Las declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón, sobre el sector cárnico han protagonizado la primera polémica de 2022. “Lo que no es sostenible son las llamadas macrogranjas. Encuentran un pueblo en una parte despoblada de España y ponen 4.000, 5.000, o 10.000 cabezas de ganado. Contaminan el suelo, contaminan el agua y luego exportan carne de mala calidad de animales maltratados”, aseguraba el ministro de Consumo en una entrevista al periódico británico The Guardian el pasado 26 de diciembre.

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A partir de aquí se ha generado un fuerte debate en el que todos han querido dar su opinión y hay algo en lo que coinciden los ganaderos: la defensa de una ganadería intensiva protagonizada por ganaderos, y no grandes empresas, es decir, las propietarias de las macrogranjas.

Tanto en España como en el mundo desarrollado hay dos modelos principales de ganadería: intensiva y extensiva. La primera, como su propio nombre indica, concentra el ganado en grandes instalaciones para realizar una producción en masa. La segunda, en la que se encuentran los pequeños ganaderos, utiliza los terrenos y recursos naturales para el pasto y la alimentación de los animales. Un modelo perfectamente representado con el pastoreo.

La agricultura intensiva -a día de hoy en el centro de la polémica- no cuenta con recursos naturales para la alimentación y el cuidado de los animales, sino que se desarrolla totalmente en el interior de las granjas y se alimenta con pienso. Estas son las características principales de las macrogranjas, muy populares en los últimos años en el sector porcino, según las cifras del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.

Sin embargo, hay matices entre el blanco y el negro. En ElPlural.com nos hemos puesto en contacto con los actores principales del sector para conocer las diferencias entre las macrogranjas y las granjas de menor tamaño en España, más allá de la polémica de los últimos días. ¿Dónde está el límite entre estas? ¿Cuál es la diferencia?

¿Cómo y cuándo nacen las macrogranjas?

La ganadería intensiva supone el 80% de la producción nacional, al igual que ocurre en el resto de países europeos desarrollados, tal y como explica el coordinador de COAG en Castilla y León, Lorenzo Rivera. “2018 y 2019 fueron años muy buenos y es ahí donde salieron las macrogranjas”, explica Rivera sobre el auge y la popularización de este modelo de ganadería intensiva.

Según las cifras del Registro Estatal de Emisiones y Fuentes Contaminantes (PRTR), España cuenta con 2.447 explotaciones de cebo porcino, con más de 2.000 plazas para cerdos de engorde de más de 30 kilogramos. Además, Greenpeace asegura que el 93,7% de la producción de carne de cerdo se produce en grandes explotaciones industriales, un 94,2% en el caso de carnes de aves y un 80,6% en la lecha de vacuno. La mayoría de ellas situadas en regiones predominantemente agrarias como son Cataluña, Aragón o Castilla y León.

Regulación del porcino, ¿qué pasa con el sector vacuno?

La ley que regula las macrogranjas fue modernizada el año pasado y, desde entonces, se permite la producción de hasta 720 madres y 5.000 cerdos, en el caso del sector porcino. En este caso, los sindicatos agrarios coinciden en que, a partir de los 5.000 cerdos, se podría considerar macrogranja.

Román Santalla, secretario de Ganadería de UPA, cifra aquí el límite y asegura que el problema está en “saber qué se llama macrogranja”. “Todo lo que vaya de ahí para arriba será una macrogranja. De ahí para abajo será una granja grande. No queremos que a las pequeñas y medianas granjas se les llame macrogranja”, reclama.

En el caso de las aves, el límite está en los 50.000 pollos por granjas. Sin embargo, no existe un límite para el sector vacuno u ovino, con una media de 700 vacas en el caso de producción de leche. UPA está trabajando para regular también los límites en las macrogranjas de vacuno, después de que ya se haya hecho en el sector porcino. ¿El objetivo? Evitar el desastre como el del macroproyecto de Noviercas, en Soria, con más de 4.000 vacas. “Es la última vaca que llenó el vaso”, denuncia Santalla.

Para ello, trabajan en un Real Decreto que contará con tres modelos de ganadería para el vacuno: un primer límite hasta las 185 cabeza de ganado; el segundo hasta las 500 y el tercero con un techo máximo hasta los 720 animales. Sin embargo, todos estos límites no afectan a las macrogranjas anteriores al decreto, afirma Santalla, responsable de Ganadería en UPA. “El decreto no las va a cerrar, pero sí pedirá respetar ciertos criterios de bienestar animal y sostenibilidad medioambiental”, asegura.

Proteger a las granjas intermedias y familiares

Es aquí donde surge la petición de la mayoría del sector para proteger a las granjas intermedias, un tipo de ganadería intensiva diferente que “el mercado permite y demanda”, afirma el responsable de COAG en Castilla y León. “Una granja de 100 cerdos o 20 vacas es inviable. El mínimo sería de 1.000 plazas para acoger a un ganadero en cualquier integración” -explica Rivera- “Tenemos zonas donde el clima no permite el pastoreo y necesitamos una alimentación equilibrada para que las cabezas de ganado produzcan leche y carne”.

No obstante, las propias asociaciones marcan una diferencia clave, más allá del número de animales bajo techo. Se trata de la propiedad de la granja y es que, según el responsable de COAG, “las macrogranjas están fomentadas por empresas del sector cárnico o de los piensos y no ganaderos”, por lo que los empresarios no son profesionales del sector. Es lo contrario que ocurre con las granjas medianas o incluso grandes que sí están regentadas por un ganadero.

Además, tanto desde COAG como desde UPA denuncian que estas macrogranjas no llegan a generar una mayor riqueza económica para el entorno. “No hay más actividad que esta, los piensos seguramente se fabriquen dentro”, critica Rivera. Lo mismo dice Santalla (UPA): “Para nosotros no generan riqueza. No es un modelo sostenible, es un modelo que viene hoy y, si vienen mal dadas, se van. Están basadas en el capital puro mientras que los ganaderos están apegados al territorio. No es el típico granjero que vive allí y vive de eso. Necesitamos que se siga incentivado un modelo de economía familiar, pegado al territorio, ya sea intensiva o extensiva”.

"Quien tiene mucha tierra es la Duquesa de Alba" 

“Es un modelo sostenible, aunque sea intensivo en algunos casos, con respecto a la gestión del territorio” -continúa Santalla- “nuestros ganaderos y ganaderas viven en sus pueblos”. “Los pequeños productores no tenemos mucha tierra. Quien tiene mucha tierra es la Duquesa de Alba o Esperanza Aguirre”, denuncia. 

Con todo esto, desde COAG piden a Garzón “adaptarse al siglo XXI”. “No se lucha eliminando esa carne que se produce en granjas. Todo es intensivo y macroexplotación, que además complementamos con la actividad agrícola”, recalca Rivera.

Así, los sindicatos agrarios reclaman imponer el modelo de explotación familiar, diferenciado con un plus más de calidad. Un plus que podría convertirse en una realidad y es que, como ha avanzado Santalla, responsable de Ganadería de UPA, a ElPlural.com, está negociando con grandes distribuidoras para crear “un etiquetado de procedencia de agricultura y ganadería familiar”.