, revela, para educar a las infantas Elena y Cristina hubo una larga lista de profesoras elegidas directamente por Fernández Campo para que aprendieran religión y protocolo. Hasta los diez años fueron tratadas como una niña más, pero cuando llegaron a esa edad pasaron a ser altezas. 

En un primer momento, las dos chicas creían que se burlaban y ellas a su vez contestaban con reverencias y grandes risotadas. “La deferencia no es para vuestras altezas, sino para la institución; la falta de respeto no es hacia las infantas, sino hacia la monarquía”, les enseñaba el jefe de la Casa del Rey, que, además, "apiadado de la falta de cariño con la que crecían las niñas", llegaba a acompañarlas al médico y era su confidente cuando eran solo unas adolescentes.