La cita parecía perfecta. Los ministros de Economía y Fianzas de la Unión Europea se reunían a principios de esta semana en Luxemburgo, donde durante dos días debatirían sobre las nuevas reglas fiscales que entrarán en vigor el próximo año. Entre ellos, destacaba la representante española, Nadia Calviño, que presidía las reuniones como cabeza económica de la presidencia española del Consejo de la Unión Europea. Todo estaba preparado para que las negociaciones para dirigir el Banco Europeo de Inversiones (BEI) se decantasen del lado de la vicepresidenta y ministra de Asuntos económicos; sin embargo, una nueva cita se ha perdido en el tiempo, como sucediera con la de Santiago de Compostela, y la decisión deberá esperar.

Dos pesos pesados europeos compiten por presidir el mayor prestamista de la UE, mientras los Veintisiete continúan sin decantarse. De un lado, Calviño ostenta el papel de favorita y, si bien no ha conseguido aunar los apoyos suficientes en esta cumbre, se lleva bajo el brazo el beneplácito alemán. Del otro lado, la vicepresidenta comisaria de Competencia de la Comisión Europea, Margrethe Vestager, ha renunciado a temporalmente a sus funciones en Bruselas para centrarse enteramente en el liderazgo del organismo. El actual presidente, Werner Hoyer, finaliza su mandato el 31 de diciembre y lo óptimo sería que otra personalidad ocupase su puesto con la entrada del nuevo año.

La carrera está al rojo vivo y muestra de ello es que los otros tres candidatos que compiten aún no han retirado candidatura. Daniele Franco, exministro de economía italiano, y dos vicepresidentes del BEI, la polaca Teresa Czerwinska y el sueco Thomas Ostros, también se postulan para alcanzar la presidencia. Ninguno de estos candidatos cuenta con los apoyos suficientes y comienza a especularse con otros nombres alternativos que, aunque están lejos de ser oficiales, empiezan a ocupar espacio en las paginas de algunos medios internacionales.

Existen múltiples y diversas posiciones dentro de los Veintisiete, pero, como es habitual, la voz de todos los Estados no vale lo mismo. Alemania, cuyo apoyo a España ha trascendido de forma oficiosa, es el país más grande de la Unión y uno de los mayores accionistas del BEI, con un 16,1%. Los otros dos países con más peso accionarial son Francia e Italia, que cuentan con el mismo porcentaje que los bávaros. El caso italiano parece claro y, contando todavía con un candidato en la carrera, parece que el su apoyo recaerá sobre este.

Francia, como es habitual, piensa ponerlo más difícil. El Gobierno galo puso desde el primer momento una línea roja sobre la mesa: la energía nuclear. El ministro de Economía francés, Brune Le Maire, ha dejado claro en varias ocasiones que no apoyará ninguna candidatura que vaya contra proyectos nucleares o que tenga la pretensión de cerrarles el grifo de la financiación. Vestager, miembro de la misma familia europea que el partido de Emmanuel Macron, partía con ventaja para hacerse con el apoyo galo, pero su negativa a financiar proyectos nucleares y la tensión entre sus últimas relaciones deja en el aire el apoyo francés.

El apoyo galo es vital para Calviño, que no ceja en su intento de convencer al Ejecutivo de Macron. La candidata española ya ha dejado claro que no actuará contra la nuclear y que se ceñirá a lo que "determinen los reglamentos comunitarios". Los últimos aprobados permiten la financiación de la nuclear y tan solo quedaría incluirlos en la lista de proyectos financiables por el supervisor. El Gobierno español se posicionó en contra de esto, pero la vicepresidenta deja la puerta abierta a que, si es lo que se designa en el Parlamento, ella no se opondrá.

Sacando la calculadora, el apoyo francés daría unos números casi definitivos a Calviño. Atendiendo a que España cuenta con el 9,66% de la contribución del BEI, el porcentaje de accionariado que se situaría del lado español, una vez confirmado el alemán y conseguido el francés (ambos 16,1%), ascendería al 41,86%. Todo apunta a que, si no se retira, el otro gran porcentaje, el 16,1% italiano, iría a su candidato, sin contar este con más apoyos. Esto dejaría muy desprovista a Vestager, que si bien parece que aúna el apoyo de muchos países pequeños, no cuentan con el visto bueno de las grandes potencias.