La energía ha pasado a considerarse un aspecto integral de la geopolítica actual y las empresas del sector lo tienen en cuenta. La transición energética tendrá consecuencias en todos los ámbitos de la sociedad, desde la forma de trabajar o viajar de los ciudadanos hasta el reordenamiento del mapa de países que han liderado el negocio de la energía hasta ahora. 

El avance hacia las energías renovables lleva consigo un cambio de paradigma en el panorama geopolítico energético. Y es que los grandes exportadores de combustibles fósiles como petróleo o carbón podrán ser sustituidos en la cúspide por los ahora exportadores de energía limpia. España juega un rol clave en este proceso de cambio gracias a empresas como Cepsa que, con su apuesta por el hidrógeno verde -materializada ya en el Valle Andaluz del Hidrógeno Verde- pretenden situar a la Península Ibérica en un lugar privilegiado del negocio energético mundial.

Las cadenas de valor, los flujos comerciales, los nuevos países importadores y exportadores de energía y las nuevas lógicas de competitividad en renovables podrían llevar también a una etapa protagonizada por una mayor confrontación geoestratégica o a una nueva era de cooperación energética internacional

El hidrógeno verde es el activo clave para avanzar en la descarbonización y transición energética a nivel mundial. Las empresas españolas son conscientes de ello y ya han anunciado importantes inversiones en la nueva forma de energía limpia. Según el mapa de World Energy Council, España es uno de los países orientados a la exportación del hidrógeno bajo en carbono en 2040, junto con otras potencias internacionales como Estados Unidos. La Península Ibérica cuenta con cuatro centros de hidrógeno desde los que ya ha arrancado la apuesta por el hidrógeno como modelo energético. 

La transición hacia la energía renovable constituye una fuerza de cooperación en el que los países con potencial de generación a bajo coste, entre ellos España, pueden convertirse en exportadores de energía verde aumentando su relevancia internacional. Por otro lado, los actuales exportadores de petróleo y gas tienen que adaptarse a la nueva realidad y adaptar su infraestructura y sus relaciones comerciales ya existentes para transitar a las energías renovables si quieren mantener su liderazgo en el sector energético. 

Por regiones, los países asiáticos dominan a día de hoy la producción de los equipos y componentes necesarios para la transición, con el objetivo de aprovechar estas nuevas dependencias. Y es que la transición energética a nivel mundial requiere de nuevos materiales cuya minería y tratamiento están concentrados en determinados países. España cuenta con una posición privilegiada en el suministro de cobalto y tierras raras, necesarias para producir energía eólica. 

Con todo esto, serán aquellas potencias que consigan adaptarse e imponer los estándares normativos y técnicos al resto los que gozarán de una posición de partida ventajosa en la transición energética. La aparición del hidrógeno verde como el futuro de la energía limpia trae consigo nuevas pautas de independencia y cambios en las relaciones bilaterales entre los grandes actores del sector energético. 

La crisis energética tras la invasión rusa de territorio ucraniano ha derivado en fuertes subidas de precios de los componentes necesarios para producir energía. Precisamente esto ha sido visto como una oportunidad para los países más afectados, que han recurrido a la reactivación de fuentes de energía autóctonas para garantizar el suministro. En el caso de España, con alto potencial en renovables e hidrógeno, el sector ha acelerado su despliegue y su cooperación con otros países a través de nuevos acuerdos comerciales y desarrollo de infraestructuras. Por ejemplo, el H2Med que unirá Portugal, España y Francia y que servirá de conducto clave para transportar hidrógeno renovable en el futuro. 

Riesgos y oportunidades de la crisis energética

Cepsa anticipa los principales riesgos y oportunidades tras la crisis energética. En el lado negativo, las alarmas de recesión económica -con un entorno menos favorable a la inversión-; el descontento social, por el propio encarecimiento de los precios energéticos; la mayor desigualdad ante la transición, con la posible desprotección de los consumidores vulnerables; los problemas de abastecimiento de los últimos años, tras la pandemia; y las tensiones comerciales entre los países exportadores de combustibles, pueden ralentizar y poner en riesgo la transición energética. 

En el lado contrario, la crisis tras la guerra de Ucrania ofrece una serie de oportunidades: la mayor rapidez de la transición energética, el aumento de la seguridad de suministro como una cuestión de seguridad nacional, el mayor desarrollo industrial de la Unión Europea y la propia integración de esta en las relaciones comerciales y, finalmente, el liderazgo de España como pionero en hidrógeno verde y como modelo exitoso de gestión energética, ha reforzado su peso en las instituciones europeas. Prueba de ello son las felicitaciones desde estas instituciones al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, o a la ministra de Transición Energética, Teresa Ribera.