La figura de Bruselas ha penetrado en la actualidad política española durante las últimas semanas. La Comisión Europea ha considerado el Plan Presupuestario español como uno de los pocos “en consonancia” con las reglas fiscales y ha mejorado las previsiones de crecimiento económico; sin embargo, ha señalado al tejido empresarial del país como principal responsable del aumento de la inflación, lacra que golpea a las economías europeas. Múltiples organismos nacionales e internacionales han señalado en reiteradas ocasiones el aumento desmedido de los beneficios empresariales como principal causante del despunte de la inflación y Europa ha hecho lo propio.

La pasada semana, el Ejecutivo europeo desgranaba las previsiones de otoño para los diferentes países de la zona euro, de las que España salía erigida como la gran economía europea que más crecerá en los próximos años. En lo referido al encarecimiento de la vida, Bruselas estima que el país sufrirá una inflación acumulada del 10% entre finales de 2022 y 2025, cifra algo menor que el 12% registrado entre 2019 y 2022. No obstante, lo relevante en esta cuestión es el señalamiento de los responsables que la propia Comisión hace en su estudio.

Los datos evidencian que el engrosamiento de los beneficios empresariales, que muchos han denominado “caídos del cielo”, aprovechando la crisis inflacionaria ha producido una especie de efecto de segunda ronda que ha contribuido a disparar aún más el nivel de precios.  Según los datos europeos, las ganancias de las empresas serán responsables de seis de los diez puntos porcentuales de inflación acumulada de aquí a los próximos dos años. Los otros cuatro puntos, atendiendo a las mismas cifras, corresponden al incremento salarial que se experimentará.

Este debate está ahora de máxima actualidad en España, debido a la próxima subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) que deberá llegar de cara al comienzo de 2024 y que Yolanda Díaz, vicepresidenta y ministra de Trabajo, ya ha anunciado que se está trabajando. La patronal ya ha hecho su propuesta, que contempla una subida del 3% (32 euros al mes). Los sindicatos han rechazado esta cantidad al situarse por debajo de la inflación, lo que haría perder más poder adquisitivo a los que menos cobran. Por su parte, el Gobierno aún no se ha pronunciado, pero Díaz ha asegurado que el aumento no será menor a la inflación media del año.

La práctica empresarial es generalizada

La nota positiva en España la presentan la energía y otras materias importadas, que tantos dolores de cabeza han generado en el pasado y ahora contribuyen negativamente a la inflación, rebajando sus valores. Con todo, se prevé que la inflación cierre 2023 con un 3,6% de media, valor que se mantendrá en niveles similares en 2024, cuando se estima un 3,4%. De cara a 2025, el dato volverá a descender notablemente y cerrará en un 2,1%, lo que acercaría al país al objetivo establecido por el Banco Central Europeo (BCE).

El aumento de la inflación propiciado por el ascenso de los beneficios empresariales es una realidad continental que va mucho más allá de España. De hecho, la propia Comisión Europea ha certificado que en estos dos últimos años los beneficios han aumentado “con fuerza” debido a la transmisión del aumento de costes a los precios de venta. Sin embargo, esta transmisión no se ha visto reflejada en los salarios de los trabajadores, cuyo ajuste ha sido “más lento” para Bruselas.

La propia presidenta del BCE, Christine Lagarde, señalaba este martes que los salarios tan solo “se están poniendo al día” en estos momentos, dado que habían visto recortado fuertemente su poder de compra. En este punto, y tumbando el argumentario empresarial que ha señalado sin pruebas y erradamente a los salarios como causantes de efectos de segunda ronda, la líder del supervisor único ha sugerido que “las empresas absorban el aumento de los salarios en sus márgenes de beneficios, lo que permitiría que los salarios reales recuperaran algunas de sus pérdidas pasadas sin que el aumento se trasladara completamente a la inflación”.

Las previsiones de Bruselas para el conjunto de la Unión Europea (UE) son más negativas que las españolas. Se prevé que los Veintisiete cierren el año en un 6,5%, casi tres puntos por encima del dato español. De cara a los dos próximos años, se espera que el dato conjunto cierre 2024 en el 3,5% y en el 2,4% en 2025, cifras más acordes y reducidas. No obstante, el peso de las diferentes variables en las inflaciones nacionales es heterogéneo.

La Comisión Europea contempla que en las grandes economías de nuestro entorno la mejoría de los salarios tenga un mayor peso. Así pronostica que sucederá en Francia o en Italia y, en mayor medida, en Alemania, donde la mejora de los sueldos para hacer frente a la crisis tendrá un peso sobre el avance de los precios mayor que el de los beneficios empresariales.