Estas líneas están escritas antes de conocer los resultados de las elecciones generales del día 28 de Abril. Haya pasado lo que haya pasado, los próximos años no van a ser lo mismo en materia de política económica. Pero en el mundo globalizado en el que vivimos ahora, tampoco esperen giros de timón muy pronunciados: el poder económico -y la competencia internacional- se está desplazando desde los países hacia las ciudades. El crecimiento económico mundial se está concentrando cada vez más en unas ciudades en constante crecimiento, particularmente en las economías emergentes, que condensarán gran parte del crecimiento demográfico y de la producción.  

En España, en una situación de declive demográfico, no se espera un crecimiento urbano de carácter explosivo, pero sí una concentración del poder económico en un puñado de ciudades con capacidad de generar masa crítica: Madrid y Barcelona, ya clásicas en las grandes clasificaciones mundiales de ciudades, pero también Bilbao, Valencia o Sevilla se abren espacio como nodos de creatividad, innovación y conocimiento. Ciudades con tamaño y capacidad de conectarse con su entorno y con las cadenas globales de valor.

¿Cómo podemos hacer de nuestras ciudades verdaderos espacios de innovación, creatividad y bienestar? Las respuestas a esta pregunta no son fáciles. En los últimos 30 años, el factor principal de transformación de las ciudades ha sido la ejecución de megaproyectos urbanos que han transformado la fisionomía de muchas de ellas: desde la Barcelona Olímpica, el soterramiento de la M30 en Madrid -a la espera de la puesta en marcha de la polémica operación de Madrid norte-, o la transformación de la ría de Bilbao, nuestras ciudades han sido sometidas a una terapia basada en el cemento y las grandes construcciones, con resultados muy visibles y en la mayoría de los casos muy positivos. Pero el espacio para los grandes megaproyectos se está acabando y, con ellos, la posibilidad de utilizar esta palanca de transformación.

En los próximos años, la política económica de las ciudades tendrá más que ver con la pluralidad de operaciones de adaptación y modernización infraestructural, como la electrificación y pacificación del transporte, la redensificación de los centros urbanos, la lucha por mantener vivo el comercio de proximidad -que está amenazado de muerte-, la garantía del acceso a la vivienda o la lucha contra la gentrificación. También los proyectos dirigidos a eliminar los residuos y el consumo de energía y recursos, en un avance hacia la denominada economía circular, el fomento de la innovación y la innovación social, y la promoción del emprendimiento local basado en nuevas tecnologías y en el territorio. La agenda es amplia y compleja, y llevará consigo un importante esfuerzo para promover l la participación de todos los actores implicados.

También las ciudades intermedias tienen importantes retos. Nos estamos tomando muy en serio el proceso de “vaciamiento” de una parte de nuestro país, pero sin ciudades intermedias dinámicas y bien conectadas, será difícil lograr una vertebración territorial adecuada. Los poderes municipales de estas ciudades tienen mucho trabajo por hacer y muy poca ayuda, situación que debe revertirse con rapidez. El próximo período de fondos europeos debería dirigirse fundamentalmente en esa dirección, focalizando los recursos en la vertebración territorial y en el desarrollo local.

Las prioridades de la transformación son claras: nuestras ciudades deben esforzarse por cualificar a su población, por establecer las infraestructuras urbanas necesarias para la nueva generación de transporte ciudadano basado en energías limpias; por fomentar un adecuado desarrollo de la economía compartida; por establecer sistemas de reducción, reciclaje y reutilización de los recursos naturales a través de la economía urbana circular; por reintegrar la naturaleza en el paisaje urbano con nuevas infraestructuras verdes, y por establecer los ecosistemas innovadores que permitan la interacción entre los emprendedores y las ciudades.

La dinamización de nuestras ciudades no debe olvidar la cohesión y la inclusión social. En Madrid, Bilbao o Barcelona, los barrios ricos declaran una renta neta disponible más de tres veces más alta que los barrios más pobres. Los gobiernos locales deben luchar contra la segregación espacial y promover un desarrollo más cohesionado, evitando que ciertas calles y avenidas se conviertan en auténticas fronteras de equipamientos, servicios y calidad de vida.

Hay alcaldes y alcaldesas innovadoras de todos los colores políticos: en Madrid, Santander, Vitoria, Málaga, Soria o Bilbao, por nombrar algunos. Son muchas las ciudades donde los gobiernos locales está promoviendo una nueva era de modernización de sus ciudades, convirtiéndolas en espacios abiertos a la innovación, el crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental. Pero estos procesos requieren de proyectos de largo plazo que no se agotan en una legislatura, consensuados con la población y con el resto de las fuerzas políticas. Aquellas ciudades que consigan mantener esa dirección de apertura, sostenibilidad e innovación verán sus expectativas cumplidas. Aquellas en las que se apueste por paralizar los cambios o por retroceder en los mismos se enfrentarán al declive y el aislamiento.