El magistrado del Tribunal Constitucional, Enrique Arnaldo, lleva décadas observando el deporte desde dos perspectivas aparentemente opuestas: la pasión del aficionado y la precisión del jurista. En su reciente ensayo El Deporte en la Literatura (Editorial Espasa), publicado tras cuatro años de lecturas y fichas acumuladas, explora cómo el deporte ha sido mucho más que espectáculo: ha sido símbolo, metáfora y motor de relatos que atraviesan siglos, culturas y géneros literarios. Desde la Grecia clásica hasta el fútbol contemporáneo, el autor rastrea la manera en que el cuerpo en movimiento se convierte en narrativa, en arte y en espejo de la condición humana.

En esta entrevista concedida a ElPlural.com, Arnaldo habla sobre el origen de su libro o el porqué de la distancia entre intelectuales y el deporte. También reflexiona sobre cuestiones candentes de la actualidad como el ‘Caso Negreira’, la independencia de la justicia deportiva o el uso político de los estadios. Con su doble mirada, de jurista y aficionado, defiende la idea de que el deporte es cultura y reconoce que el Tribunal Constitucional es el VAR de la democracia española.

Pregunta (P): ¿Qué le llevó a escribir un libro sobre la importancia del deporte en la literatura y a mezclar estos dos conceptos que parecen tan alejados?

Respuesta (R): Pues precisamente tuve la intuición, al hacer lecturas, de que el deporte tenía una concepción literaria riquísima. Me di cuenta de que el deporte era un hecho literario. Yo siempre he defendido que el deporte es cultura, y que esa cultura la he encontrado en el arte, curiosamente, sobre todo en la literatura. Descubrí que autores como Vargas Llosa, García Márquez o Unamuno dedicaban pasajes al deporte. Entonces pensé: “Esto tiene interés”. Empecé a conservar fichas de los libros que iba leyendo, con la intención de escribir algún artículo para demostrar esta idea. Al final, después de cuatro años, escribí un libro.

P: En ese proceso de escritura, ¿qué cosas le sorprendieron?

R: Primero seguí mi plan de lectura normal, de lector apasionado. Luego busqué novelas específicamente relacionadas con el deporte, como ‘El Miedo del Portero Ante el Penalti’ o las memorias de André Agassi. La narración deportiva nace muchas veces del periodismo. En España, sobre todo fue el ABC quien promovió ese periodismo narrativo, y después hubo periodistas extraordinarios como Julio César Iglesias o Santiago Segurola que convirtieron esa narración en un arte.

P: ¿Por qué cree que los intelectuales han despreciado el deporte durante tanto tiempo?

R: Por dos razones: por desconocimiento y por pose. Para algunos intelectuales, tomar distancia del deporte es una postura. Lo veo claro en Borges: le gustaba despreciar el deporte, solo apreciaba el ajedrez, lo único que le parecía creativo; lo demás, degenerativo. Lo demostró en el Mundial de Argentina de 1978: en el partido inaugural, convocó a sus alumnos para una conferencia sobre metafísica. No quería mezclarse con ese mundo, y también influía la dictadura argentina que promovía ganar “como fuera”. Hay otra anécdota divertida que cuenta Javier Marías en Salvajes sentimentales: un grupo de intelectuales de los años 60 y 70, entre ellos Elías Querejeta, fueron al Bernabéu a ver un Madrid-Real Sociedad disfrazados. No querían ser reconocidos en un gusto que en aquel momento parecía poco sofisticado.

P: ¿Es el fútbol la religión laica del siglo XXI, como dice Vázquez Montalbán?

R: Creo que la sociedad contemporánea no se entiende sin fútbol. Ha cambiado la faz de la tierra. Puede haber guerras o polarización, pero el fútbol permanece. El fútbol une. Como el rugby unió a Sudáfrica con Mandela. El deporte es un momento de unificación y esparcimiento. ¿Por qué no podría ser la religión contemporánea?

P: ¿Es más literario ganar o perder?

R: Hay un libro de David Trueba que se llama ‘Saber Perder’. Creo que uno de los valores deportivos es precisamente ese: saber perder. Ganar es fácil, perder es más complejo. Muchos perdedores han sido ganadores morales. Holanda en la final de Argentina, por ejemplo. La obsesión por ganar es negativa.

P: ¿De qué deportista actual le gustaría leer una novela?

R: Hay una novela escrita por Gervasio Posadas que cuenta la historia de un jugador de éxito que contrata a un escritor para que le haga una biografía. Creo que jugadores como Mbappé o Cristiano Ronaldo no dan mucho juego para una novela. Sería mucho más divertido un tipo como Lamine Yamal o los hermanos Williams. Gente que viene de fuera de España, que su familia se instala, que logran identificarse con el ambiente… Me parece que ellos dan mucho juego.

P: Usted presidió el Tribunal Administrativo del Deporte. ¿Cuál es su función exactamente?

R: Las funciones principales eran dos: la revisión de las resoluciones de los comités federativos de todas las federaciones y sanciones dentro del terreno de juego, sobre todo las que derivaban en expulsiones y la apertura de expedientes disciplinarios a presidentes federativos que, por desgracia, tuvimos unas cuantas. El fútbol ocupaba el 70% de las resoluciones.

P: ¿Cuáles fueron los casos que más se complicaron?

R: Los casos más mediáticos eran los que afectaban a grandes clubes. Recuerdo casos como Pepe, Piqué o Neymar… Se convierten en temas nacionales. La capacidad de repercusión de los dos grandes (Real Madrid y FC Barcelona) es impresionante.

P: ¿Qué opinión le merece el ‘Caso Negreira’?

R: El asunto está en proceso de investigación. A mí lo que me preocupa del ‘Caso Negreira’ es que la duda sobre la imparcialidad de un árbitro repercute directamente en el sentimiento real de la limpieza de la competición. El dopaje es otra forma de alteración del resultado, es un disvalor del deporte. Al ‘Caso Negreira’ se llega por el deseo de “ganar como sea” y, como ya he dicho, antes de ganar así es preferible no participar o perder.

P: ¿Qué figura está más discutida ahora mismo, la de un juez o la de un árbitro?

R:  Ahora mismo, tanto en España como en otros países, sin duda la de un juez. Nosotros lo que queremos es que el juez dicte la resolución que a nosotros nos gusta, y si no, entonces nos parece mal. Con el árbitro pasa algo parecido. El forofismo te lleva al insulto al árbitro, quieres que pite el penalti a tu favor y no lo pite nunca en contra.

P: ¿Existe suficiente independencia y transparencia en la justicia deportiva española?

R: Yo creo que la justicia española tiene muy poco margen apreciativo. Mientras que los códigos disciplinarios anteriores permitían un cierto margen, ahora ese margen es inexistente. Hay muy pocas posibilidades de levantar una sanción impuesta por un árbitro. Las noticias sobre los recursos que van a presentar los clubes ante las sanciones han desaparecido del mapa periodístico.

P: ¿Cuál es la reforma institucional que cree más urgente en el deporte español?

R: El deporte tiene básicamente, a mi juicio, a dos necesidades. Una es cumplir el mandato de la Constitución, es decir, fomentar que la gente haga deporte. Porque el deporte es beneficioso desde el punto de vista de la educación, de la salud, del entretenimiento… El segundo tema es el deporte como símbolo nacional. El apoyo a las asociaciones deportivas nacionales porque esto crea sentimiento de país, como en el Mundial de Sudáfrica en el que España recuperó el orgullo por si misma. La reforma institucional es fomentar los valores del deporte e intentar que el deporte sea un elemento menos de negocio y más de otra naturaleza.

P: Usted, como cualquier persona, tiene un equipo. ¿Cómo de difícil es abstraerse de las filias y fobias que esto genera cuando se ocupa un cargo tan relevante?

R: Decía Sacheri en ‘El Secreto de tus Ojos’ que uno puede cambiar de matrimonio, puede cambiar hasta de religión, pero jamás puede cambiar la camiseta del club con el que, prácticamente, nace. Yo nací a 20 minutos andando de lo que es hoy el Santiago Bernabéu, pero acostumbrado a ser juez, el forofismo no me ciega. Es posible tener un color de camiseta y juzgar independientemente una jugada o una sanción de tu propio club. Me puedo y me debo independizar. En el supuesto de que yo no pudiera, que no me ha ocurrido, me tendría que abstener. Hay casos que prefieres no resolver, pero creo que es un deber.

P: ¿Puede entenderse el deporte sin la política?

R: Los que más han utilizado al deporte al servicio de la política son los regímenes autoritarios, como durante los Juegos Olímpicos de 1936 con Hitler. Hay un libro que también le recomiendo que cuenta la historia de Nadia Comaneci, la gimnasta rumana que deslumbró en los primeros Juegos Olímpicos y era una persona utilizada al servicio del régimen. Es deleznable.

P: Muchos estadios se han convertido en lugares de expresión política, ¿dónde pondría usted la línea roja?

R: El Código de Buenas Prácticas de UEFA y FIFA impide el uso político. Ahora estamos asistiendo a un conflicto por la masacre en Palestina con la consideración de si Israel debe o no formar parte de las competiciones europeas. Entonces, esta mezcla del deporte y la política a mí me parece lamentable. Yo creo que una cosa es el deporte de los deportistas y otra cosa es la política. Me parece realmente que la política debería quedar al margen, dejar que los deportistas se expresen.

P: ¿Cree que el Tribunal Constitucional es el VAR de la democracia española?

R: No lo había oído, pero me parece una excelente expresión. Si, es un órgano de revisión de las decisiones más trascendentes y por tanto es un VAR. Sin duda lo es, y me parece una magnífica expresión.

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