¿Qué tienen que ver la disposición de las teclas en nuestros ordenadores y teléfonos móviles, los conflictos étnicos en África y el sentido de la circulación de los automóviles en cada país? Son todas ellas acciones que arrastramos debido a decisiones tomadas en el pasado, y que, hoy por hoy, son muy difíciles de cambiar, debido a los costes que supondría la transición. Cuando se establece un estándar, como es el caso de la disposición QWERTY en los teclados de ordenador, el coste de los productores de teclados en establecer un nuevo estándar es demasiado alto, pues todo el mundo está acostumbrado a utilizar el teclado QWERTY, y nadie tiene ningún incentivo para aprender a escribir en un nuevo teclado, pues todos los teclados del mercado tienen esa misma disposición. Pero lo cierto es que la disposición de las teclas del ordenador, heredada de las antiguas máquinas de escribir, está pensada para que la escritura sea lo más lenta posible, evitando atascos en las máquinas mecánicas, donde se corría el riesgo de que los dedos del mecanógrafo fueran más rápidos que los bastoncillos tipográficos que golpeaban sobre el papel.

El ejemplo de los teclados QWERTY es uno de los ejemplos más evidentes sobre lo que los economistas llaman “path dependence”, o “dependencia del camino”, esto es, cuando decisiones tomadas en el pasado constriñen el margen de actuación en el presente o en el futuro. La cantidad de casos en los que nos encontramos con esta realidad es abrumadora. La dependencia del camino marca la dirección de la innovación. Cuando un estándar se establece, es ya muy difícil salirse del mismo, aunque no sea el más correcto o el más eficiente pasado el tiempo.

Trasladando este efecto al crecimiento económico, nos encontramos con que este efecto impacta en las perspectivas de prosperidad de nuestras sociedades. La composición sectorial del crecimiento económico en España está sesgada hacia actividades de bajo valor añadido, entre otras cosas, por la falta de formación del capital humano, al tiempo que nuestro mercado de trabajo desincentiva la formación y cualificación de los trabajadores, que en muchos casos están subempleando sus habilidades porque no hay puestos de trabajo que compensen lo suficiente el esfuerzo de cualificarse.

El resultado es una suma de círculos viciosos que se retroalimentan y que hacen que nuestra economía no logre salir de su actual senda de paupérrimo crecimiento. Romper estos círculos viciosos y modificar la tendencia de nuestra economía y nuestra sociedad requiere de un pensamiento a largo plazo y de la voluntad de llevarlo adelante que ha estado, hasta hace poco, ausente de nuestro debate público. La semana pasada Pedro Sánchez presentó el documento “España 2050” y una de las críticas que más se le ha echado en cara es cómo puede preocuparse por el año 2050 estando como estamos en 2021. El corto plazo gana al largo plazo, lo urgente a lo importante.

Sin embargo, pocos gobiernos han dedicado más esfuerzo a producir un escenario de reformas económicas y sociales tan ambicioso como el planteado por el gobierno de Sánchez en los dos documentos que ha presentado hasta el momento: el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, donde se han movilizado los esfuerzos de todos los ministerios, actores sociales y agentes económicos para lograr un plan consistente, comprensivo y profundo sobre las inversiones y reformas necesarias; y el documento España 2050, que ha movilizado a doscientos expertos y académicos para reflexionar sobre el futuro de nuestro país, invitando, a partir de su presentación, a un diálogo nacional capaz de generar los consensos básicos para ese futuro.

Los dos ejercicios no deberían ser en vano. España tiene que tomar decisiones importantes en los próximos años y es bueno saber que impacto tendrán en nuestra futura calidad de vida. Incorporar el pensamiento estratégico a largo plazo era una necesidad y son muchos los gobiernos e instituciones que lo están haciendo como parte de su acción institucional. Por citar sólo algunos, Francia cuenta con France Strategie, la Comisión Europea con el Foresight Unit y el Joint Research Centre, amén del Instituto Europeo de Estudios de Seguridad. Hace poco el departamento de inteligencia de Estados Unidos presentó su panorama estratégico hacia el año 2040. Hasta el gobierno británico, tan poco amigo de la planificación, tiene su propio departamento de prospectiva,

En definitiva, se trata de una buena práctica que está instalada en otros gobiernos e instituciones, que definitivamente hacía falta en nuestro país y que ojalá tenga todo el recorrido que se merece. Por eso mismo sorprende, o quizá no, el rechazo de la iniciativa por una parte de la oposición. Con sus chanzas y sus mensajes facilones, la oposición no sólo está haciendo un flaco favor a la necesidad que tenemos de preparar desde ya la respuesta a los grandes retos de los próximos 30 años, sino que devalúa su papel como interlocutor en un diálogo que necesitamos abrir. Ojalá rectifiquen.