Blanca Ruibal es la Coordinadora de Amigos de la Tierra en España. Una organización que cumplió los 40 el año pasado y que ha vivido, desde el nacimiento del ecologismo en el mundo y en nuestro país, hasta el momento actual, en el que quizá haya más conversación que medidas eficaces, pero algo es algo. 

Hemos hablado con Ruibal para recorrer de su mano una historia que corre en paralelo con la de la federación internacional de Amigos de la Tierra de la que procede, “probablemente la mayor red ecologista del mundo ahora mismo”, según sus palabras. 

Las políticas que destruyen el medioambiente son también las que generan injusticia social

Trayectoria

Nos explica que, desde su nacimiento en Estados Unidos, en los años 60, “siempre fue concebida como una red de grupos locales de activistas, de personas que quieren organizar sus propias actividades ecologistas”.  

A lo largo de su trayectoria, la organización ha evolucionado desde un enfoque de defensa de territorios y biodiversidad “a lo que llamamos hoy en día ecologismo social: no separar a las personas o la economía. Hay que salvar al lince, pero hay que proteger los ecosistemas por la salud, tenemos que organizar una economía y un sistema productivo que no destruyan la biodiversidad, porque también son nuestro sustento”. 

Hay que salvar al lince, pero también hay que organizar una economía y un sistema productivo que no destruyan la biodiversidad

Impacto en las personas

Algo fundamental, porque el impacto en los seres humanos es incuestionable. “Las políticas que destruyen el medioambiente son también las que generan injusticia social y precariedad laboral, las que al destruir la naturaleza expulsan a las personas de su territorio”, explica. 

Desde una perspectiva internacional, es fácil apreciar cómo la deforestación y el monocultivo empujan a los pueblos indígenas fuera de su territorio, “pero también sucede en Europa y en la península: cuando una mina o una macrogranja expulsan de alguna manera a las personas de los pueblos o los degradan enormemente”. 

Tenemos un sistema basado en el crecimiento económico a cualquier precio

Impacto en los más pobres

En estas situaciones, los más afectados son casi siempre los menos favorecidos, “por eso, la lucha por el medioambiente va de la mano de la lucha por la justicia social. Al final estamos hablando de un sistema basado en el crecimiento económico a cualquier precio, como destruir el Amazonas para cultivar soja”.  

Además, se generan situaciones aún más negativas: “La pobreza tiene mucho que ver con la destrucción ambiental. Se sabe que la gente con rentas más bajas vive en entornos mucho más degradados. El derecho a un entorno sano no se respeta”. 

Esa ambición económica también genera “precariedad laboral, imprescindible para que le salgan las cuentas a las grandes empresas y al sistema capitalista”. 

La pobreza tiene mucho que ver con la destrucción ambiental

Urgencia

Le pedimos que nos diga qué es lo más urgente. “Lo más urgente e importante –porque creo que es de las cosas que menos se atienden por parte de la opinión pública e incluso los decisores políticos- es la transformación de la agricultura industrial, del sistema agrícola. En todos los informes internacionales aparece, negro sobre blanco, que uno de los principales motores de la deforestación, pérdida de biodiversidad, degradación del suelo, desertización, cambio climático, etc., es la agricultura industrial. Y, sin embargo, es donde más cuesta acometer políticas ambiciosas para cambiarlo”. 

Aun así, no cree que la crisis medioambiental se deba afrontar de forma aislada: “Ahora mismo podemos hablar de una crisis ecológica en general, que no es solo la climática. Lo más urgente no es un tema: el clima, acabar con los plásticos o proteger la biodiversidad; lo más urgente es cambiar el sistema y avanzar hacia un estilo de vida, un modelo de producción y consumo que realmente proteja nuestros recursos naturales”.  

Y, cosa rara, quita presión a la ciudadanía: “Una cosa muy importante que podemos hacer todos es no sentirnos culpables y no hacer que nadie se sienta así. Debemos estar informados y conocer -en la medida de lo posible- en nuestra compra y nuestro día a día, cuáles son las alternativas con menos impacto y tratar de utilizarlas”. 

Sin embargo, “cada acto cuenta” y debemos aprovechar cualquier oportunidad que se nos presente: “Nosotros siempre apostamos por la movilización, que las personas reclamen a quien verdaderamente tiene el poder, un cambio en la producción y en el sistema. Es más importante que hagas un plastic attack en un supermercado, dejar todos los plásticos en la puerta y salir en la portada del periódico, que sudar tinta todos los días para evitarlos en la compra”.  

Según su criterio, estamos en buen camino, pero vamos demasiado despacio: “Las políticas apuntan en la dirección correcta, pero no son suficientes. Las cifras no cuadran con lo que dice la ciencia sobre descarbonizar la economía”.