“La diferencia relativa en el ingreso bruto promedio de mujeres y hombres dentro de la economía en su conjunto”, definición que la Comisión Europea da a lo que comúnmente conocemos como brecha salarial de género, es una de las múltiples desigualdades que las mujeres sufren durante su vida por el mero hecho de ser mujeres. La discriminación salarial, consecuencia de una mayor explotación y desigualdad laboral, sufrida por el género femenino se extiende a lo largo de todo el mundo, España ni mucho menos escapa de esta situación, y ancla sus raíces en aspectos estructurales que van mucho más allá del comienzo de la etapa laboral.  

Las desigualdades y violencias sufridas por las mujeres desde el comienzo de su vida se plasman en valores de género que penetran en la socialización y educación desde los primeros ciclos de formación. Esta situación de injusticia, a la postre, se traduce en una posición desfavorable a la hora de comenzar un camino laboral espinoso desde el inicio. Una vez dentro de este ciclo vital, la desigualdad no hace más que agravarse en todos los ámbitos. El salario no es el único aspecto laboral en el que las mujeres son damnificadas en comparación con los hombres.

La inserción laboral, tan solo hay que atender a los niveles de ocupación (52,7% de los hombres por 47,3% de las mujeres), prestando especial atención a los sectores, es especialmente dura para las mujeres. Peores niveles de ocupación y mayor presencia en los sectores más precarizados, como puede ser el de las trabajadoras del hogar, son ejemplo de ello. Otra de las variables laborales con grandes tasas de desigualdad es la referida a las propias condiciones, siendo las mujeres las que disfrutan de peores contratos o mayor presencia de temporalidad, siendo las mujeres el 75% de la población asalariada a jornada parcial y teniendo una tasa de temporalidad del 23,6%, frente al 18,8% de los hombres.

Otro de los aspectos que generan más violencia hacia las mujeres en el ámbito del trabajo es el de las interrupciones de la vida laboral. Las mujeres son las principales damnificadas por esta situación debido a la injusta asignación patriarcal de las labores de cuidado y maternidad que obligan a interrumpir de forma obligada las carreras profesionales y, en muchas ocasiones, a las reducciones obligadas de la jornada laboral. Tanto es así que, según datos reflejados en un informe de Comisiones Obreras (CCOO), 1.488.500 mujeres no buscan empleo por tener personas a su cargo u otras responsabilidades familiares. La suma de hombres que se encuentran en la situación se sitúa en torno a los 210.000.

Esta situación no afecta tan solamente a la desigualdad de condiciones, al estar un género empujado a compaginar labores o a abandonar la vida laboral, sino que, al no ser compartidas estas tareas de forma equitativa con los hombres, se genera una competencia desigual de cara a la obtención de complementos salariales, a la posibilidad de promoción o al inicio de nuevos procesos formativos que otorguen una mejor posición.

Brecha Salarial del 21%

Uno de los aspectos más sangrantes, o más fácilmente visible, es la diferencia entre el salario medio anual de ambos géneros. Atendiendo a los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) de 2021, el salario medio anual del empleo principal se situaba en los 27.322 euros entre los hombres y 22.601 euros entre las mujeres. Una diferencia de 4.721 euros anuales que representa una brecha del 20,9%, valor porcentual que el salario de las mujeres debería crecer para igualarse al de los hombres. Esta brecha no finaliza con la jubilación, ya que, se traslada a las cuantías percibidas por la jubilación

El mayor peso de las mujeres en los sectores más precarizados es una de las variables que determina esta diferencia de casi 5.000 euros anuales. Acudiendo a los datos que recoge CCOO, el 41% de las mujeres asalariadas desempeñan su actividad laboral en alguno de los siete sectores que contemplan un salario medio inferior a la media nacional -empleo doméstico, hostelería, agricultura ganadería y pesca, otros servicios, actividades administrativas y servicios auxiliares, actividades artísticas y recreativas y comercio-, por un 32% de los hombres asalariados.

Esta brecha salarial no solo perjudica a todas y cada una de las mujeres, y en mayor medida, como no podría ser de otra manera, a las de clase trabajadora; sino que también lastra el conjunto de la economía española. Según el índice ClosinGap sobre paridad de género, elaborado por PwC, de cerrarse por completo la brecha, el Producto Interior Bruto (PIB) español se beneficiaría de una aportación de 212.000 millones de euros (17,6% del PIB nacional). Según datos del mismo informe, aún quedan 33 para años para alcanzar la paridad de género, es decir, no será hasta 2056, si el ritmo de avances se mantiene, cuando la brecha salarial por motivos de género quedará cerrada.

Drama internacional

Dejando a un lado la realidad española, los datos que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) aporta sobre la brecha salarial no son mejores. Así, en su estudio ‘New data shine light on gender gaps in the labour market’, el organismo internacional refleja que en todo el mundo existe un 15% de mujeres que se encuentran en edad de trabajar y quieren hacerlo (Población Activa), pero no encuentran empleo. El dato confronta con el 10,5% de hombres que se encuentra en la misma situación, estadística que se torna todavía más dramática al señalar que su valor apenas ha variado en las dos últimas décadas.

“Estos patrones dan como resultado brechas laborales sorprendentemente altas para las mujeres en los países en vías de desarrollo, llegando al 24,9%. A modo de comparación, la tasa correspondiente para los hombres es del 16,6%, ya un nivel preocupantemente alto, pero significativamente más bajo que las tasas para las mujeres. En general, las estimaciones apuntan a graves dificultades a las que se enfrentan mujeres a la hora de encontrar trabajo, especialmente en los países menos desarrollados países”, refleja el estudio de la OIT. En la misma línea que los datos españoles, la organización de trabajo apunta a reparto desigual de las responsabilidades personales y familiares, incluido el trabajo de cuidados no remunerado, como uno de los factores determinantes.

“Los desequilibrios de género en el trabajo decente no se limitan al acceso al empleo. Aunque el empleo vulnerable está muy extendido tanto para mujeres como para hombres, las mujeres tienden a estar sobrerrepresentadas en ciertos tipos de empleos vulnerables. Por ejemplo, es más probable que las mujeres ayuden en sus hogares o en los negocios de sus familiares que trabajen por cuenta propia”, añade la OIT. Esta vulnerabilidad, unida a unas tasas de empleo más bajas, repercute en los ingresos de las mujeres, tal y como ejemplifican los datos salariales mundiales de 2019:

  • Nivel mundial: por cada dólar de ingresos laborales que ganan los hombres, las mujeres ganan 51 centavos.
  • Países de renta baja: por cada dólar de ingresos laborales de los hombres, las mujeres ganan 33 centavos.
  • Países de renta media-baja: por cada dólar ingresado por los hombres, las mujeres ingresan 29 centavos.
  • Países de renta media-alta: la proporción es de un dólar frente a 56 centavos.
  • Países de renta alta: la proporción es de un dólar frente a 58 centavos.

Necesaria subsanación

A pesar de lo sangrante de los datos, no existe consenso en torno a las políticas o soluciones que deben ser asumidas para subsanar una desigualdad que avergüenza al conjunto de la sociedad. Las organizaciones internacionales, los sindicatos y los movimientos sociales y feministas tienen muy claro que esta discriminación va más allá del ámbito laboral y que, de no abordarse estructuralmente, atendiendo a un sistema productivo desigual, no podrá solventarse en el mercado de trabajo.

“Se debe actuar sobre los factores estructurales del patriarcado y del capitalismo que determinan y fomentan desde la infancia la desigualdad y subordinación de las mujeres en la socialización y la educación, que se plasman en una mayor explotación y precariedad de las mujeres en las empresas y los centros de trabajo donde estas desigualdades sociales se reflejan -y agudizan- en las condiciones laborales”, propone el informe de CCOO.