Se conocen como CBDC por sus siglas en inglés [Central Bank Digital Currency] y son las criptomonedas emitidas por bancos centrales. Desde hace unos meses están teniendo un tremendo hype, como se dice comúnmente. Atlantic Council, especialistas en economía aplicada a geografías, señala que “a medida que las criptomonedas y las stablecoins [divisas digitales con menor volatilidad que las tradicionales y que suelen referenciarse al dólar, al euro o al yen] han ido ganando popularidad, los bancos centrales del mundo se han dado cuenta de que necesitan ofrecer una alternativa… o dejar que el futuro del dinero los adelante”.

En la actualidad, en todo el mundo se han lanzado ya cinco de estas CBDC en Bahamas, Saint Kitss y Nevits, Antigua y Barbuda, Santa Lucía y Granada. Curiosamente, todos ellos países catalogados de paraísos fiscales por la OCDE [Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos].

En la actualidad, 81 países están explorando la posibilidad de crear su propia CBDC

La fiebre del oro digital

La primera en aparecer fue el Bahamian Sand Dollar, algo así como el dólar de arena bahameño. Pero según datos de Atlantic Council, en la actualidad hay 81 países que están explorando la posibilidad de crear su propia CBDC. Entre todos, suman el 90 por ciento del PIB mundial. Una cifra muy superior a los 35 que tenían proyectos similares en mayo del año pasado.

De entre ellos, sobresale China, que ha emprendido una verdadera carrera por la utilización del yuan digital, en especial a partir de autorizar su uso a los visitantes extranjeros durante los próximos juegos olímipicos de invierno.

También el banco central de Estados Unidos va muy por delante del resto, entre ellos el BCE, el Banco de Japón y el Banco de Inglaterra.

En total, hay 14 experiencias piloto de CBDC, 16 en desarrollo, 32 países lo están investigando, 10 comenzaron pero lo han dejado inactivo, 2 se han cancelado [en Senegal y Ecuador] y 4 se encuentran en otros estadios.

Según el FMI, adoptar criptoactivos como moneda nacional no siempre es la mejor opción

No tan buena idea

Sin embargo, según el FMI, puede que no sea tan buena idea. La institución ha publicado en su blog una entrada firmada por su Consejero Financiero y Director de Asuntos Monetarios y Mercados Financieros, Tobias Adrian, y Rhoda Weeks-Brown, Consejera Jurídica y Directora del Departamento Jurídico, en el que ambos expertos afirman que adoptar criptoactivos como moneda nacional no siempre es la mejor opción:“Creemos que en la mayoría de los casos, los riesgos y los costos superan los posibles beneficios”.

A su juicio implantar una CBDC “requiere importantes inversiones y difíciles decisiones de política, como es la definición del papel de los sectores público y privado en la oferta y regulación de las formas digitales de dinero”.

Advierten de que “bitcoin y sus homólogos se encuentran en gran parte en la periferia de las finanzas y los pagos; y, sin embargo, algunos países están considerando seriamente otorgar a los criptoactivos el estatus de moneda de curso legal e, incluso, convertirlos en una segunda (o potencialmente la única) moneda nacional”.

Es difícil que los criptoactivos se impongan en países con inflación y tipos de cambio estables e instituciones creíbles

Decisión condicionada

Desde su punto de vista, la decisión está supeditada a las condiciones propias de cada nación. “Es difícil que los criptoactivos se impongan en países cuya inflación y tipos de cambio son estables y que cuentan con instituciones creíbles. Los hogares y las empresas tendrían muy pocos incentivos para fijar precios o ahorrar en un criptoactivo paralelo como bitcoin, aun cuando se le concediera el estatus de dinero legal o moneda de curso legal. Su valor es demasiado volátil y sin relación con la economía real”, explican.

Pero no solo eso, “incluso en economías relativamente menos estables, el uso de monedas de reserva internacionalmente reconocidas, como el dólar o el euro, sería más atractivo que adoptar un criptoactivo”.

Como consecuencia, las CBDC “podrían imponerse como vehículo para que las personas que no disponen de cuenta bancaria realicen pagos, pero no como reserva de valor. Se cambiarían inmediatamente por moneda real una vez recibidos”.

Una moneda de curso legal debe ser ampliamente accesible, pero el acceso a la tecnología no lo es en muchos países

Impacto

Adrian y Weeks-Brown destacan el impacto que tendría en la economía real la adopción de una divisa con una volatilidad tan alta como la de bitcoin, no solo en los hogares y las empresas, sino también en las cuentas públicas, que recibirían el pago de los impuestos en criptomonedas, pero sus gastos seguirían siendo mayoritariamente en moneda nacional o a la inversa.

Por si todo eso fuera poco, también se verían perjudicada la política monetaria, que perdería fuerza; la estabilidad de precios; la integridad financiera, por la dificultad para luchar contra el lavado de dinero y la financiación del terrorismo; e incluso llegarán a surgir nuevos problemas legales, porque “el estatus de moneda de curso legal requiere que el medio de pago sea ampliamente accesible. Sin embargo, el acceso a internet y la tecnología necesaria para transferir criptoactivos siguen siendo escasos en muchos países, lo que plantea cuestiones de equidad e inclusión financiera”.

Y concluyen que las CBDC “vienen acompañadas de riesgos importantes para la estabilidad macrofinanciera, la integridad financiera, la protección de los consumidores y el medio ambiente”. No obstante, “las ventajas de sus tecnologías subyacentes, incluido el potencial de servicios financieros más baratos e inclusivos, no deben ignorarse”.

Su recomendación es que los gobiernos intensifiquen “los esfuerzos para ofrecer estos servicios y aprovechar las nuevas formas digitales de dinero, al tiempo que mantienen la estabilidad, la eficiencia, la igualdad y la sostenibilidad medioambiental. Intentar convertir criptoactivos en moneda nacional es un atajo nada aconsejable”.