En no pocas ocasiones se cuestiona la ayuda europea a España en esta crisis generada por el Covid-19. En estos últimos días se ha creado un nuevo grupo con los países más al norte de Europa que exigen condiciones a las facilidades que se pueda dar a las economías del sur, preferentemente Italia y España como las más afectadas de la pandemia. Un grupo aún más estricto que la propia Alemania y que considera solo la opción de dar préstamos con condiciones muy claras. Eso de los eurobonos, o sea, mutualizar la deuda, prácticamente les parece un mal chiste.

Es más, la controvertida eliminación de la reforma laboral por parte del Ejecutivo actual que impuso el Gobierno del PP con la pasada crisis financiera de 2008 tiene en la propia Unión Europea sus mayores detractores. Algo que a simple vista parece una injerencia inaceptable en la soberanía laboral de un país miembro. La dura reforma laboral de Mariano Rajoy tuvo una única ventaja por la rápida recuperación del empleo, aunque a costa de una precariedad. Se gestaba un nuevo concepto –ya conocido en Estados Unidos- de los que aun trabajando son pobres.  Algo propio de economías subdesarrolladas o de países ricos pero con una insultante distribución de la riqueza.

También se habló entonces de los efectos negativos de la intervención de la Europa del euro en las economías donde los llamados “hombres de negro” fijaban con claridad los recortes y las prioridades de gasto. En España, esta intervención llegó solo a la banca con la el préstamo de 43.000 millones de euros destinados a limpiar las extintas cajas de ahorros.

Estar en el club europeo significa perder importantes parcelas de autonomía económica. Algo que deben comprender todos los líderes políticos, desde los más centrados, hasta los más extremos de izquierda o de derechas. Es el precio que hay que pagar por protegerse debajo del paraguas de la segunda potencia económica del mundo tras los Estados Unidos.

Después del eufórico abrazo que los españoles dimos a la llegada del euro, llegó una subida de precios donde los 50 euros se equiparaban con las antiguas 5.000 pesetas. Y siempre se avisó sobre la necesidad de hacer una economía de mayor valor añadido pues, de lo contrario, habría una caída de los salarios. Ya no se podía devaluar la moneda, el mecanismo que tenía España siempre para volver a ser competitivos en sus productos y sus servicios. Ante esta imposibilidad, solo cabía el recorte de los costes con el salario como el más importante.

Y así, lo hemos vivido. Los sueldos de mil euros suenan ya a gloria a muchos trabajadores españoles. Como efecto positivo de esta pérdida salarial, unos bajos tipos de interés que las circunstancias de los últimos años han llevado al cero por ciento o, directamente, al tipo negativo.

¿Cuál sería nuestra situación si el Covid lo pasásemos en pesetas en lugar de en euros? Pues no muy distinta a lo que calificamos como economías emergentes. Aproximadamente el 48% de la deuda pública española se encuentra en manos de inversores extranjeros. Inversores que exigirían elevados tipos de interés para invertir en España que, seguramente, tendría que devaluar su peseta para ser competitiva.

Pero no solo ya impedir que esos capitales se fueran de la deuda, sino que además, la crisis del Covid-19 nos exige elevar nuestra financiación. La deuda ya supera el 101% del Producto Interior Bruto y llegará próximamente al 120%. La única forma de que los inversores nos siguieran financiando sería darles altísimos tipos de interés que perjudicarían tanto a las hipotecas de las familias como a los créditos de las empresas y, por supuesto, a la carga de intereses de esa deuda, generando más deuda en una bola casi imparable.

 El bono del Estado español a 10 años cotiza en este comienzo de la semana en el 0,689% “solo” un punto superior al de Alemania con un tipo negativo del -0,491%. El euríbor sigue en negativo y además tenemos un comprador asegurado de nuestra deuda (acabará convertida en gasto sanitario, renta mínima, programas sociales...) el Banco Central Europeo (BCE). Llevamos ya 20 años sabiendo donde fallamos, al tener una economía de bajo valor y por ello pagamos con unos salarios bajos para ser competitivos. Europa nos ha aliviado dos crisis en este periodo. El resto está en nuestras manos.