Y finalmente, la Junta de Accionistas de Ferrovial tomó la decisión de salir de España. Como en las separaciones traumáticas, ha habido amenazas, acusaciones cruzadas, propósitos de enmienda y promesas que no han merecido crédito. El resultado es que una de las firmas más internacionalizadas de nuestra economía ha decidido sacar su sede social de España para fijarla, de manera provisional en Países Bajos, y luego terminar en Estados Unidos, donde, por cierto, tiene gran parte de su negocio. Es el final del camino de internacionalización que inició hace décadas, asumiendo construcciones y concesiones a lo largo y ancho del planeta, muchas de ellas conseguidas gracias a los esfuerzos de la diplomacia económica española. Fueron los años en los que España presumía de sus multinacionales en América Latina, la mayoría de ellas construidas sobre la base de acceder a la privatización de servicios y empresas públicas, acompañadas por la política de tipos de interés bajos en la Eurozona y el acceso fácil a la financiación. Era la época en la que se habló de la “segunda conquista”: Santander, BBVA, Aguas de Barcelona, las constructoras, Telefónica, Repsol, etc. accedían a activos nacionales en otros países apalancados por las condiciones financieras de la eurozona.

Aquel sueño de las grandes multinacionales españolas en el mundo dio también paso a una nueva generación de empresas que se internacionalizaron acompañando a industrias que se deslocalizaban, como Inditext, Viscofan o Grupo Antolín. Los mascarones de proa de nuestra actuación internacional. En 2006, Telefónica tenía nada menos de 165 filiales en el exterior, Repsol-YPF (que es como se llamaba entonces), tenía 71. Según estudios previos a la crisis, la presencia de mulinacionales españolas en Argentina, Brasil o México se contaba por varias decenas. Luego llegaron las renacionalizaciones -YPF en Argentina- y las desinversiones, de manera que muchas empresas terminaron vendiendo sus activos en el exterior. El contexto de nuestras multinacionales se ha consolidado y moderado, y aun hoy tenemos una importante presencia en el ámbito internacional.

Cuando llegó la crisis de 2008, y se evidenció el auge de muchas multinacionales emergentes, hubo quien pensó que España podría convertirse en el Hub de las multinacionales provenientes de América Latina en Europa. El economista español Javier Santiso llegó a hablar de las multilatinas y de las posibilidades de integrar, en suelo español, sus bases de operaciones en Europa. No ocurrió así: gran parte de las mismas terminaron situándose en otros sitios del continente. La idea de convertir a España -y más en particular, a Madrid- en un gran hub de negocios internacionales que conectara Europa y América Latina fue un sueño fugaz del que el vestigio que nos ha quedado es una terminal en Barajas -la T4- pensada prácticamente para ese fin. En otras palabras, en dos décadas hemos pasado de aspirar a convertir España en un punto caliente de la globalización corporativa a ver como una de nuestras multinacionales se va de nuestro país.

Quien escribe estas palabras cree que merece la pena reflexionar un poco sobre todo esto. España sigue recibiendo importantísimas sumas de inversión exterior, de manera que el mundo corporativo sigue apostando por operar en España, generando empleo y actuando como catalizador de la economía local. Pero estamos lejos de ser el centro de negocios que podríamos ser. Y para ello no hay que convertirse en un paraíso fiscal, ni ofrecer ventajas fiscales que generen más agujeros en nuestras cuentas públicas para empresas que vienen y van. Pero sí hay otras cosas que podemos hacer: la formación del capital humano, que ha mejorado mucho, está lejos todavía de los estándares europeos. Tenemos una gran conectividad y buenas infraestructuras, pero nuestro entorno competitivo sigue teniendo muchas regulaciones que quizá merecería la pena revisar. Nuestro mercado financiero no tiene el mismo nivel de integración que otros mercados -al parecer, esta ha sido una de las razones de la salida de Ferrovial- y España sigue siendo un lugar complicado para construir plataformas desde las que acceder a los mercados europeos, con desventajas físicas y orográficas evidentes si nos comparamos con Polonia o con Países Bajos. En términos logísticos esto es una grave desventaja que no hemos podido superar.

En tiempos de autonomía estratégica y renacionalización de la actividad económica, la competencia de los lugares se va a volver más importante en el futuro próximo y los sitios donde se localice la actividad económica va a ser esencial. Por eso deberíamos tomar en serio el aviso que ha supuesto la salida de Ferrovial y pensar en una estrategia de localización económica y de generación del ecosistema necesario para no sólo mantener a nuestras empresas aquí, sino para atraer a aquellas que quieren crecer y fortalecer su presencia en los mercados internacionales.